El Gobierno festeja el 38,1% de pobreza en medio de suspicacias por la medición del INDEC - Política y Medios
12-05-2025 - Edición Nº6310

OXÍGENO PARA CAPUTO

El Gobierno festeja el 38,1% de pobreza en medio de suspicacias por la medición del INDEC

El oficialismo no se hace cargo de su responsabilidad en el incremento del indicador desde fines de 2023 hasta mediados de 2024, pero sí se jacta de la recuperación. La metodología de medición, bajo la lupa.

El Gobierno nacional necesitaba gritar un gol como sea, en medio de la crisis cambiaria producto de la falta de confianza de los mercados en el tipo de cambio oficial, y el desordenado acuerdo con el Fondo Monetario Internacional (FMI), que sale a transmitir moderación cada vez que el ministro de Economía, Luis Caputo, intenta apurar anuncios.

En este marco, llegó el nuevo dato de pobreza del INDEC, que cayó como anillo al dedo en Casa Rosada y le otorga algo de oxígeno a la narrativa del presidente Javier Milei de estar -contra toda intuición- reduciendo la pobreza.

Según los datos oficiales, al finalizar el último cuatrimestre del 2024, la pobreza fue del 38,1% y la indigencia en el 8,2%. Pero las cifras no le cuadran del todo a la oposición ni a buena parte de la sociedad civil, para la cual llegar a fin de mes se viene convirtiendo en un desafío inverosímil.

Los principales cuestionamientos a los índices de pobreza que se informan desde el organismo de estadísticas y censos se basan en que la canasta de consumo empleada para la medición pasa por alto numerosos gastos que en la actualidad son cotidianos para los argentinos.

En línea con la jactancia de Milei de haber sacado de la pobreza a 10 millones de argentinos, este lunes el Gobierno publicó un comunicado haciendo énfasis en la pobreza "sin precedentes que había dejado el gobierno de Alberto Fernández, Cristina Kirchner y Sergio Massa, que llegó a un pico del 52,9% en la medición del primer semestre de 2024", y contrastándola con el 38,1% registrado sobre el final del mismo año.

En las filas oficialistas, esta contundente evolución estadística -que incluye una caída de la indigencia del 18,1% al 8,2%- se atribuye a un "efecto directo de la lucha contra la inflación que ha llevado adelante el presidente", además de la "estabilidad macroeconómica y la eliminación de restricciones que durante años limitaron el potencial económico de los argentinos".

Desde el entorno del presidente refuerzan un revival de la narrativa macrista de la 'pesada herencia', asegurando que lo ocurrido hasta junio de 2024 es pura y exclusivamente obra de la administración de Unión por la Patria, y que nada tiene que ver con las decisiones adoptadas por el propio Gobierno desde el 10 de diciembre de 2023.

La brutal devaluación y aquellos primeros meses con inflación superior al 20% mensual se le endilgan a un Sergio Massa que, a cargo de la cartera de Economía, había registrado un máximo de 13%. En todo caso el mileísmo se hace cargo, apenas, de haber sincerado las condiciones económicas, acusando la distorsión del Gobierno precedente.

Distorsión que, por caso, hoy le cuestionan economistas liberales a "Toto" Caputo, sosteniendo un tipo de cambio oficial arbitrario a través del crawling peg (ritmo de devaluación controlada) del 1% mensual mientras los mercados presionan sobre los dólares financieros y el blue, aumentando la brecha.

Lo cierto es que, incluso luego del cimbronazo de la devaluación inaugural de Milei, se informaron 19.599.000 personas por debajo de la línea de la pobreza a fines de 2023, y la inercia del impacto en los meses posteriores derivó en que la pobreza alcance a 24.863.000 personas en el primer semestre de 2024.

Al concluir el segundo semestre, la balanza da alrededor de 1.692.000 pobres menos que a fines de 2023 (post devaluación) y de 6.956.000 respecto a junio de 2024. No sólo no se acerca a 10 millones, sino que tampoco resulta verosímil explicar aquellos índices de pobreza de fines de 2023 y mucho menos los de mediados del año siguiente, sin la intervención del programa de shock de Caputo.

La otra gran arista que pone bajo la lupa las cifras de pobreza informadas por el INDEC tiene que ver con la credibilidad en la metodología de la medición: mientras la indigencia se mide en relación a una canasta básica alimentaria (CBA) correspondiente a la Encuesta de Gastos de los Hogares (Engho) 1996/1997 para cubrir las calorías necesarias para un adulto, la pobreza tiene parámetros diferentes.

A partir de esta canasta y su relación con gastos no alimentarios, se configura una canasta básica total (CBT) que establece la línea de pobreza.

Esta medición tiene como parámetros los pesos de gastos no alimentarios que gastan los segmentos sociales por cada peso de gastos alimentarios, pero utilizando como parámetro la Encuesta de Gasto de Hogares 2004/5, de la cual se desprende que el 38,4% del gasto se destinaba a alimentos, mientras que el 61,6% restante se utilizaba para los rubros no alimentarios.

Mensualmente, el Indec releva el precio de cada uno de los componentes de esa canasta de alimentos determinada en 2004/5. Así, se determina todos los meses la CBA.

También mes a mes se actualiza el coeficiente que mide la relación entre el gasto alimentario y el gasto total (Coeficiente de Engel), a partir de la dinámica inflacionaria de cada uno de los rubros. No obstante, esta actualización mantiene constante la relación de las cantidades de consumo, lo que puede llevar a subestimar o sobrestimar la relación entre CBA y CBT.

En períodos de modificaciones drásticas en los precios relativos, el Coeficiente de Engel (que mide los pesos no gastados en alimentos por pesos gastados en alimentos) no alcanza a captar las transformaciones en los patrones de consumo.

Por caso, en la última medición del Indec, la CBA representa el 44,2% de la CBT: muy por encima de la ENGHo 2004/5 (38,4%) y aún más por encima de la ENGHo 2016/7 (27%).

La cuestión entonces gira en torno a si resulta o no representativo de los consumos de los hogares argentinos destinar el 44,2% de los gastos a alimentos y sólo 55,8% a gastos no alimentarios. O cuán prescindibles pueden ser actualmente muchos gastos no alimentarios, que a fines de los 90 o en los tempranos 2000 eran impensables como parte de una economía cotidiana.

El ejemplo más evidente puede ser la conectividad a internet, que para muchos argentinos implica la diferencia entre poder trabajar o no.

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