
Por: Mg. Lautaro González Amato*
En un mundo sobrecargado de información, el periodismo ya no compite solo contra la desinformación, sino también contra la desatención. La edición 2025 del Digital News Report del Reuters Institute confirma lo que muchos temíamos: la forma en que las personas se vinculan con las noticias está siendo rediseñada silenciosamente por la inteligencia artificial.
Si bien la tecnología promete soluciones, también profundiza riesgos democráticos en contextos donde la confianza institucional y la cultura digital ciudadana están en crisis, como en buena parte de América Latina. Mientras plataformas como ChatGPT, Gemini o Copilot comienzan a sintetizar titulares y curar contenidos, una parte creciente de las audiencias ni siquiera toca un portal informativo.
En Argentina, donde el descreimiento en los medios convive con una ciudadanía hiperpolitizada y emocionalmente agotada, la pregunta ya no es qué se dice, sino quién decide qué merece ser leído. ¿El usuario? ¿Los editores? ¿O la IA?
Del scroll pasivo a la desinformación asistida y la irrupción de medios alternativos
Según el informe dirigido por Nic Newman, solo el 22% de los encuestados en Argentina confía en las noticias que recibe —una caída constante desde 2019. La presidencia de Javier Milei ha transformado significativamente el panorama mediático local: aumentó la presión sobre la libertad de prensa y la fragilidad de los modelos de negocio. En un entorno profundamente polarizado, donde los medios están a favor o en contra del gobierno, el interés público por las noticias ha disminuido, y el público busca, en cambio, fuentes no tradicionales como el vídeo online en directo.
Los medios online han adoptado cada vez más las suscripciones como fuente de financiación, pero solo el 11% de los encuestados declaró haber pagado por noticias digitales en 2025. Los dos principales medios de comunicación a principios de 2025 fueron Infobae, utilizado semanalmente por el 34% de los encuestados, y el sitio web y las aplicaciones del canal de noticias por cable TN, visitados por el 31%. Ninguno de estos medios ofrece opciones de suscripción de pago.
Mientras que los medios de comunicación tradicionales decaen, las fuentes alternativas prosperan. El vídeo en directo, que combina noticias y entretenimiento, se disparó durante la pandemia y continúa creciendo. Por ejemplo, el 8% de los encuestados cita a Luzu TV como fuente de noticias; este canal tiene más de 2 millones de suscriptores en YouTube, mientras que su principal competidor, Olga, cuenta con 1,4 millones. Su principal fuente de financiación sigue siendo la publicidad, tanto directa como indirecta.
En este clima de sospecha generalizada, las personas eligen no informarse activamente, un fenómeno denominado "evitación selectiva de noticias". No se trata de apatía, sino de fatiga emocional frente al conflicto, la polarización y el tono apocalíptico de los titulares.
En este marco, la inteligencia artificial aparece como una solución cómoda: resúmenes, titulares hechos a medida, voces sintéticas que leen las noticias por vos. Pero, ¿qué se pierde en ese proceso? En lugar de promover pensamiento crítico, muchos modelos algorítmicos terminan reforzando burbujas cognitivas, amplificando sesgos y debilitando la deliberación democrática.
El Digital News Report es claro: el uso de IA para presentar o resumir noticias despierta más preocupación que entusiasmo. Un 60% de las personas encuestadas globalmente desconfían de que esta tecnología sea utilizada de manera responsable por parte de los medios. En Argentina y Brasil, la cifra es aún mayor. A diferencia de mercados como Estados Unidos o Alemania, donde los lectores tienden a confiar más en la regulación institucional, en América Latina la fragilidad del ecosistema mediático genera una vulnerabilidad estructural: es más fácil engañar a una ciudadanía que no sabe en quién confiar.
La IA no es neutral: ¿Quién programa la verdad?
Los avances en IA generativa han democratizado la producción de contenidos, pero también han descentralizado el control de calidad. Cualquiera puede editar, sintetizar o manipular una noticia. Y si el marco de referencia ya no son periodistas o comunicadores profesionales sino sistemas entrenados con datos sesgados, ¿qué tipo de ciudadanía informada estamos cultivando?
En este escenario, se vuelve urgente resignificar el concepto de "marca periodística". La confianza ya no está atada solo al contenido, sino al contexto de producción. ¿Quién lo escribió? ¿Qué intereses hay detrás? ¿Es verificable? En sociedades como la argentina, con antecedentes de lawfare, operaciones judiciales-mediáticas y campañas de desinformación emocional —como lo evidencian los deepfakes recientes durante elecciones locales—, esta pregunta cobra un peso institucional.
De hecho, el informe confirma que los medios con mayor credibilidad hoy son los que tienen una fuerte identidad editorial y una narrativa ética que los distingue. El problema: son cada vez menos rentables, y su alcance es menor frente a los influencers de noticias o tiktokers informativos que simplifican, emocionalizan y monetizan los temas más complejos.
¿Cómo recuperamos el vínculo ciudadanía-noticia?
América Latina enfrenta una doble amenaza: la desconexión ciudadana con las noticias y el reemplazo de las fuentes confiables por versiones rápidas, emocionales y a veces falsas. Y en países como Argentina, donde la polarización política se combina con una economía de redes dominada por lo emocional, el costo de esta transformación puede ser altísimo.
Frente a este escenario, es urgente educar en cultura informacional para que los ciudadanos comprendan cómo funcionan los algoritmos y por qué es importante leer más allá de un resumen automático.
Además se deben rediseñar los medios desde la confianza: con transparencia editorial, periodismo de soluciones y contenidos que acompañen el ritmo de las audiencias sin renunciar a la profundidad.
Por último, es menester regular con inteligencia democrática: no para censurar, sino para auditar el impacto de la IA en el ecosistema informativo. Porque fortalecer una ética de producción periodística para entornos de IA trabaja en el concepto de que los periodistas no deben competir contra la tecnología, sino liderar su integración.
Ya no vivimos en la era de la postverdad. Estamos entrando en la era de la verdadIA: una nueva configuración del sentido común guiada por inteligencias no humanas pero profundamente programadas por intereses humanos. En este tiempo, no alcanza con ser consumidor de noticias: hay que ser ciudadano crítico, actor consciente y defensor del derecho a informarse. El presente y futuro de la democracia —y su legitimidad— depende de ello.
*Autor del ebook “Unir la cadena. IA & comunicación política. Guía práctica para asesores”, LAMATRIZ, 2024.