
Por Patricio Ballesteros Ledesma
Las proyecciones para la economía argentina del FMI, del BM, de la Cepal y del BBVA son de retracción del 3,2% en promedio este año. Y mientras los demás países de América Latina tendrán crecimientos de diversa magnitud, la Argentina además ya es el más caro en dólares.
Esto se puede evidenciar no sólo por la menor afluencia de turistas extranjeros, incluso de los miles de brasileños que en años anteriores pasaban sus vacaciones de invierno en los centros de ski de la Patagonia, sino en el cada vez más frecuente cruce de las fronteras con Chile y Brasil de argentinos para comprar bienes durables, insumos y hasta alimentos por la diferencia del tipo de cambio.
El Gobierno lo sabe pero no lo dice, sólo muestra números macro inconsistentes y muy discutibles, no sólo por la oposición política local, sino por agentes externos de las finanzas y de organismos multilaterales de crédito.
Esos que ven una macro poco sustentable, una micro desastrosa para los sectores medios y bajos, y una acumulación de reservas casi nula que pone en riesgo el cobro de sus acreencias. Porque ve que el BCRA compra divisas pero en lugar de acumularlas las gasta en mantener el dólar financiero cerca del oficial.
Bajar la inflación a costa de una fuerte recesión económica, la desesperación social y el dólar contenido por la intervención del BCRA en el paralelo no es una opción viable ni siquiera para FMI. La restricción externa sigue siendo la espada de Damocles insalvable para el país.
Se podrán juntar los dólares para saldar los compromisos externos de este año, pero hay vencimientos de deudas pendientes del sector público consolidado el año próximo por casi US$24.000 millones y las internas, esas que afectan a toda la población por los recortes del gasto e inversión públicas, habrán acumulado meses de desatención y encima con elecciones de medio término en el horizonte cercano.
Después de meses de seguir estimulando con emisión monetaria el remanente de Leliq, luego los pases bancarios y después pasar esa deuda del BCRA al Tesoro nacional, para que no aparezca de esa forma en su balance pero que obliga a las arcas públicas a un recorte mayor del gasto el Gobierno hacia adelante, habla de un superávit aunque desde que asumió incrementó los pasivos del sector público entre pesos y dólares en US$81.000 millones.
Atado a sus anclas económicas, y con resultados dispares en el Congreso, el presidente y su ministro de Economía avanzan con vetos a leyes fundamentales en pos de un equilibrio primario y financiero que llevan como axiomas máximos y una intervención en las variables que poco tiene de que ver con su discurso desregulador.
Este escenario de contradicciones y debilidad en la acción política mina su credibilidad interna, pero también resulta incierta a los ojos de los potenciales inversores del exterior, que hasta sospechan de un RIGI tan beneficioso para los capitales extranjeros que se adhieran al régimen.
En sus proyecciones, la Oficina de Presupuesto del Congreso indica que el PBI del país retrocederá un 3,5% este año, mientras que la Comisión Económica para América latina marca un descenso del 3,6% y evalúa que la Argentina terminará el 2024 como la peor economía de la región.
Todos los demás países se proyectan con un resultado positivo, en promedio del 1,6% y algunos, los más rezagados en los últimos años, con altos porcentajes de crecimiento, como Venezuela (5%), Paraguay (3,6%)y Uruguay (3,2%).
Según la CEPAL, la situación en la Argentina se ha complicado debido a que sus crisis se profundizan por la inflación, la inestabilidad política y las restricciones para acceder a financiamiento externo.
Los caribeños parten desde un PBI muy bajo (poco más de US$100.000 millones) y están aprovechando el freno de la inflación, que se produjo debido a una economía que se volvió bimonetaria por la coexistencia de los bolívares y los dólares.
Los guaraníes han mantenido un desempeño sólido gracias a su sector agrícola, el motor principal de su economía. La estabilidad macroeconómica y un entorno favorable para la inversión han permitido que el país mantenga una tasa de crecimiento robusta. Las exportaciones paraguayas de soja y carne han posicionado a los vecinos como líderes en crecimiento económico en la región.
Los charrúas se caracterizan por su estabilidad política y un entorno económico predecible, lo que ha atraído inversiones extranjeras y generado un crecimiento sostenido. Uruguay ha controlado la inflación, fomentado el desarrollo e invertido en tecnología y energías renovables.
La alta inflación en dólares no sólo afecta a la población en general, por el encarecimiento de los productos importados y los locales con una alta incidencia de componentes o insumos del exterior, sino también a los turistas del exterior que ya no ven en la Argentina un destino atractivo para visitar y competitivo para realizar compras.
A esto se suma una tendencia a la devaluación de las monedas de los países vecinos, como respuesta a un fortalecimiento del dólar y una caída en las cotizaciones de las materias primas. Sin embargo, ninguno lo hizo en la magnitud de la Argentina y, además, esa corrección cambiaria fue rápidamente aprovechada sin perjudicar a las clases medias y bajas de sus poblaciones.
La Argentina tiene la segunda moneda más sobrevaluada del mundo frente al dólar, y compite con Suiza, Noruega, Suecia y Costa Rica por esa posición. Según el índice Big Mac que elabora la publicación inglesa especializada The Economist, esa hamburguesa tiene un precio local comparativo más alto que el global, salvo por Uruguay, y medido en pesos duplica al costo del año pasado.
La inflación en pesos para este año podría llegar al 210%, con una tasa de devaluación del 140%, por lo que podría haber una inflación en dólares superior al 30%. De hecho, sólo la inflación en dólares de agosto fue más del doble que el dato del INDEC, que en términos del blue llegó al 10%, sólo superada por el 31% experimentado en febrero.
En un contexto de depresión económica, aumento de la pobreza y falta de dólares, ese alto porcentaje no hace más que profundizar la caída de la competitividad de la producción local y el poder adquisitivo de los ingresos de la mayoría de la población.
Por la estrategia monetaria y cambiaria implementada por el Gobierno, los alimentos y otros bienes de la economía local se encuentran por encima de los precios internacionales medidos al dólar blue, pero también al oficial.
Hace unos meses, el propio ministro de Economía Luis Caputo se quejaba de los desproporcionados precios internos de algunos productos, como alimentos, vestimenta y electrónica, en comparación a los observados por él en comercios de Estados Unidos.
Medidos en dólares al tipo de cambio oficial, sobre 46 bienes relevados por la cartera económica en julio pasado, 38 estaban por encima del promedio internacional. Por ejemplo, un litro de leche en Argentina costaba dos dólares, mientras que en promedio, en la región, estaba en US$1,19.
Sin embargo, el presidente y su equipo seguían desregulando a la mayoría de los sectores económicos y amenazaban con inundar el mercado local con productos importados. La falta de dólares no permitía aplicar a fondo esta política, pero igual los precios no sólo no bajaron sino que se observaron subas, despidos de personal y hasta el cierre de empresas.
El último registro del IPC general del INDEC trepó al 4,2% (acumula 94,8% en el año) y la caída del consumo masivo en agosto superó el 17,2% interanual, ambos indicadores hablan de una profunda crisis no de una salida de ella.
En una economía cuya demanda depende del consumo privado por el 65% del PBI, con ese nivel de precios y con salarios atrasados, es imposible sobrevivir sólo con los altos ingresos de las actividades extractivas de exportación, como el agro, los hidrocarburos y la minería.