Como suele ocurrir en los años pares, en especial cuando las cuentas no cierran, la sociedad está sometida a una fuerte irradiación de operaciones políticas. La mayoría de las conversaciones, fotos, protestas y primicias terminarán en vía muerta. Como cualquier año par, los escenarios electorales todavía no están conformados, pero ya hay exploraciones que en un clima de apatía y angustia no terminan de cuajar. Tomar decisiones no paga bien y conviene seguir orejeando las cartas. Los grandes jugadores, si es que de verdad queda alguno, trabajan como siempre en perdurar y obturar cualquier nuevo liderazgo que se atreva a aparecer en el firmamento. Como siempre, cuando no hay virtuosos, ganará el que cometa menos errores.
El año 2024, a diferencia del 2016, no cuenta con una figura política de la talla de Cristina en aquella oportunidad. En aquel momento, el gobierno, independientemente de lo real o armado de las causas, desarrolló una enorme operación política para denostar y desgastar la figura de la expresidenta de la Nación, que se había retirado del gobierno con medio millón de personas en la calle y aún invicta electoralmente. La gran militancia en contra del populismo, la emisión monetaria, el kirchnerismo y el peronismo, surtió efecto unos años después instalándose con enorme fuerza en el sentido común de los argentinos. Mauricio calentó la pava y Javier se tomó el mate.
Más allá de estas aseveraciones, el sistema político no permite a veces representar toda la desazón, la angustia y la anomia social actual. El sistema electoral y de partidos, estructuran el voto y eso, en definitiva, tiene actores bien definidos. A alguien hay que votar y, más allá del posible crecimiento del voto en blanco e impugnados, de las nuevas apariciones o posibles candidatos, los jugadores no variaran tanto en relación a los que vienen jugando. De todo este guiso, no quedaran más que dos o a lo sumo tres candidatos con posibilidades.
Por un lado, tenemos un peronismo en crisis que algunos se atreven a decir que está en decadencia. Los más audaces afirman que es la democracia y la representación en general y hay quien afirma que es la Argentina la que decae. La figura de Cristina se eclipsa, la de Alberto se estrella y Axel aún no amanece. Cabe recordar que en el 2023, por primera vez en su historia el peronismo fue con una candidatura extra partidaria. Lógicamente, perteneciente al mismo vecindario pero no deja de ser un dato relevante. Sergio Massa, el presidente que no fue, que hoy vuelve de a poco al Frente Renovador aunque tiende puentes con el peronismo y fiel a su estilo con otros jugadores. Las últimas elecciones demostraron que Córdoba por si sola puede plantar un candidato que supere las PASO. Santa Fe parece tener un nuevo jugador de las mismas características. Estas dos provincias, no se acomodan a la dinámica política que plantea el gobierno y la oposición.
El kirchnerismo, ortodoxo y heterodoxo, aún continúa fuerte. Nostálgico de su historia, se desdibuja y se cierra sobre sí mismo como un puño. En el último lustro de la década ganada, que es donde arrancó la crisis y donde más sectores ajenos al peronismo se sumaron al Frente para la Victoria, incorporó el control ideológico entre sus prácticas más novedosas. Lo que en tiempos pasados se llamaba macartismo. El resultado es decepcionante. El provincialismo avanza y el peronismo retrocede, como en Santa cruz, Neuquén, Rio Negro y Misiones. En otras provincias, el Frente Renovador es más fuerte que el peronismo (como los casos de Chubut y Salta). En otras, en tanto, el peronismo no juega con el orden nacional (Córdoba y San Luis). También hay provincias que no gustan por su sospechosa relación con las grandes empresas (San Juan con las mineras y Entre Ríos con las cerealeras, por citar algunos ejemplos). Por último, en la mitad de las provincias que quedan, el peronismo es derrotado con claridad. De continuar atado a esta dinámica, seguirá retrocediendo. La opción es una renovación y apertura. Axel Kicillof entiende que ese es el camino y ensaya salidas a Chubut con Torres, a Santa Fe con Pullaro o Córdoba con Llaryora; en esa misma línea, se alía a Quintenla para tantear empujarlo a presidir el PJ y toma distancia del Kirchnerismo Ortodoxo. Intenta poner fin al cisma y ser el ordenador de cara al 2025. Sn embargo, las últimas apariciones de Cristina demuestran que la canción sigue siendo la misma.
El gobierno por su parte, no la tiene mucho más fácil. Comparte el espinel ideológico con Cambiemos, pero no tiene distritos propios. Empuja fuertemente los armados políticos en vistas de posibles negociaciones o de lanzarse a un todo o nada. El gobierno, ciertamente, no ayuda con una sola variable que permita traccionar o atraer hacia si sectores sueltos u organizados. La ciudad será, sin duda, un capítulo importante. Larreta no pudo jubilar a Macri y la venganza se volvió sobre sí. ¿Intentará jugar a Karina Milei contra el PRO o finalmente se buscará una alianza? ¿Qué pasará en Provincia de Buenos Aires? Sin duda, estas negociaciones irán enlazadas ya sea para un acuerdo o para que todo vuele por los aires. ¿Negociará gobernabilidad con los caudillos del interior a cambio de no armarle en sus provincias? En 2025 deberá mostrar algo que le permita presentar el resultado electoral como una victoria y sus posibilidades en los grandes distritos (Buenos Aires-CABA, Santa Fe y Córdoba) se ven cuanto menos borrosas. En CABA, cualquiera que reúna 50mil votos tiene pocos incentivos para negociar y muchos para colaborar en la dispersión del voto. En Provincia de Buenos Aires, no hay un solo indicio de que el gobernador pueda llegar a hacer una mala elección.
Todas estas dinámicas se dan en un mundo peligroso, con una Argentina extremadamente vulnerable. Un fin de ciclo que se extendió demasiado quizás incluso por sus virtudes y por extrañas interpretaciones de sus actores políticos sobre ideologizados y enamorados de la resistencia y de los setentas. Luego de algunos buenos años, la crisis se extiende por más de una década. Los actores externos miran sorprendidos. El drama argentino no es económico, sino que es político y no se resolverá hasta que exista un nuevo proyecto que pueda encauzar y, sobre todo vencer al otro, con una contundencia tal que no le permita devolver el golpe por algunos años. ¿Qué podría pasar entonces si el peronismo sostiene su caudal electoral? ¿Que podría ocurrir si la razón electoral, que es lo único que sostiene al gobierno, le es esquiva en las elecciones de medio término? Son preguntas que no tendrán respuestas rápidas. Argentina camina hacia la dualidad maniquea del algoritmo. El empate puede ser finalmente catastrófico.