La reciente declaración de Máximo Kirchner sobre la convocatoria a elecciones internas en el Partido Justicialista (PJ) de la provincia de Buenos Aires para el 17 de noviembre generó un aluvión de cuestionamientos y tensiones en el interior de la fuerza política. Con solo 54 días restantes para la elección, surge la duda: ¿es esta una verdadera oportunidad democrática o un movimiento estratégico que desafía la normativa del partido?
Según el Artículo 18 de la Carta Orgánica del PJ, la convocatoria a elecciones debe hacerse con un mínimo de sesenta días de anticipación, lo que parece poner en jaque la legitimidad de la decisión de Kirchner. Este contexto ha desatado críticas hacia el hijo de la expresidenta, que no solo enfrenta un desafío legal, sino que también debe que lidiar con el clima de incertidumbre que ha comenzado a invadir la interna del PJ.
Las diferencias entre Máximo Kirchner y el gobernador Axel Kicillof salieron a la luz, convirtiéndose en un espectáculo público de reproches y mensajes elípticos. “Si los que fueron señalados con el dedo de Cristina se quejan, ¿qué nos queda a los que no fuimos señalados?”, cuestionó Máximo en un acto reciente, un comentario que no tardó en generar reacciones adversas desde el círculo cercano a Kicillof, quien no dudó en subrayar que muchos dirigentes del peronismo poseen méritos que podrían haberlos llevado a ocupar su puesto.
Mientras Kicillof se presenta como un abanderado de la unidad del peronismo, las señales de división son más que evidentes. La reciente canción de La Cámpora, en la que se reafirmó que “Cristina es la conducción”, es un intento claro de cuestionar las intenciones de renovación del gobernador. En este contexto, el próximo 17 de octubre, Día de la Lealtad, se perfila como un posible campo de batalla, con la posibilidad de actos separados que visibilizarían la fractura interna del kirchnerismo.
La interna del PJ bonaerense está lejos de ser un simple debate político; se ha convertido en un termómetro de las tensiones de poder y las dinámicas en juego dentro del kirchnerismo. Con un clima de desconfianza creciente y un liderazgo de Cristina Kirchner que cada vez es más cuestionado, la figura de Máximo Kirchner se enfrenta al riesgo de convertirse en un símbolo de divisiones y no de unidad.
A pesar de la ambigüedad en sus discursos, en un acto reciente Máximo reunió a su tropa en el Estadio Atenas de La Plata, dejando en claro que su objetivo no era solo reordenar el espacio, sino medir fuerzas en una interna que se vuelve cada vez más crítica. “Si querés canciones nuevas, te presto las mías”, resonaron los cánticos de La Cámpora, un claro dardo dirigido a Kicillof y su propuesta de modernizar la imagen del PJ.
Este panorama plantea serias interrogantes sobre la capacidad de liderazgo de ambos políticos y la salud del peronismo en general. La falta de unidad y los conflictos internos no solo debilitan a la fuerza política, sino que también amenazan sus posibilidades en las elecciones del 2025. Así, mientras los optimistas esperan que la cordura prime en este complejo entramado, los pesimistas advierten sobre una posible fractura que podría marcar un quiebre en el partido.
En un momento en que Argentina enfrenta desafíos profundos, la disputa entre Máximo Kirchner y Axel Kicillof parece ser más una lucha de poder que una genuina búsqueda de unidad. Con la sombra de Cristina Kirchner aún presente, el futuro del PJ se presenta incierto y lleno de desafíos, donde las viejas rencillas parecen estar muy lejos de resolverse.