“No queda otra”, se escucha decir a mucha gente en las entrevistas callejeras, con una mezcla de resignación y resiliencia ante una realidad económica, laboral y social en el país que le es desfavorable, por los aumentos de tarifas, precios, impuestos, los ingresos pauperizados y la amenaza del desempleo.
Desde una perspectiva distinta, desde el campo los productores del agro dicen la misma frase en el mes del año en el que tienen que iniciar la siembra de soja, maíz, sorgo y girasol, aunque los costos, precios y condiciones climáticas no son los mejores. En estos cultivos primavero-estivales, más allá de las variedades de ciclo corto y largo, la suerte está echada.
En octubre arranca la gruesa y, pese a todo, “no queda otra”. Con un escenario poco previsible, y todavía saliendo de los efectos de tres años al hilo de sequía, el sector agrícola encara la nueva campaña con un nivel importante de inversión, evaluando los factores internos y externos y cruzando los dedos para que las lluvias acompañen.
Todos saben que restan cinco días para la ventana de oportunidad que permite iniciar el cultivo en condiciones óptimas, ya que pasado el 20 de octubre cada día de retraso en la siembra luego se paga con mermas de rendimiento a cosecha
Sobre todo para la soja, que se considera un cultivo de secano aún en la zona núcleo, la humedad en el suelo es la que marca el momento en que los contratistas acuden a los campos y las sembradoras salen de los galpones para dar inicio al nuevo ciclo agrícola.
A esta altura surge la primera complicación, o el dilema que se produce a esta altura cada año, porque la siembra anticipada tiene el riesgo de enterrar el grano antes de tiempo, pero la tardía provoca consecuencias negativas al final del ciclo en medio del tórrido verano.
El estrés hídrico inicial es tan desafiante como la falta de agua al momento del llenado de los granos. Pero según las actuales mediciones agronómicas, en la mayor parte de las zonas productivas todavía no hay la suficiente acumulación hídrica para la implantación y los pronósticos meteorológicos no estiman grandes precipitaciones para los próximos días.
Aunque los latifundistas y los grandes pool de siembra tienen más cobertura que los pequeños y medianos productores frente a las eventualidades, como los costos crecientes, la volatilidad de las precios y la permanencia de los derechos de exportación, todos enfrentan a esta altura la desinversión en el maíz y la baja calidad de las semillas de soja.
Sobre este punto, la Asociación de Laboratorios Agropecuarios Privados (ALAP), informó en estos días que tras realizar un análisis preliminar, el poder germinativo de las muestras de soja analizadas desde el 1 de marzo al 10 de septiembre es de 76,4% contra el 85,1% constatado el año pasado.
Esto significa que, debido a la alta cantidad de patógenos presentes en los granos, el poder germinativo es bajo y por lo tanto se deberá hacer una inversión extra para mejorarlo. Además, por ese motivo, aumenta la necesidad hídrica al momento de la siembra.
En cuanto al tema del maíz, desde el Observatorio de la Asociación de la Cadena de la Soja, aseguran que la intención de siembra de este grano alcanzó las 19 millones de hectáreas en todo el país por reemplazo de áreas en las que en la anterior campaña se había privilegiado la otra oleaginosa.
Del norte al centro, en varias provincias se pasó de una estrategia de sostenibilidad del ciclo a monocultivo al apostar más a la soja que al maíz. Según ACSOJA, fuera de la zona núcleo la caída de éste sobre aquella llegaría al 70%, según las previsiones iniciales.
De acuerdo a lo que ocurra en materia climática en la Argentina, más allá de la volatilidad en las cotizaciones presentes y futuras derivadas de las performances de otros grandes jugadores como Estados Unidos y Brasil, el inicio de la campaña gruesa local también tendrá un impacto en los precios a nivel internacional.
“Este fin de semana largo la región núcleo recibió lluvias generalizadas y significativas, trayendo el alivio tan esperado para los productores. Estábamos con un pronóstico de lluvias aisladas y de repente estamos viendo lluvias generalizadas en el 80% de la región núcleo, con más de 30 milímetros”, afirma Cristian Russo, jefe de Estimaciones Agrícolas de la Bolsa de Comercio de Rosario.
El milimetraje ha sido muy importante, especialmente porque se llegó a la primera quincena de octubre sin agua y en un momento crítico para el trigo, el maíz temprano y el inicio de la siembra de soja, se entusiasman desde la entidad, que da inicio a esta semana esperanzadora con más precipitaciones en el centro y norte del país.
Más allá de este evento climático que cambia la coyuntura de manera favorable, todo el complejo agroindustrial, que incluye a los miles de pequeños y medianos productores de todo el territorio, mantiene en su ecuación la desventaja competitiva que representan los derechos de exportación, que un gobierno autoproclamado como libertario y desregulador se podría intuir que eliminaría.
De hecho, así se lo reclamó el presidente de la SRA a Javier Milei cuando visitó la Exposición Rural de Palermo en el acto de inauguración, a lo que el presidente de la Nación dijo tener como objetivo para más adelante cuando sea posible. Mientras tanto les ofrece el dólar blend como una moneda de cambio frente a su negativa de devaluar la cotización oficial no más de un 2% mensual.
El presidente Milei criticó duramente las reiteradas ediciones del dólar soja implementadas por Sergio Massa cuando era Ministro de Economía, para que los agroexportadores liquidaran a tiempo las divisas necesarias para pagar deuda antes de entrar en default y cancelar importaciones impagas, algo que esta administración nacional modificó con menos necesidad y éxito.
“El gravamen del 33% por derechos de exportación en soja no se aguanta más. Nuestros competidores están con los motores encendidos a pesar de que con estos precios también para ellos es difícil encontrar buenas rentabilidades. Estados Unidos y Brasil privilegian a la soja frente al maíz”, le dijo el presidente de ACSOJA Rodolfo Rossi al diario Ámbito Financiero.
Para el presidente de la entidad rosarina, el año entrante van a haber más de 420 millones de toneladas de soja a nivel global, cuando hace poco no había más de 180 millones, es decir que más que se duplicó la producción en los últimos 20 años y la demanda siguió siempre con China como principal jugador. “No hay que olvidar que en soja competimos con el mundo y que dentro de la Argentina con las retenciones tenemos zonas que salen del negocio o que tienen que hacer maravillas para seguir en él”, aclaró.
La Bolsa de Cereales porteña realizó a fines del mes pasado el lanzamiento de la campaña gruesa 2024/25, momento en el que estimó un aumento del 3% en la producción de soja y un 11% en girasol en relación a la campaña anterior, aunque también proyectó una caída del 5% en la producción de maíz.
Bajo un pronóstico climático de Niña débil o neutro, la amenaza de la chicharrita y una desfavorable relación insumo/producto, la entidad bursátil estima una superficie total de 28,25 millones de hectáreas para los principales cultivos de verano.
Este escenario favorece un notable incremento en la superficie destinada al cultivo de soja y una fuerte caída en la de maíz, principalmente debido al impacto adverso de la plaga en el norte del área agrícola, algo en lo que coincide con su par rosarina.
Con este panorama, la entidad expresó que la superficie a ocupar con soja, maíz, girasol y sorgo durante este nuevo ciclo alcanzaría las 19 millones de hectáreas, 6,3 millones de hectáreas, 1,9 millones de hectáreas y 1 millón de hectáreas, en cada caso, lo que implica un incremento interanual para soja (9,8%), girasol (5,4%), sorgo (5,3%) y una disminución en maíz (20,3%).
Respecto a las proyecciones de producción, las mismas estarán sujetas a la evolución de las precipitaciones durante la ventana de siembra y el período de definición de rendimiento en cada una de las zonas productivas.
En consecuencia, la estimación de cosecha ascendería a 52 millones de toneladas para soja, a 4 M Tn para el girasol y 3,3 M Tn para sorgo, reflejando aumentos interanuales del 3%, 11% y 10%, respectivamente. En el maíz se daría el caso contrario, con una proyección de producción de 47 MTn, lo que implica una merma interanual de 5,1%.
Más allá de que haya un gobierno tildado de populista o liberal, el campo como aglomerado juega su juego, la soja es un vector de divisas y a nivel empresario lógicamente busca maximizar su inversión, que en este ciclo se reduciría en gran medida en materia de fertilizantes, según indican en el mercado agrícola.
Pero frente a otras actividades productivas e industriales el agronegocio tiene dos grandes diferencias: el factor climático es un imponderable crucial y, desde hace varias décadas, es el mayor gestor de dólares por exportaciones en un país altamente influido por la restricción externa.
Bajo este contexto, el economista jefe de la entidad porteña Ramiro Costa destaca que la producción total proyectada de 130 millones de toneladas para la campaña 2024/25 representa un aumento del 2,6% con respecto a la campaña anterior.
Sin embargo, debido a la caída de los precios, la contribución del sector a la economía argentina se vería afectada. Las exportaciones disminuirían un 3,1%, alcanzando los US$28.793, la recaudación fiscal sería de US$13.950 (-3,7%) y el valor agregado se reduciría a US$40.890 (-2,2%).