
La suspensión del Congreso Nacional del PJ con motivo del luto por el fallecimiento del Papa Francisco le vino como anillo al dedo a Cristina Fernández de Kirchner y Gildo Insfran para intentar calmar las aguas al interior del partido, donde los representantes provinciales están muy molestos con la conducción de la ex presidenta y su interna con Axel Kicillof.
El gobernador de Formosa, en calidad de presidente del Congreso, invitó a los más de 900 integrantes que tiene el máximo órgano partidario del justicialismo al evento, que iba a relizarse este viernes 25 en Ferro.
Los temas incluidos eran: comisión de poderes, aprobación de los estados contables de 2024, la ratificación de las intervenciones de los PJ distritales de Jujuy, Salta y Misiones, y el informe de normalización del PJ de Corrientes.
Las reuniones del Congreso, más que dejar definiciones contundentes, suelen tener lugar con el objetivo de cumplir con disposiciones legales y tantear el clima político en el partido. Es en este sentido que ya se viene adelantando el malestar de gobernadores y dirigentes provinciales para con Cristina.
Desde su asunción impulsada por la impugnación de la lista del gobernador de La Rioja, Ricardo Quintela, pasando por algunas de sus decisiones vinculadas al partido y culminando en la histriónica interna que mantiene con Kicillof, el descontento acumulado provocó que varios distritos amenazaran con no enviar a los congresales para dejar sin cuórum al Congreso e impedir que pudiera sesionar.
Particularmente, las riñas intestinas entre el camporismo y el intento del gobernador bonaerense por construir su propia órbita de poder tiene hastiado al peronismo federal. No cae bien la acaparación de la discusión partidaria en un solo distrito.
Pero a esto se le suman malestares de arrastre. Ningún gobernador apoyó la candidatura de la titular del Instituto Patria al PJ, que en su momento cosechó cuestionamientos al interior del movimiento, por unilateral, inconsulta y no convocante a nivel federal. La 'Jefa' se apoya en su influencia en el AMBA.
Una dimensión más de la eterna dicotomía Buenos Aires-interior que, claro está, excede al peronismo.
A su vez, el no apoyo de Axel a su madrina política fue uno de los desencadenantes de las tensiones explícitas que signaron los meses subsiguientes. Tampoco asistió a la asunción de CFK como presidenta del partido ningún gobernador.
A fines de febrero, la titular del PJ convocó a la primera reunión como máxima autoridad, y resolvió intervenir el partido en las provincias de Misiones y Salta; luego de que sus representantes acompañaran al Gobierno nacional en el Congreso.
En ambos casos, las autoridades repudiaron la intromisión de la conducción nacional y la judicializaron. Mientras se disponían interventores fieles a la ex mandataria, el espacio que tiene a Quintela como referente también cuestionó la decisión alegando que atentaba “contra la autonomía de los distritos” potenciando “las divisiones internas del peronismo”.
A esto se sumaron inconvenientes con la normalización del funcionamiento del PJ en Corrientes, donde asumió Martín Ascúa -no sin generar discordias-; el fraccionamiento en Santa Fe que dejó a las tres listas lejos del oficialismo de Maximiliano Pullaro en los comicios para convencionales constituyentes.
También hubo chispazos en Jujuy, donde los interventores Aníbal Fernández y Gustavo Menéndez intentaron imponer una lista con dirigentes afines al kirchnerismo, pero no pudieron contener a Carolina Moisés.
En este contexto, el desacuerdo generalizado con los manejos del partido hacía prever un Congreso con dificultades. Desde varios distritos le transmitieron a Insfrán el objetivo de hacer sentir el descontento en el Congreso, vaciándolo de quórum.
El histórico gobernador formoseño comenzó a tramar con Cristina una eventual postergación para lograr aunar voluntades, y encontró en el fallecimiento del Sumo Pontífice una excusa perfectamente válida.
En estos días, el Instituto Patria y el propio Insfrán deberán redoblar esfuerzos enviando negociadores a los distritos para atenuar las amenazas de sabotaje. Desde las provincias pedirán aflojarle la intensidad a las fricciones entre Kicillof y el camporismo, además de abrir el juego de la mesa política justicialista, evitando que el cristinismo sea protagonista preponderante.