El Gobierno nacional inicia el 2025 conforme con muchos de los resultados logrados en materia macroeconómica, y anticipó que profundizará las diferentes políticas de ajuste fiscal para sostener el déficit cero.
El desinterés en debatir una Ley de Presupuesto para el año iniciado este miércoles por parte del presidente Javier Milei y el ministro de Economía, Luis Caputo, puede leerse en este sentido como una declaración de intenciones.
Sin embargo, si el humor social de las mayorías es percibido como una buena noticia en Casa Rosada, haciendo el balance entre la dimensión del ajuste ejecutado y la imagen positiva que aún conserva el presidente; las inquietudes perduran en los actores menos esperados.
Los empresarios, inversores y analistas financieros celebran en mayor o menor medida el ordenamiento macroeconómico y las diferentes variables que fueron configurando el sendero de inflación descendente, pero resta un detalle nada menor: el fin del cepo cambiario.
En este sentido, las precisiones oficiales brillaron por su ausencia en los últimos días, a pesar de que tanto desde el equipo económico como desde el Banco Central (BCRA) aseguraron que se dará en el transcurso de este año.
Desde el Palacio de Hacienda dejaron trascender en reiteradas ocasiones que no sería una medida de shock, como sí lo implementara Mauricio Macri (y el propio Caputo) durante la administración Cambiemos. Así, el plan prevé ir retirando “capa por capa” cada una de las medidas restringen el acceso a la divisa, hasta llegar a un equilibrio que impida una corrida cambiaria brutal al levantar el cepo.
Para el Gobierno sería una gran victoria poder hacerlo antes de las elecciones legislativas, como un golpe de efecto de cara a los mercados y una demostración de capacidad de cara al electorado, pero apurar el proceso podría tener el efecto inverso, con lo cual hoy por hoy reina la cautela.
El primer paso será la reducción del crawling peg del 2% al 1% mensual. La disminución del ritmo de devaluación oficial apunta a continuar facilitando la baja de la inflación, cuyo sendero descendente empieza a encontrar limitaciones en la evolución del precio de la divisa.
De confirmarse un Índice de Precios al Consumidor (IPC) menor al 3% en diciembre, la medida sería un hecho entre enero y febrero. Esto permitirá reducir las microdevaluaciones diarias como un paso previo a la unificación de los diferentes tipos de cambio.
Se espera que se salga hacia un esquema de flotación cambiaria con intervenciones -aún no precisadas- de parte del BCRA en los casos que sea necesario.
Otro interrogante que mantiene en vilo a un sector fundamental para la economía argentina es qué ocurrirá en los próximos meses con el dólar blend, la cotización particular que se le concede a los productores agropecuarios para liquidar sus exportaciones, compuesta en un 80% por la divisa oficial y un 20% al dólar Contado Con Liquidación (CCL).
Desde el agro, hace rato que le reclaman al Gobierno un tipo de cambio más favorable, además de la quita de las retenciones a los derechos de exportación. El desincentivo llevó a los productores a acopiar cosechas hasta obtener condiciones más favorables, medida que fue desarticulada por la caída de los dólares paralelos experimentada en buena parte del segundo semestre vía blanqueo de capitales.
Sin embargo, el reclamo continúa en pie y -no casualmente- la vicepresidenta Victoria Villarruel ha iniciado desde hace varios meses una agenda personal de cercanía al campo y sus diferentes entidades.
El dólar blend, por otro lado, tampoco le sirve al Gobierno, que se pierde del ingreso de divisas al mercado oficial y es criticado desde siempre por el Fondo Monetario Internacional (FMI), que desaprueba el establecimiento de tipos de cambio diferenciales.
La respuesta a casi todos los inconvenientes del tipo cambiario para el Gobierno es el acopio de reservas. Es por este motivo que Caputo y compañía han intentado hasta el hartazgo lograr nuevos desembolsos del organismo de crédito internacional desde el minuto 1 de gestión de La Libertad Avanza.
Contra las promesas de campaña de dinamitar el Banco Central y dolarizar la economía, un año después el documento “Objetivos y planes 2025″ de la entidad hace énfasis en la necesidad de fortalecer las reservas.
“Se continuará avanzando en el saneamiento del balance del BCRA, recomponiendo las reservas internacionales netas. A medida que se cumplan ciertas condiciones, se podrá avanzar en la eliminación de los controles cambiarios y de capitales aún vigentes y, luego de un proceso de normalización ordenado, en la unificación definitiva del mercado de cambios. Un nuevo programa con el FMI o un acuerdo con inversores privados podría permitir una solución definitiva más pronta para el problema heredado de los stocks del Banco Central”, señala el documento.
A partir de estas palabras se puede inferir que una de las principales “condiciones” para el objetivo radica en aumentar la cantidad de divisa extranjera en manos del organismo que conduce Santiago Bausili.
El mecanismo previsto está claramente supeditado al aumento de la deuda externa, ya sea vía FMI, prestamistas privados o de un 'blend' de créditos.
Con el ascenso de Donald Trump al Gobierno norteamericano, las conversaciones entre el Palacio de Hacienda y Washington se fueron volviendo más estrechas, y se descuenta que -más tarde o más temprano- el desembolso llegará. La reducción del Riesgo País experimentada en los últimos meses incluso le permite al equipo económico especular con opciones menos costosas en términos de intereses.
En medio de todas estas variables, se encuentra la especulación política: el impacto que podría tener la liberación del cepo en la economía es una incógnita y -de la misma manera que podría mejorar la imagen por cumplir promesas de campaña- liberar el cepo sin tomar las precauciones debidas podría generar un fuerte impacto negativo en la economía de la calle, que es la que se vuelca a las urnas.
En el oficialismo se dividen las opiniones respecto a la temporalidad de la ejecución. Aunque el sentido común indica que lo más sensato sería dejar los grandes riesgos para luego del escenario electoral, el temple y las dudas no han formado parte del espíritu del Gobierno que encabeza Milei. El margen de incertidumbre es amplio al respecto.