
El valor real del dólar en la Argentina está cada vez más cerca del que tenía antes de la devaluación del 118% que impuso Javier Milei a las pocas horas de asumir en el cargo de presidente de la Nación. El índice del tipo de cambio multilateral que indica la competitividad cambiaria está a apenas 9 puntos del registrado en diciembre antes de poner un pié en la Casa Rosada.
Esa violenta e inédita apreciación del dólar, que disparó todos los precios de la economía doméstica y provocó la caída del poder adquisitivo de los ingresos en pesos en más del 50%, ahora está a punto de terminar de pegar la vuelta.
Con sólo ver los tour de compras de miles de argentinos a los países limítrofes, el aumento de consumos en dólares de residentes argentinos en el exterior y la caída en el ingreso al país de turistas extranjeros se puede verificar la realidad cambiaria.
Para el ministro Luis Caputo la apreciación es una consecuencia de la recuperación económica, pero el mercado no ve tal cosa y en cambio advierte sobre un retraso constante.
Aunque el discurso oficial se viste de liberal y desregulador, a dos días de asumir tomó la decisión de liberar gran parte de los precios de la economía nacional pero eligió, como política cambiaria, una mega devaluación sin precedentes. Nada más alejado de lo esperado, y opuesto a la liberación del cepo y la libre flotación del dólar.
Este borrón y cuenta nueva provocó una apreciación de los activos en dólares y una depreciación de los ingresos en pesos que fue recibida como una fiesta para unos pocos y una tragedia para la mayoría de la población. En forma automática se concentró más la riqueza y aumentó la pobreza de forma generalizada en la sociedad.
No todo quedó ahí, la política intervencionista continúa con una devaluación mensual del 2% del tipo de cambio oficial, conocida como crawling peg, que como se ajusta por una tasa inferior a la inflación implica para la mayoría de los economistas un atraso cambiario, aunque el Gobierno en todos sus estamentos lo niega.
Pero además, el costo para la acumulación de reservas del BCRA se da no tanto por esta vía, sino más por el esquema cambiario implementado para atraer la liquidación de divisas de los exportadores y fondear al mercado paralelo con el dólar blend, que permite desviar el 20% del ingreso de dólares del eufemístico mercado único y libre de cambios (MULC), donde opera la autoridad monetaria, al contado con liquidación (CCL) de mercado financiero.
Esta fue la estrategia elegida por el Gobierno nacional para blindarse ante potenciales o reales corridas cambiarias, como la ocurrida cuando Milei entre elecciones tildó al peso de excremento y llamó a los ahorristas a pasar sus activos a dólares. Al volcar una parte de los ingresos de divisas del comercio exterior a la demanda que antes sólo tenía a las cuevas de Madero y los “arbolitos floridos” como proveedores, intentó y logró achicar la brecha y evitar nuevos sobresaltos.
Sin embargo, para muchos, se fue de rosca. La aspiradora de pesos también formó parte de la contención de la demanda de dólares y, a la inversa, el aumento de precios y tarifas obligó a unos cuantos a vender sus verdes billetes atesorados para pagar las cuentas, aunque también gastos corrientes y deudas acumuladas.
En este escenario, donde el mercado financiero local y externo valoran el equilibrio fiscal y financiero, la contención de la inflación y el riesgo país, sin menoscabar el impacto social y económico del ajuste y la recesión, la duda surge en la acumulación de reservas que es el reaseguro del pago de la deuda pasada y actual contraída por el Estado a nivel local e internacional.
Ahí es donde la sangría de reservas por el turismo emisivo de argentinos en el exterior y el pago de consumos en dólares en el extranjero, más la caída relativa de ingresos de los visitantes al país, encienden las alarmas y siembran de dudas la reversión del saldo neto negativo en las arcas del BCRA.
El año entrante hay vencimientos de deuda entre capital e intereses por casi US$24.000 millones y no está en los planes levantar el cepo para obtener divisas y afrontar los pagos. Sobre la parte que tiene que cancelarse en enero de 2025, el Gobierno volvió a confirmar que ya hizo el giro del monto a una cuenta en Estados Unidos para generar confianza.
La salida de al menos tres aviones cargados con cientos de millones de dólares en lingotes de oro del BCRA a una entidad bancaria europea para garantizar un préstamo (REPO) de unos miles de millones de dólares a la Argentina todavía está en proceso.
En lo que resta del año la capacidad de hacerse de reservas genuinas es todo un desafío, sobre todo por la demanda en este mes de parte de los importadores para saldar sus deudas, y salvo por los ingresos que traería la exportación de la cosecha fina de aquí al verano.
Y más allá de la captación de dólares del RIGI y el éxito del blanqueo en curso, el país todavía no tiene fuentes de crédito disponibles ni grandes chances de renegociar sus pasivos externos en condiciones favorables.
El stock acumulado de deuda ronda los US$500.000 millones, lo que equivale más o menos al valor de un PBI anual completo, y eso no es un buen antecedente para los organismos de crédito ni para los eventuales inversores o prestamistas extranjeros.
Tal es así, que hasta el FMI, el principal socio de la Argentina en estas lides desde hace décadas, más allá de los mayores socios comerciales (Estados Unidos, China y Brasil), todavía desconfía de la sustentabilidad de la actual gestión política del país, y si bien acompaña el rumbo macro y el cumplimiento de algunas metas fijadas, pone reparos a la hora de renegociar el acuerdo vigente y el giro de más fondos frescos.
Además, ve con claridad que el intervencionismo del Gobierno en el tipo de cambio es aún mayor que el establecido en los gobiernos anteriores. Según un reciente informe de la consultora Eco Go, el BCRA destinó al dólar blend, la compraventa de bonos y el turismo US$14.400 millones hasta agosto. Esa pérdida de reservas hacia el mercado financiero es también una luz roja para los acreedores externos.
En comparación, ese monto acumulado en ocho meses por la gestión de Milei y Caputo es el doble que la intervención generada con la compraventa de títulos y los dólar soja por Fernández y Massa durante la gestión de este último en el Ministerio de Economía, que implicó US$7.619 millones, y mucho más que los US$2.766 millones en el período de Guzmán al frente de la cartera económica.
A esta altura, las compras de argentinos en el exterior ya acumulan más de US$6.000 millones, y en los últimos meses se duplicó el gasto promedio en dólares por servicios y consumos en el extranjero con relación al primer trimestre del año. Además, por el tipo de cambio, la balanza entre el turismo receptivo y emisivo es muy deficitaria.
El informe del 4 de octubre de la consultora económica Invecq clarifica la evolución en la demanda de dólares para el turismo de argentinos en el exterior, que entre enero y agosto significó la salida de US$5.042 millones.
Pero además, el ritmo mensual muestra un cambio en la tendencia, ya que en el primer trimestre salieron US$480 millones en promedio, pero desde abril esa cifra saltó a US$720 millones mensuales, lo que implica un aumento cercano al 50%.
A la inversa, los ingresos por el turismo receptivo pasaron de US$240 millones en los primeros tres meses del año y cayeron a US$195 millones mensuales de abril hasta agosto. En definitiva, el saldo sería deficitario en US$3.345 millones, según los datos del estudio.
En esta línea, cabe destacar que el dólar turista era un 30% más elevado en el primer trimestre que entre abril-agosto y punta a punta la diferencia de enero a agosto es aún mayor (54%).
Si bien no todos los gastos en moneda extranjera en el exterior se hacen resignando reservas del BCRA, ya que los turistas argentinos pueden pagar sus resúmenes de tarjeta con dólar bolsa (MEP) y contado con liquidación (CCL), que no le restan divisas al Central, una parte significativa sí tiene impacto su balance y le genera inquietud al Gobierno.
A esto se suma la extinción prevista del impuesto PAÍS el último día del año, lo que tendrá no sólo impacto en la recaudación impositiva por importaciones de 2025, sino también en el llamado dólar turista o tarjeta, que dejaría de pagar este tributo y ubicaría su cotización más cerca de los dólares financieros y el blue.
Sin otro impuesto alternativo al saliente, las compras y consumos en el exterior serán más atractivos y mayor será la demanda local de dólares por los argentinos con esa posibilidad.