Desinformación 2.0: el nuevo campo de batalla de la democracia - Política y Medios
22-04-2025 - Edición Nº6290

OPINIÓN

Desinformación 2.0: el nuevo campo de batalla de la democracia

El informe “Desinformación en la mira” publicado por Amnistía Internacional expone con claridad quirúrgica cómo las noticias falsas ya no son simples errores informativos, sino armas estratégicas utilizadas para manipular, polarizar y vulnerar derechos fundamentales.

Por: Mg. Lautaro González Amato*

 

En tiempos donde el acceso a la información nunca ha sido tan masivo, la desinformación se convirtió en una amenaza silenciosa que corroe los cimientos de la democracia. El informe “Desinformación en la mira” publicado por Amnistía Internacional expone con claridad quirúrgica cómo las noticias falsas ya no son simples errores informativos, sino armas estratégicas utilizadas para manipular, polarizar y vulnerar derechos fundamentales. En esta nota analizamos su contenido desde la perspectiva de la comunicación política y el periodismo responsable.

El problema: del diálogo al ruido digital

Las redes sociales, motores de búsqueda y aplicaciones de mensajería han democratizado el acceso a la información, aunque también han facilitado la masificación de noticias falsas y manipulaciones interesadas. En lugar de propiciar un ecosistema de diálogo plural, asistimos a la consolidación de burbujas de pensamiento donde la desinformación se disfraza de verdad y viraliza con una velocidad preocupante.

Según el toolkit de Amnistía Internacional, toda persona —sin importar nivel educativo o ideología— puede ser víctima de estas noticias fabricadas. El problema se agrava cuando la desinformación tiene objetivos claros: influir en decisiones electorales, socavar la confianza en las instituciones, difamar a líderes políticos o distorsionar debates clave acerca de políticas públicas.

El dato más alarmante es que, según el informe, una imagen generada por inteligencia artificial puede aparecer como verosímil, aunque esté completamente descontextualizada o falsificada. Entonces, el problema no se limita al contenido visual: los títulos sensacionalistas, las narrativas emotivas y los discursos de odio forman parte también del arsenal digital de quienes buscan moldear la percepción en los asuntos públicos y manipular a la agenda.

Desinformación: una amenaza a los derechos

El documento hace hincapié además en una cuestión clave: la desinformación que  afecta directamente el ejercicio de los derechos humanos. En un contexto electoral, una ciudadanía desinformada no vota con libertad. En un contexto social, la información falsa puede estigmatizar minorías, vulnerar derechos de género o incluso incitar a la violencia.

Por eso, desde la perspectiva de la comunicación política, combatir la desinformación es una cuestión ética y estratégica. No se trata solo de defender una campaña electoral, sino de proteger la calidad del debate democrático.

En el plano individual, el informe de Amnistía subraya la importancia de la alfabetización mediática e informacional (AMI), que integra tres pilares fundamentales: educación mediática, alfabetización informacional y educación digital. Sin estas herramientas, el ciudadano queda expuesto a una jungla digital sin brújula, donde las mentiras pueden disfrazarse de hechos con una sola imagen en Instagram, Facebook o un tuit en X.

¿Qué podemos hacer?

Frente a este escenario, la comunicación política tiene un doble desafío: ser veraz y ser efectiva. Las recomendaciones prácticas que ofrece el documento deberían ser asumidas también como estrategias clave por cualquier asesor político o periodista responsable. En primer término debemos cuestionar porqué tal o cual noticia nos genera enojo o euforia, indagar quién la publica y la fecha de su divulgación. 

En segundo lugar trabajar en la verificación: usar buscadores inversos, fact-checkers como Chequeado o Reverso, y observar las fuentes.

Luego emerge el accionar. Es clave denunciar contenido falso, interrumpir cadenas de difusión y educar a nuestros contactos en las redes sociales o medios digitales.

Desde el periodismo, urge volver a poner en valor la verificación, el contexto y la responsabilidad editorial. Y desde la política, dejar de ver a la desinformación como una herramienta útil de campaña. Porque la mentira siempre tiene fecha de vencimiento, pero el daño que causa puede ser irreversible.

La lucha contra la desinformación no es solo un desafío técnico, sino un compromiso político y ético. El documento de Amnistía Internacional no solo brinda herramientas para identificar y detener noticias falsas: interpela a cada uno de nosotros como actores responsables del espacio público digital.

En tiempos donde la verdad compite con los algoritmos, defender la integridad de la información es defender la democracia. Porque la libertad de expresión no puede ser el escudo de quienes atentan contra ella desde las noticias falsas y la desinformación. Ya que sin verdad no hay ciudadanía ni democracia posible.



*Autor del ebook “Unir la cadena. IA & comunicación política. Guía práctica para asesores”, LAMATRIZ, 2024.
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