Fangal, nuevamente la mugre - Política y Medios
22-04-2025 - Edición Nº6290

OPINIÓN

Fangal, nuevamente la mugre

Decían Homero y Virgilio Expósito, “fui un gil, que alcé un tomate y lo creí una flor”. La decepción se escucha en cada letra y en cada nota en aquel hermoso tango. Sin duda, a esta altura del gobierno libertario, ya sabemos que no es una flor, ni un cactus, ni semilla, ni nada.

Por: Nicolás Mujico (Politólogo)

 

Decían Homero y Virgilio Expósito, “fui un gil, que alcé un tomate y lo creí una flor”. La decepción se escucha en cada letra y en cada nota en aquel hermoso tango. Estamos, sin duda, nuevamente en el fango, “en la mugre de vivir tirados”; nuevamente sobre la crisis, otra vez la deuda, de nuevo la inflación y más allá…la inundación. Rompimos todo y no resolvimos nada. Tenemos ahora algunos problemas nuevos. Quizás la violencia, la irracionalidad y la estupidez sean los más graves.

Sin duda, a esta altura del gobierno libertario, ya sabemos que no es una flor, ni un cactus, ni semilla, ni nada. Mucho tiempo perdido esperando la imposible polinización del poroto. Porque, lo que no germinó, se pierde y aquí, además del tiempo, se expuso a una joven generación a la que no se cuidó, a la más grave de las humillaciones que se puede vivir en un país como el nuestro. No hay nada peor que no tener razón y, además, no tener poder para sostener la farsa.  

Las redes sociales fueron el semillero de militantes del actual oficialismo.  Un lugar en donde se libran batallas. Se lo eligió escenario predilecto, como teatro de operaciones. Allí corre mucho dinero. Se dijeron muchas cosas. Así como en la inversión del teorema de Baglini se creyó (acertadamente) que cuanto más cerca del poder se estaba, más barbaridades había que decir, (e increíblemente funcionó), se creyó que para el ejercicio del gobierno se podía aplicar el mismo principio. No se confió en los más capaces y preparados. La hipótesis fue, quizá, “cuanto más boludo mejor”. Falacia ad bolludum.

El obeso Daniel y su ejército de gorditos pulsadores de enteres, se ríen de la violencia de la que son parte y no hay a esta altura ninguna posibilidad de reflexión que detenga tanta locura. Decía el General que, para hacer una tortilla, hay que romper algunos huevos; pero aquí se han roto tantos que alcanza para una tortilla y varios kilos de sambayon. No quedó nadie por ofender, por perjudicar, por llevar al extremo de la locura. Aún no cumplieron 500 días de gobierno quienes hablaban de 35 años para ser como vaya a saber qué país con frio y niebla, y ya todo empieza a decantar hacia el desastre, como aquella revolución que no se planteaba tiempos sino objetivos y se fueron con pena y sin gloria. Mientras la libertad avanza y por delante el precipicio, ninguno en ese parnaso de delirantes parece reflexionar que les queda una vida por delante. A los más jóvenes quizá 10 mil días por vivir en un país en el que no tendrán muchos amigos.

Se han destruidos símbolos nacionales. El presidente ha expuesto su cargo y, con ello, a la Nación entera, a la burla circense de la opinión pública internaciona. Se humillaron los ideales partidarios de quienes no piensan como el gobierno. De izquierda a derecha, aunque con predilección a despreciar a la izquierda; y de arriba abajo, con profundo odio por los de abajo. Todo eso es nada en comparación con la destrucción de la realidad efectiva que duele todos los días. La industria, el campo, el comercio y todo lo que pueda tener un valor ligado al trabajo, a la producción y al saber. Las finanzas tampoco estarían yendo de la mejor manera. No queda en la Argentina piedra sobre piedra. Destruyeron el jardín, el taller, el hospital y la escuela. Todo es ahora un desierto y los dioses del mercado, que no tienen amigos, tienen sed. Nadie sabe cómo lograron, con que ingenio, con que incapacidad creativa pudieron, el presidente, su hermana, caputito y caputoto, transformar un desierto en un laberinto.

A esta altura, no vale la pena hacerse los distraídos. Todos saben lo que todos sabemos. Esto se parece mucho a lo que se parece. Es hora de dejar de jugar a las escondidas.

Luego de 500 días de locura y asedio, no es poco haber resistido el vendaval. Es necesario saber que el campo popular no recuperó un solo voto de los que se perdieron en el último y tan sonado fracaso y es necesario decirlo con claridad y sentirlo con dolor. Todos, desde la primera militante hasta el último, que probablemente es quien escribe estas líneas, y cada cual según su tamaño y responsabilidad. No todos estaremos en los libros de historia. Los y las que si estarán, deben hacer el ejercicio de la autocrítica.

Sin embargo, en estos tiempos ambiguos, queda quizá, una sola cosa por ofrecer. Alguna mínima certeza. Existe latiendo aún y, a pesar de los errores, anhelos de justicia (social) para horror del presidente, un deseo que aún no claudica de que Argentina tiene un destino nacional por cumplir, en el que el pueblo (en un sentido amplio) tiene un rol protagónico junto con todos aquellos sectores que aun sin saberlo y con enorme frustración, continúan teniendo atados su destino al de la patria. Los que la juntan acá con los que sufren acá. Los une un destino. 

Para eso, no perder lo que se tiene es indispensable para poder ser escuchado en un futuro próximo y no tan lejano. Ese tercio de votos que permitió estar competitivos a pesar del desastre. El sólido acompañamiento del conurbano bonaerense, la posibilidad de recuperarse en alguna provincia. Ofrecer una certeza, aunque no sea todavía mayoritaria, no es poco. Así como en 2001 se buscó mantener el voto en un clima de desasosiego, llevando (y repitiendo) a Eduardo Duhalde como candidato, lo que no impidió la posterior renovación politica que significo el kirchnerismo, es un buen antecedente para pensar lo que viene. Parece necesario aplicar la misma estrategia.

La renovación es inevitable, pero para que florezca la primavera, primero es menester pasar el invierno. Les toca a los que estaban, que son también culpables de que estemos como estamos, jugar su prestigio, el poco que les queda, en esta encrucijada electoral tan confusa.

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