
Javier Milei culminó un año de una manera inesperada para muchos. Fortalecido, sin mayores problemas, habiendo resuelto en gran medida el problema de la inflación y con varios meses en donde la conflictividad social dio paso a un clima de triste calma. Algunos creían que era la calma que antecede al carnaval. Sin embargo, y tal como siempre ocurre, fue ni más ni menos que la antesala del huracán.
La situación es en más de un sentido calamitosa y era lógico que, al primer tropiezo, podía restablecerse la intranquilidad. El espíritu escolar que reina en el gobierno y el estilo de discusión de grupo de WhatsApp, pre-anunciaban el tono, el modo y la forma que iba a tomar la crisis política actual. Ante tanta fragilidad, el descalce puede ser en cualquier momento, en cualquier lugar y por cualquier motivo. Falta aún saber el impacto económico de la estupidez. Decíamos en una nota en este medio allá por mayo, que el gobierno parecía una estafa piramidal en cuya base se encontraban 5 o 6 millones de nativos digitales, rápidos para todo y disponibles para la estafa. Sostenía Ortega y Gasset, que “la velocidad hecha de espacio y tiempo, no es menos estúpida que sus ingredientes; pero sirve para anular aquellos. Una estupidez no se puede dominar si no es con otra.” Una estupidez como esta, una verdadera hazaña, no se puede tapar con el ejercito de troles del obeso Daniel. Se vienen tiempos ridículos.
Hasta el jueves, Milei avanzaba en gran medida sobre el espacio político e ideológico de Mauricio Macri, cooptando a muchos de los principales dirigentes del PRO y de sus aliados. El armado nacional comandado por Karina, aunque en el mejor de los casos no será más que una endeble estructura, avanzaba. Era, a las claras, una estrategia para nada novedosa. Utilizar al Estado nacional para la conformación de una estructura partidaria que le permita competir con un espacio propio.
El Kirchnerismo inauguró esta estrategia para disputar la estructura interna peronista. En aquellos tiempos, lo hizo a través de la conformación de partidos políticos nuevos, la transversalidad, cooptando sectores del socialismo y radicales, listas sabanas y sumando personalidades de la cultura y el espectáculo. El proyecto debutó con la victoria de Cristina sobre Chiche Duhalde en 2005 y no paró de avanzar hasta el punto culminante de conformar un partido político nuevo en 2017. Unidad Ciudadana, a instancias de la estrategia política diseñada por Máximo Kirchner, fue el error que dio inicio al declive.
El segundo intento fue el de Mauricio Macri y el PRO avanzando sobre sus principales aliados radicales. Cabe recordar que, antes de conformar la alianza Cambiemos en Junio de 2015, el PRO solo contaba con un distrito (CABA), 3 Senadores y 18 diputados. La Alianza con los radicales, le permitió contar luego de un par de elecciones y de su victoria en 2017, con un bloque de 108 diputados y 25 senadores con un PRO, avanzando en especial en los distritos en donde el radicalismo no era gobierno. Ese armado es el que le permite sobrevivir hasta hoy y esa estrategia es la que toma La Libertad Avanza para pensar el 2025 y la segunda etapa de su gobierno. Sin embargo, el volumen político es otro, la racionalidad escasea y los estrategas dejan mucho que desear.
El armado de la Señorita Karina Milei tiene un problema. Max Weber lo denominaba la rutinización del carisma. La búsqueda de institucionalizar un liderazgo carismático en este caso en una estructura partidaria. Ya van varias veces en la política argentina reciente donde la portación de apellidos se vuelve un valor, aunque siempre problemático. El hijo de Cristina porta el apellido de su padre. Sin embargo no tiene el carisma ni los votos ni, mucho menos, la capacidad política de su progenitor. Jorge Macri, por su parte, pareciera empeñado en perder la ciudad que tanto le costó conseguir a su primo ingeniero. Karina porta el mismo apellido y los mismos inconvenientes. La ciudadanía todavía quiere a quien votó. No a su familia ni a sus amigos y, por cierto, menos aún, “contaminarse” con el PRO o con los radicales.
Al interior del gobierno se da una disputa entre realistas e idealistas. Entre quienes quieren negociar y quienes prefieren avanzar pagando el costo que sea. Estos últimos logran frecuentemente marcar la agenda pública y mediática aunque la realidad les imponga límites. Si esa brecha se amplía, podría haber serios problemas. La cripto estafa, lleva varios días en todos los medios y/o saldrá por mucho tiempo. En Argentina, las crisis económicas son siempre resultado de crisis políticas y las crisis políticas pueden venir de cualquier lado. Para Cristina fue el caso Nisman, para Macri el Submarino Ara San Juan. El viernes se inició un drama que tiene la misma potencia.
Se avecina un año electoral que el gobierno creía fácil. De más está decir que el optimismo suele ser la ropa con la que se visten los ingenuos. Las elecciones, inevitables, con fecha fija en el calendario, se avecinan y no hay nada más dramático en nuestro país que la discalculia electoral.
Las elecciones de medio término se presentaban como una oportunidad para el gobierno de resolver este empate catastrófico entre tendencias contrapuestas que hace 12 años transformó al país en algo inviable. Eso en el caso de que logre vencer. Pero una derrota podría ser catastrófica si tomamos en cuenta los antecedentes. Ganar una elección de medio término no garantiza el triunfo en las elecciones presidenciales, como le consta al ingeniero Macri. Sin embargo, perderlas parece ser una condena. Hasta el momento, la única excepción la presenta CFK, quien perdió las elecciones de 2009 y luego venció y por mucho en el 2011. Cabe recordar los irrepetibles momentos vividos en 2010 (bicentenario y muerte del ex presidente Néstor Kirchner). Fuera de este caso excepcional, todos los que perdieron en las elecciones intermedias, perdieron luego las presidenciales. En 1987, el radicalismo perdió frente al peronismo y luego no pudo revertir en el 89. En el 97, el peronismo perdió contra la alianza y luego De La Rua fue presidente en el 99. En el 2001 La Alianza perdió contra la realidad y no alcanzó a completar el año. En 2013, el gobierno perdió contra Sergio Massa y el Frente Renovador y en 2015 Macri se alzó con la presidencia. Por último, en 2021, el gobierno perdió en todos lados contra todos y Milei accedió a la presidencia dos años mas tarde.
La política argentina se volvió imprudente, conflictiva, irracional y desmedida. ¿Qué puede salir mal? Parece haber pasado un siglo del día aquel en que Néstor Kirchner nos propuso construir un país normal. Qué triste que es lo triste. Un país humillado, un pueblo empobrecido, mucha gente disimulando su vida hundiéndose en deudas ridículas para comprar tiempo en la esperanza vana de ser irlandeses. Porque, dice el refrán, que “la esperanza es lo último que se pierde”, es decir, se pierde, pero al final, cuando ya no queda nada.