
Por: Patricio Ballesteros Ledesma
La balanza comercial de la Argentina lleva nueve meses consecutivos de saldo positivo y, según varios analistas del comercio exterior, está en los niveles más altos para este período en treinta años. En septiembre en particular, último mes relevado por el INDEC, el intercambio comercial del país alcanzó los US$12.888 millones, lo que significa un alza del 5% a nivel interanual.
Según el informe técnico elaborado por el instituto oficial, ese monto es la suma de US$6.924 millones de exportaciones (+26% ia) y de US$5.954 millones de importaciones (-8,8 ia), lo que da como resultado un saldo comercial de US$928 millones para el mes.
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— INDEC Argentina (@INDECArgentina) October 18, 2024
Comercio exterior: en septiembre de 2024, la exportación creció 20,6% interanual y la importación cayó 8,8%. La balanza arrojó un superávit de USD 981 millones https://t.co/FN3VNOExph pic.twitter.com/qeIksxgvAe
Esa foto completa una película en desarrollo que muestra un saldo comercial positivo de US$15.075 millones acumulado en los primeros nueve meses de 2024 y un contraste con el déficit por US$6.942 millones del mismo lapso del año pasado. Los US$21.000 millones de diferencia son un dato contundente.
Ahora bien, el actual superávit de la balanza comercial puede parecer un logro en términos financieros para el país, porque se gastaron menos dólares de los que entraron, sin embargo no es algo alentador porque refleja un bajón de las importaciones del 24,2%, por el desplome de la actividad productiva, industrial y comercial. Además, no van a engrosar las reservas sino que se destinan a otros conceptos.
Por otro lado, el aumento interanual de las exportaciones del 15,5%, con un valor acumulado a septiembre de US$59.124 millones, tiene como contraste un año pasado signado por la sequía que provocó pérdidas en el campo y la merma de alrededor de US$20.000 millones de ventas al exterior del complejo agroindustrial.
Este año no hubo grandes restricciones climáticas y la devaluación impuesta por Milei fue un gran incentivo, lo que le permitió al agro un planteo más certero, buenos rendimientos y una cosecha muy superior a la anterior. Sin embargo, y aunque el Gobierno mantuvo el dólar blend para liquidar las exportaciones, como no les redujo las retenciones retuvieron bastantes granos en los silos y en las bolsas, que se vendieron como nunca antes.
Si los productores hubieran vendido las 30 millones de toneladas de soja que decidieron acopiar en sus campos, hubieran representado un ingreso adicional de divisas cercano a US$10.000 millones. Y es que 6 de cada 10 dólares que ingresan al país son por exportaciones agroindustriales.
A esta altura del año, sin una devaluación más allá del 2% mensual, con la certeza de que el cepo no se levantará pronto, una brecha que tiende a achicarse y la velada amenaza oficial de suspender el dólar blend, la venta de stocks de granos permanece congelada.
Además, por las buenas cosechas de Estados Unidos y Brasil, la caída de la cotización de la oleaginosa provocó un menor incentivo para vender las existencias y los sojeros pueden mantener sus preciados granos ensilados.
En los grandes rubros, las exportaciones de productos primarios acumulan un aumento interanual en valor del 27,2%, combustibles y energía el 26,3%, las manufacturas de origen agropecuario el 16,2%, mientras que las manufacturas de origen industrial están estancadas y sólo crecieron el 1,8% en el período.
En cualquier caso, la contracara de la suba interanual de las exportaciones es la drástica baja del 24,2% de las importaciones en lo que va de 2024, comparada con igual período del año pasado. La mayor caída se dio en combustibles y lubricantes (-48,3%), seguida por bienes intermedios (-23,5%).
A esta altura del 2023 se acumulaban US$58.137 millones de compras externas y se planteaban algunas restricciones a la luz de cierto descontrol en el acceso a las divisas, amparos judiciales de algunas empresas y denuncias a otras por el ingreso de bienes suntuarios o facturaciones apócrifas.
En los primeros nueve meses de 2024 se llevan gastados en importaciones un total de US$44.049 millones, pero como la estrategia del Gobierno del ajuste llevó a profundizar una recesión que ya estaba en marcha, y subió un 10% el impuesto PAIS, las compras al exterior también se ajustaron tanto en bienes de capital, como intermedios e insumos.
Para incentivar la apertura importadora en septiembre bajó ese porcentaje que había subido y promete eliminarlo en diciembre pero, como la economía no despega y las empresas no ven un repunte de la actividad en el futuro cercano, las compras corporativas e industriales están limitadas al mínimo.
Sólo crece la necesidad de dólares para pagar servicios en el exterior, las compras de turistas locales en el extranjero y el ingreso de algunos productos perecederos o durables que tienen una ventaja de precio con relación a los locales.
También se están importando gran cantidad de vehículos y otros artículos de lujo, así como máquinas y herramientas para industrias que sí presentan un alto nivel de actividad, como hidrocarburos y minería.
Por otro lado, bajaron fuerte las compras de energía a los países vecinos, gracias a la mayor producción local y por el Gasoducto Presidente Néstor Kirchner. De hecho, según datos oficiales en el primer semestre se logró un superávit comercial energético de US$2.758 millones, con caída de las importaciones del 55%.
La primarización del comercio exterior queda demostrada porque los rubros que más crecieron en las exportaciones fueron los productos del reino vegetal y los minerales, al mismo tiempo que fueron los que más cayeron en las importaciones en forma interanual en el período. Sin una fuerte apuesta a la industrialización y al agregado de valor local con productos elaborados, especialidades y servicios no hay futuro.
Si la matriz se perpetúa y no se incentivan las ventas al exterior de productos diferenciados en rubros diversos, a la soja dependencia se le agregará la vaca muerta dependencia, y será imposible generar más trabajo genuino, calificado, registrado y bien remunerado, no sólo para reducir los crecientes niveles de pobreza y desocupación, sino para acotar la restricción externa que tiene trabado al país desde hace décadas.