A menos de tres meses de finalizar su mandato como presidente de la Nación, Alberto Fernández ha quedado reducido a una suerte de ministro de Relaciones Exteriores. Propenso a disfrutar los tours al exterior, el mandatario viajero prefiere que lo critiquen por esos exuberantes gastos en dólares en medio de la crisis, que tener que soportar -como dice el tango de Gardel y Lepera: “La vergüenza de haber sido y el dolor de ya no ser”.
Total, para disimular esos desembolsos del erario público está su amigo Julio Vitobello, el secretario general de la Presidencia que lo acompaña como una sombra en cada una de sus excursiones por el mundo y el interior del país.
Como es costumbre, el equipo de comunicación albertista informó oficialmente que el jefe de Estado viajó al G20 en la India con no más de cuatro colaboradores, algo que en Casa Rosada se desmiente por el simple hecho de ver la soledad en la que queda la sede del Poder Ejecutivo Nacional en cada una de estas ocasiones. De Nueva Delhi llegaron las fotos buscadas por el “albertismo”. Esas que sólo servirán para inflar el álbum de un ex presidente que fue la invención de otra ex presidenta.
En esas postales quedó registrado el regocijado y sonriente rostro de Fernández junto a Joe Biden, Narendra Modi (primer ministro indio), Lula da Silva, varios jeques, y otros personajes de la política que suelen asistir a este tipo de eventos, pero que evitan mandatarios como el mexicano Andrés Manuel López Obrador, jefe de Estado de un país más rico que la Argentina, pero con enormes bolsones de pobreza, de los que su presidente es plenamente consciente.
De hecho, cuando se refiere a sus ausencias en esas cumbres, el mandatario azteca afirma que es Alberto F. quien representa los intereses de la región, pero él se queda en casa evitando comentarios sobre gastos innecesarios que su oposición política le suele objetar.
El lunes, pese a que se apuró el vuelo del ARG-01 para intentar llegar a Santiago de Chile a conmemorar los 50 años del golpe del pinochetismo a Salvador Allende, la visita no pudo ser. Por eso Fernández grabó un mensaje que nunca se emitió en la trasmisión oficial de los actos, pero sí salió a través de las redes sociales presidenciales y las de su par trasandino, Gabriel Boric.
La amplia delegación prefirió evitar labores debido al cansador viaje y no asistió a Balcarce 50, donde los periodistas acreditados esperábamos ansiosos tener alguna definición sobre la histórica derrota del peronismo en la provincia de Santa Fe, donde el radical Maximiliano Pullaro se impuso con 30 puntos por encima del candidato oficialista, Marcelo Lewandowski. Lo único que hizo el primer mandatario desde su cuenta de X, fue felicitar al ganador en un escueto mensaje. Los pocos asistentes a la Rosada se saludaban entre ellos con el pulgar abajo y una sonrisa irónica.
El clima a metros de Gobierno era otro. En la avenida Hipólito Yrigoyen se había cruzado un camión frente al Palacio de Hacienda que adelantaba la presencia de Sergio Massa, quien acompañado por los caciques cegetistas y grupos reducidos de sus seguidores, anunciaría la suba del mínimo de imponible del impuesto a las Ganancias para trabajadores que ganen hasta 1.770.000 de pesos.
Una medida que deberá pasar por el Parlamento, donde hasta ahora tuvo el rechazo de los opositores, que afirman que no van a avalar el peligro de ir hacia una hiperinflación.
Como viene haciendo, detrás de cada anuncio de Massa, el titular del Ejecutivo pretendiendo no quedar fuera de escena, sale en algún medio afín -o en sus redes- intentando demostrar que él es el artífice de las definiciones que Sergio M. simplemente acata.
Elevamos el mínimo no imponible a $1.770.000 para que 800.000 contribuyentes, a partir del 1 de octubre, dejen de pagar el impuesto a las Ganancias. Esto significa una mejora del 21% en el ingreso de las y los trabajadores. pic.twitter.com/n0Ql2t6b7Q
— Sergio Massa (@SergioMassa) September 11, 2023
En Economía y el Instituto Patria antes se enojaban con estas actitudes. A estas alturas las ven y escuchan contemplativos y sin poder enfocarse en la bronca que, muchos entienden, debería causarles. Es que los problemas ya superan gravemente a la interna con el ex delfín de Cristina Kirchner, al que siguen considerando un ocupa que está a meses de que le llegue el desalojo institucional.
Un dirigente social que cruzó el Patio de las Palmeras luego de visitar un despacho oficial le aportó a este cronista un dato a tener en cuenta. El fin de semana pasado, dirigentes justicialistas, entre ellos intendentes, gremialistas y referentes de organizaciones sociales, se juntaron en la provincia de Buenos Aires con el objetivo de hacer una autocrítica sobre los malogrados cuatro años de gobierno y analizar un posible escenario de derrota electoral.
Ese sector, alineado a la Vicepresidenta, se propone un objetivo de primera; sostener a Axel Kicillof en la gobernación y surcar los años venideros bajo el criterio de posicionarlo como el candidato de cara al 2027 que “enfrente a la derecha” desde el bastión peronista por excelencia. Ese país dentro del país, que, pese a la pérdida de votos, mantiene competitivo al kirchnerismo con sus 13 millones de votantes, más allá de los celos entre Máximo Kirchner y el Gobernador bonaerense.
Bajo la misma lógica de anunciar actividades presidenciales poco antes -o después de ejecutadas- el martes se supo que Fernández asistió a la II Conferencia de América Latina y del Caribe sobre Operaciones de Paz de la Organización de las Naciones Unidas (Alconu).
Allí se mostró enérgico y manifestó: “¡Puedo hablar con Xi Jinping, con Putin y con Biden, y nadie puede cuestionarme eso, nadie! Y puedo ser parte del BRICS y nadie puede cuestionarme eso”, espetó, demostrando que se siente más cómodo ejerciendo ese virtual rol de canciller que como presidente de una nación que lo votó esperanzada y hoy le devuelve desde el espejo una “triste y cansada imagen”, como cantaba Julio Sosa.
El nombre del día que marca el corte semanal –miércoles- fue la representación gráfica de lo que vino en materia de números del Índice de Precios al Consumidor. El INDEC que dirige Marco Lavagna no pudo esquivar la imparable suba de precios que se potenció después de la devaluación del 22% que impulsó Massa tras su derrota en las PASO. Para intentar neutralizar lo que se viene, en Economía pergeñan un índice semanal inflacionario que ya genera repudios desde el ente oficial de medición y de fuerzas opositoras.
Según los datos oficiales, la inflación del pasado mes de agosto fue de 12,4%, llegando a los dos dígitos, con un interanual del 124,4%, y un acumulado -en ocho meses de este 2023- de 80,2%. La más elevada en 32 años, desde 1991. Massa culpó al FMI por esos guarismos negativos que complican sus aspiraciones presidenciales.
El silencio de radio volvió a apoderarse de Casa de Gobierno y nadie opinó al respecto. Alberto Fernández se dedicó a realizar un “paro activo” en la localidad bonaerense de Merlo contra las propuestas -en materia de obra pública- que viene haciendo la oposición.
La iniciativa consistió en hablar junto a su ministro de Obras Públicas, Gabriel Katopodis, con los trabajadores de la construcción para “concientizarlos”, con respecto a la posibilidad de que llegue al sillón de Rivadavia un líder de otra fuerza y ajuste en esa área. La acción inédita fue muy cuestionada por empresarios y hasta tuvo denuncias judiciales por “abuso de autoridad y violación de los deberes de funcionario público”.
Por su parte, el gobernador cordobés y candidato presidencial, Juan Schiaretti, repudió la medida y comentó que en su provincia la obra pública está paralizada desde hace cinco años, es decir, los últimos 12 meses de Mauricio Macri y casi toda la gestión del ex Frente de Todos.
Hoy hicimos en todo el país un paro activo de 30 minutos con asambleas en defensa de la Obra Pública, para cuidar el laburo de los trabajadores y trabajadoras de la construcción.
— Gabriel Katopodis (@gkatopodis) September 13, 2023
Conversamos con los compañeros de la @uocra y los empresarios @CamarcoArg que están preocupados… pic.twitter.com/Iy3HQDWU52
El jueves, Fernández y su nutrida delegación volvieron a subirse a la flamante nave oficial para partir hacia La Habana, Cuba. El Caribe fue el escenario elegido para realizar el G77+China, un encuentro de representantes de países no alineados y en vías de desarrollo.
Mientras tanto, la cartera de Hacienda, el palacio gubernamental y la Plaza de Mayo fueron colmadas por una movilización de la Unidad Piquetera, que fue a reclamar contra “el ajuste, el avance de la derecha” y con el fin de pedir más comida dirigida a los comedores y merenderos así como un incremento en los planes sociales.
Sin funcionarios en Balcarce 50 y con Massa en La Rioja -en otro acto de campaña entregando viviendas junto al gobernador Ricardo Quintela- nadie atendió a los movimientos que se desconcentraron alrededor de las 18:30 hs. En el norte, el ministro y candidato volvió a apuntar contra La Libertad Avanza y Juntos por el Cambio, al expresar que “no somos un país de mierda, como andan diciendo ellos”.
Terminada esa movida, el tigrense retornó a Buenos Aires para ir hasta el partido de Malvinas Argentina a participar de un acto del Movimiento Evita, la Corriente Clasista y Combativa y Barrios de Pie.
Luego de la arenga de Emilio Pérsico, munido de su chaleco inflable azul, Massa defendió las últimas iniciativas que tomó, como la devolución de parte del IVA a monotributistas, jubilados y pensionados, beneficiarios de AUH y trabajadores en relación de dependencia que cobren hasta 708.000 pesos brutos por mes. También declaró que “queremos decirle al Fondo, tome, acá tiene lo suyo, váyase de la Argentina, queremos definir nuestro futuro”.
Durante el fin de semana, Alberto Fernández dejó de lado los oscuros nubarrones con los que termina -en menos de tres meses- su presidencia. Asiste así a la Asamblea General de la ONU en Nueva York y paseará por las calles de la ciudad estadounidense pensando en un último viaje a China, que será poco antes de los comicios generales del 22 de octubre, si es que no hay cambios de último momento.
Desde el búnker de campaña massista se encargan de circular que “Cristina va a bancar a Sergio antes de la elección”. En las posiciones kirchneristas no dan certezas al respecto. ¿Estrategia o pragmatismo? Quién lo sabe. Por lo pronto, el candidato no tiene empachos en señalar que el Gobierno está en deuda y tiene que pedir perdón. “Lo primero que tenemos que hacer es pedir disculpas porque hubo gente que tuvo la oportunidad y no estuvo a la altura...”.
Esa verba cae muy mal en las huestes del pequeño albertismo en retirada, que de todos modos niega a regañadientes que la de Fernández haya sido una mala administración. El aludido es él y todos lo saben, pero la portavoz Gabriela Cerruti ha preferido acatar las órdenes que le impiden hablar.
En tertulias en Olivos, en algún hotel de lujo en el exterior, o en los atardeceres del despacho presidencial insisten con el legado de Alberto, ese que alguna vez, en un futuro, "los agoreros de siempre tendrán que reconocer", confían en una Rosada en trance por el cambio de época que se avecina.