
En la 153° Apertura de Sesiones de la Asamblea Legislativa, el gobernador de la provincia de Buenos Aires, Axel Kicillof, volvió a utilizar su tribuna para lanzar una dura diatriba contra el Gobierno nacional y posicionarse como la supuesta víctima de un plan de "desintegración" promovido por la administración de Javier Milei. En un discurso plagado de ataques, críticas y promesas poco creíbles, el mandatario bonaerense evitó hacer una autocrítica sobre la crisis en su provincia y prefirió apuntar contra la Nación como responsable de todos los males.
El "modelo de país" según Kicillof: discurso contra Milei y ausencia de soluciones
El gobernador bonaerense pintó un panorama apocalíptico de la situación económica y social, atribuyéndole toda la responsabilidad al presidente Milei y su política de ajuste. Sin embargo, omitió mencionar el desastre financiero en el que su gestión ha sumido a la provincia, con un déficit fiscal creciente, un sistema de salud colapsado y una inseguridad fuera de control.
Lejos de ofrecer soluciones concretas, Kicillof insistió en la narrativa de que Buenos Aires es víctima de una persecución deliberada, alegando que se busca "desintegrar" la provincia y que la administración nacional la está castigando. Esta victimización forzada se ha convertido en una estrategia recurrente del gobernador, quien prefiere esquivar su propia responsabilidad en la crisis provincial y apuntar al gobierno de Milei como único responsable del deterioro social.
El juego de las cifras: números manipulados para un relato conveniente
En su exposición, Kicillof intentó respaldar su discurso con estadísticas que, lejos de ser objetivas, parecían diseñadas para reforzar su visión catastrofista. Mencionó caídas en el consumo y en la producción, pero olvidó reconocer que la provincia ha recibido millonarios recursos en los últimos años sin que ello se haya traducido en mejoras concretas para los bonaerenses. Tampoco mencionó que el crecimiento del empleo público ha sido uno de los más acelerados del país, con un Estado provincial cada vez más sobredimensionado e ineficiente.
Seguridad: promesas recicladas y una realidad alarmante
Otro de los puntos álgidos del discurso fue el anuncio de nuevas medidas en materia de seguridad. Kicillof prometió fortalecer la presencia policial, crear nuevas bases operativas y lanzar un Plan Provincial de Desarme. Sin embargo, estas promesas suenan huecas en un contexto en el que la inseguridad sigue en aumento, el narcotráfico avanza en barrios bonaerenses sin control y la policía provincial carece de recursos suficientes para enfrentar la crisis.
Mientras el gobernador ensaya medidas que parecen más anuncios de campaña que soluciones efectivas, los ciudadanos de Buenos Aires siguen sufriendo robos, homicidios y hechos de violencia a diario.
Obra pública y educación: otro intento de confrontar con Milei
Siguiendo su estrategia de confrontación, Kicillof criticó el ajuste en la obra pública y la suspensión de proyectos nacionales. Sin embargo, evitó explicar por qué su propia gestión ha sido incapaz de administrar eficientemente los recursos provinciales para garantizar la continuidad de las obras esenciales. Lo mismo ocurrió con la educación: celebró la construcción de 50 escuelas con fondos provinciales, pero no mencionó el deterioro generalizado de la infraestructura escolar y la alarmante crisis educativa que afecta a miles de estudiantes bonaerenses.
Un discurso sin rumbo ni autocrítica
El discurso de Kicillof en la Apertura de Sesiones Legislativas no sorprendió: fue un guion repetido de acusaciones, victimización y promesas vacías. En lugar de asumir la responsabilidad por la situación de la provincia que gobierna desde hace más de cuatro años, optó por profundizar la grieta y alimentar el relato de que Buenos Aires es un bastión de resistencia contra el ajuste de Milei.
Los bonaerenses no necesitan discursos incendiarios ni confrontaciones estériles. Necesitan soluciones concretas, planificación y una gestión eficiente que priorice la seguridad, la educación y el desarrollo económico. Lamentablemente, parece que Kicillof prefiere seguir utilizando su cargo como tribuna política en lugar de trabajar por el bienestar real de su pueblo.