Por: Miguel Di Spalatro
Esta semana, mientras Mar del Plata vive una de sus épocas más vibrantes del año con la final de los Juegos Bonaerenses, se renueva el compromiso del gobierno de la provincia de Buenos Aires con una política pública que, pese al contexto adverso, sigue promoviendo el deporte, la cultura y la integración de miles de jóvenes. En un país donde el ajuste económico parece ser la norma, la provincia sostiene este evento con una inversión de más de 12 mil millones de pesos, consolidando el acceso a experiencias fundamentales para niños y jóvenes, que, en muchos casos, no tendrían la oportunidad de conocer el mar, o competir en un evento de tanta importancia.
El ministro de Desarrollo de la Comunidad, Andrés Larroque, ha subrayado que “realizar los Juegos en este momento es una verdadera epopeya”, posible solo gracias a la firme decisión política del gobernador Axel Kicillof. Este compromiso provincial no es trivial: los Juegos Bonaerenses abarcan 119 escenarios, suman 26 mil finalistas y más de 470 mil participantes en total, una cifra récord que demuestra el arraigo y el alcance de esta iniciativa.
Las delegaciones de los 135 municipios bonaerenses no solo muestran talento y esfuerzo deportivo, sino también el potencial de los Juegos como herramienta de integración y desarrollo social. En un entorno de ajustes nacionales, la provincia de Buenos Aires ha buscado asegurar que todos los jóvenes tengan la oportunidad de participar, demostrando que el deporte y la cultura son pilares fundamentales en la construcción de una sociedad más justa y equitativa.
El diputado radical Diego Garcíarena ha tomado nota de la trascendencia de los Juegos y propone un proyecto de ley que busca institucionalizarlos como competencia anual, una medida que consolidaría su papel como la mayor cita deportiva y cultural de la provincia. Para Garciarena, los Juegos Bonaerenses no son solo una competencia; son una respuesta concreta a problemáticas de salud y bienestar, especialmente en la prevención de adicciones juveniles. Su proyecto también contempla una organización más robusta de cada etapa —municipal, regional y final— lo cual mejoraría la experiencia y ampliaría las oportunidades para los jóvenes de cada rincón de la provincia.
La trascendencia de esta política pública contrasta con el abandono de las áreas de educación, cultura y deporte -entre otras- que caracterizan al gobierno nacional de Javier Milei, quien, en su esfuerzo por reducir el gasto, ha recortado en rubros esenciales que impactan directamente en el bienestar de la población. Los Juegos Bonaerenses, por el contrario, representan una inversión en el futuro de los jóvenes bonaerenses, una afirmación de que el Estado puede y debe generar oportunidades para todos, más aún en tiempos difíciles.
Las finales, que se desarrollan hasta el 2 de noviembre, no solo ofrecen una competencia deportiva, sino que también son un impulso para la economía de Mar del Plata, beneficiando a sectores como el hotelería, la gastronomía y el comercio. En un año especialmente complicado, los Juegos traen un respiro para la ciudad y refuerzan su papel como capital nacional del deporte y el espectáculo.
Mientras el país atraviesa un contexto de recortes y ajustes, los Juegos se erigen como un recordatorio de que la inversión en deporte, cultura y juventud es la mejor herramienta para construir una provincia más inclusiva y unida. Un faro que alumbra al país, en medio del naufragio al que arrastra a los jóvenes el gobierno de Javier Milei.