Estados Unidos, víctima de su propia obscenidad: todo imperio es efímero - Política y Medios
28-03-2024 - Edición Nº5900

INTERNACIONAL

Estados Unidos, víctima de su propia obscenidad: todo imperio es efímero

El presidente electo tendrá que lidiar con varios fantasmas. Los Estados Unidos llegan tarde a la campaña de vacunación y Biden asumirá su mandato con récord de contagios y de muertos; con censura y dudas sobre la legitimidad de su triunfo. Un panorama desalentador para desplegar su estrategia de recuperar el liderazgo mundial.

Por: Nicolás Mujico - Politologo UBA- Maestrando en Defensa Nacional UNDEF
“Mi nombre es Ozymandias, Rey de reyes:
¡Contemplad mis obras, poderosos, y desesperad!”
Nada queda a su lado. Alrededor de la decadencia
De estas colosales ruinas, Infinitas y desnudas
Se extienden, a lo lejos, las solitarias y llanas arenas.

 

 

Cuando Walter White cae desplomado en las arenas de Albuquerque y pierde su imperio de drogas de cristal azul, luego de recorrer un despiadado camino plagado de crímenes, no sabía que de nada le iban a servir los millones de dólares acumulados. Los escritores de Breaking Bad, bautizaron ese capítulo -el mejor de la serie- con el nombre “Ozymandias”, en homenaje al poeta romántico Percy Shelley quien, en 1817, escribiera su célebre poema en alusión a Ramsés II cuya escultura llegaría años después al museo británico vendida por el ladrón y traficante de antigüedades Giovanni Belzoni. ¿Será el destino de Monte Rushmore desnarigarse, cobrar el elegante aspecto de antigüedad arqueológica, ser redescubierto entre las malezas guiados por un vaqueano de Dakota, en fin, convertirse en polvo? Donald Trump, aspiraba a esculpir su cara entre los 4 grandes presidentes estadounidenses y allí inició su campaña el último 4 de julio, en plena pandemia y grieta racial en un acto que, finalmente, solo recordarán los 15 Lakotas detenidos por acusar al estado federal de haber robado sus tierras. Todo imperio es, finalmente, efímero.

Lo concreto es que el 2019 fue el año perdido por la guerra comercial entre EE.UU y China y el 2020 es el año perdido por la pandemia. Llueve sobre mojado en el mundo, en el que mueren varios millones de hambre, de tuberculosis y ahora un par de millones más de COVID-19. El 2021, promete ser el año en que se de continuidad a la guerra comercial, dada la negativa de Biden de levantar los aranceles impuestos por su antecesor. También promete ser el año en que saldremos de la pandemia. Veremos…

Quizá, con la post pandemia, si es que eso sucede, se consolide un nuevo polo de poder. Es demasiado pronto, pensarán algunos, dado que la supremacía militar de EE.UU no es cuestionada por nadie al igual que una enorme cantidad de variables que muestran la superioridad estadounidense. Sin embargo, China avanza. La solidez política y económica, la flexibilidad ideológica que muestra y el enorme atractivo cultural, perforan las barreras de contención que intentan imponerle. Sus exportaciones duplican a las de su contrincante, la deuda representa la mitad de su PBI mientras que, en el país americano, nuevamente como en el 2008 representa el 100%. Las tasas de crecimiento de Estados Unidos marcan un “avance” del estancamiento a la gran depresión, mientas China logró que su PBI creciera un 140% en los últimos 15 años y ya se muestra recuperada de los efectos económicos provocados por la pandemia. El capital financiero se ha quedado con la parte del león y ya no hay selva en la cual cazar. La brecha entre la economía real y el mercado de valores abrió un abismo al que el mundo se asoma con vértigo. Las inversiones productivas las absorbe en su gran mayoría China y Asia Pacifico en una marcha que no se detiene. El gigante asiático ofrece alternativas a las instituciones creadas en la segunda pos guerra mundial, mientras que, desde su incorporación a la OMC, allá por el 2001, participan activamente de ellas. El gigante americano, en un ataque de esquizofrenia peligroso, cuestiona el rol de las organizaciones creadas por ellos mismos. Construyeron un enorme castillo para dormir fuera de él. Desesperados, han lanzado sus alfiles e iniciado un ataque del que luego tuvieron que retroceder. Los aranceles impuestos en marzo de 2018, se calculaban en 60mil millones de dólares. Una herida que se suponía mortal no ha hecho mella en la potencia emergente. Las blancas han jugado primero, pero no han logrado ninguna ventaja. Del otro lado del tablero resistieron y ahora tienden la mano, al tiempo que buscan hacer tablas en el estratégico juego del ajedrez y ocupan todos los espacios posibles en el milenario Go, juego que pocos occidentales conocen y que se trata de rodear al enemigo. El plan Marshall chino triplica en el monto a las sanciones que le fueron impuestas y se despliega por todo el mundo. Es posible, incluso, que terminen liderando la 4ta revolución tecnológica, dictando sus normas, generando su propio lenguaje y pasando de pantalla antes que sus oponentes. Avanzan en todo y hasta Wolf Warrior ha recaudado más que Rambo 5. Son tiempos interesantes. El nuevo orden mundial no parece abarcar todo el mundo ni mucho menos ser ordenado. Donde se mire estallan conflictos y ya no existe un hegemon capaz de organizar el caos. Una entropía desquiciada abierta por la pandemia no encuentra cirujano que la suture.

Pero detrás de la cara visible, se encuentra la contracara invisible. El lado oscuro de la luna, el que no se ve y no es fácil de describir. Allí se dan una serie de microscópicos cambios que son difíciles de percibir. Así las cosas, algunos ven. Mao diría en su librito de colores, allá a finales de los 60, que toda fuerza reaccionaria a punto de perecer se lanza a una última y desesperada embestida. Pareciera que Estados Unidos es víctima de su propia obscenidad. En estos días de retroceso, el mundo creado a imagen y semejanza del mercado, sufre la anomia codiciosa que ahora se convierte en angustia. Se advierte como la ética protestante devenida en estética hedonista, es un mal negocio para detener esta disgregadora ola posmoderna que barre con la solidaridad, las naciones y hasta con las más insignificantes organizaciones de ayuda y fomento, porque en esta era hasta la solidaridad no es mas que vanidad avergonzada. Incluso los nacionalismos emergentes y defensivos no parecen movilizar a una sociedad que, hace rato, abandonó la épica y el heroísmo para retirarse a una cómoda vida en las redes sociales donde la inteligencia sin talento es encumbrada, aplaudida y megusteada. Si los hombres aptos del siglo XIX y XX eran jóvenes capaces de marchas forzadas, de vivaquear a la intemperie y de combatir en terrenos hostiles, los hombres aptos que hemos creado hoy, no son más que gorditos pulsadores de enteres. Para los Estados Unidos la ausencia de un destino de grandeza es fatal. Han dormido en los laureles y no logran despertar de la comodidad del triunfo fácil. De los viejos presidentes con experiencias y pasados guerreros, no queda nada. Que haya sido Trump, un ególatra sicofante sin medida, quien convoque a la ciudadanía a recuperar su grandeza, es prueba cabal de que el hedonismo cultural triunfó de tal modo que no están dispuestos al menor esfuerzo. Mucho menos al sacrificio. La ideología Disney de que todo deseo puede ser realizado, se revela como pura fantasía. Biden sin duda, tendrá problema. Sus aliados europeos tampoco están dispuestos a ninguna gesta y habrá que ver hasta donde acompañarán el liderazgo de un país que perdió su atractivo cultural. El imán que atraía hacia sí a regiones enteras sin resistencia, se ha desmagnetizado y solo es capaz de arrastrar esperpentos.

La escandalosa campaña en la que algunos militantes republicanos asistían armados y la preocupación de los servicios de inteligencia y de la guardia civil haciéndose eco de las pulsiones violentas de los corazones estadounidenses, fue la primera alerta. Los negocios con tapias y cercas para evitar saqueos dieron un tono patético al funcionamiento de la democracia más antigua del mundo, que nos tenía acostumbrados al espectáculo electoral rutinizado. No faltaron incidentes en los últimos días de campaña en Carolina del Norte, Texas, Georgia, Nueva Jersey, Virginia  y  Florida, pero fueron escaramuzas de circo. Las denuncias de fraude, la estrategia de intentar frenar el escrutinio y realizar recuento de votos en estados donde la elección fue muy ajustada, fueron maniobras farandulescas. La circulación de Fake News y el fantasma de elecciones pasadas se asomó brevemente a la opera y le aburrió fatalmente. La ofensiva legal parecía derretirse en la medida que no había reacción. Sin embargo, la negativa irracional a iniciar la transición generó un vacío de poder que profundizó la crisis económica, sanitaria y, sobre todo, la crisis política.  El evento de día de Reyes pareció un delirante juego de rol medieval. Los muertos en el capitolio dejan un espeluznante sabor amargo que nos hace entender que la inteligencia no ocupa espacio, pero la estupidez satura hasta el último centímetro.

El presidente electo tendrá que lidiar con varios fantasmas. Los Estados Unidos llegan tarde a la campaña de vacunación y Biden asumirá su mandato con récord de contagios y de muertos; con censura y dudas sobre la legitimidad de su triunfo. Un panorama desalentador para desplegar su estrategia de recuperar el liderazgo mundial.

¿Estaremos en presencia del ocaso de un imperio, el Búho de Minerva que solo desplega sus alas en el crepúsculo estará preparado para volar? Veremos. De todos modos, y como dice el refrán, "nadie muere en las vísperas".

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