Durante el 2007 trabajé en el diario La Opinión Austral de Río Gallegos. Cubría la sección deportes y aunque me interesaba la de política, era el único puesto vacante al que pude acceder. Me acuerdo que una vez, ya entrado en confianza, logré escribir alguna que otra editorial a fin de debatir desde la epistemología, el latiguillo “chilote”, muletilla que utilizan los habitantes del sur argentino no solo para denigrar a los chilenos sino también como insulto entre argentinos. Pura anécdota.
Lo cierto es que el paso fugaz de Luis Majul por la redacción del diario me llamó la atención. Buscaba material de archivo de Néstor Kirchner para vaya a saber qué. A su paso el periodista-estrella cosechó todas las miradas y se llevó todas las ofrendas de los colegas. La mías no.
Ni me inmuté, no me gusta el cholulaje. Además sabía, Luis, que buscabas información para tratarla como vos soles hacerlo. ¿Cómo es este tratamiento? Siempre desde las corporaciones y con una clara posición ideológica sostenida, a pesar que no digas por quién vas a votar en los próximos comicios nacionales de octubre.
Estimados colegas, “la grieta”, “el periodismo de periodistas”, la antinomia “periodismo militante versus periodismo puro” que ustedes pretenden llevar adelante como división, es producto del tiempo que vivimos. La profesión no colegiada que elegimos hace rato está puesta en jaque, hoy más que nunca; desde el fin de las ideologías como falso paradigma hasta la aprobación de la Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual en 2009, la sociedad evolucionó en el consumo de la información. Y lo hizo también ayudada por la visión política de este gobierno, que no vaciló en romper el pedestal en el que se alzaba el cuarto poder, sostenido solo por los monopolios multimedia que alimentaron su esqueleto bajo el amparo de la última dictadura militar.
Esto, más la saludable aparición de las nuevas tecnologías y redes sociales que democratizó un poco más el manejo de la información, logró que el conjunto de la sociedad ponga la lupa en el periodismo.
Y está bien que así sea. Porque tras el desastre de lo sucedido en diciembre de 2001 para nuestra economía, una vez reestablecido la confianza en 2003 donde la búsqueda de la verdad se volcó nuevamente a la política; “el que se vayan todos” también tocó de inmediato a los medios de comunicación nacionales. Todos recordamos el rol que jugaron las radios, diarios y revistas más destacadas en aquel entonces: mientras el país se venía abajo los voceros se dedicaron a denostar los cortes de calle que el pueblo abrazaba en aquél entonces como única salida, mientras le daban todo el poder a Cavallo y compañía. Tembló el sistema político y tarde o temprano le tocaría a los medios de comunicación.
“La Grieta”, “Argen-Tina”, “periodismo militante y periodismo puro” no es un invento conceptual de ustedes, es parte de la historia de la América morena y rebelde que ha parido nuestro suelo desde los sueños de los libertadores de la Patria Grande hasta nuestros tiempos. Hay tanto odio social por parte de las clases pudientes del país, tanto los incomoda ver que otros compatriotas tengan acceso a derechos sociales básicos que la pregunta les repiquetea en la cabeza de lunes a domingo. “¿Cómo es que ha pasado todo esto?”. Tengo la respuesta que tal vez no les guste, aunque me veo obligado a parafrasear a Bill Clinton para que lo entiendan: “Es la política, estúpido”.