Con el 54,9% de la población bajo la línea de pobreza y el 20,3% en la indigencia no hay mercado de consumo masivo que aguante. Cada vez hay más asalariados del sector privado y público que no llegan a fin de mes, mientras que la mayoría de los informales, los monotributistas, los jubilados y pensionados se quedan sin ingresos en la primera quincena.
Si bien el índice de precios general que marca el INDEC, que no incluye el alquiler de una vivienda, se encuentra estable en alrededor del 4%, la inflación núcleo y la mayorista vienen en aumento y demuestran la volatilidad de los indicadores. Incluso, la inflación de agosto medida en dólares ya supera el 8,5% y acumula casi un 68% en lo que va del año.
Más allá de factores estacionales, el consumo de carne y leche registra bajas históricas inéditas, así como también de otros lácteos, frutas, verduras, panificados, artículos de limpieza y tocador, medicamentos. Además, los precios de los alimentos y productos de primera necesidad presentan una gran dispersión según el canal y una tendencia alcista generalizada.
Esto no sólo provoca una retracción en el consumo de primeras y segundas marcas, también impulsa a las empresas de retail a multiplicar sus estrategias de venta, para no depender sólo de las categorías más altas en cuanto al margen y sostener el negocio con renovación de góndolas, altos descuentos en marcas propias, acuerdos con los bancos y ofertas según medios de pagos.
Aún así, para los supermercadistas, la realidad se impone en un contexto de depresión sin piso. De hecho, según el monitoreo de la consultora especializada Scentia Argentina, en las tres primeras semanas de agosto la caída del consumo en volumen en los grandes locales y los de cercanía acumula un récord del 22,6%.
Y medido por sector la baja es aún más fuerte, ya que en productos durables los supermercados vendieron 33,5% menos electrodomésticos que en el mismo tramo de agosto del año pasado. En particular, del 12 al 18 del mes el bajón de ventas trepó al 27,6%, un dato que no registra antecedentes ni en la pandemia ni en la crisis del 2001.
Ante este panorama, no es casual que la cadena mayorista Makro, de capitales neerlandeses y con presencia en el país desde hace cuatro décadas, haya dado un mandato de venta al Banco Santander para sus 24 sucursales en 10 provincias, con la firme decisión de abandonar la Argentina ante una realidad que lejos de ver coyuntural intuyen como inexorable.
El objetivo es obtener alrededor de US$200 millones con la operación, para lo cual tentaron a su competidora Coto, pero según trascendidos desde la firma nacional desistieron de ofertar. En el sector se comenta que hay otro mayorista local interesado en el paquete, ya que varios locales tienen la propiedad de los terrenos colindantes.
Por otro lado, mientras desde el gobierno se entusiasman con la llegada de millonarios capitales extranjeros para este y otros rubros más ligados con el extractivismo, hace dos meses se retiró del país la multinacional Procter & Gamble.
La estadounidense le vendió su operación local de productos de limpieza y tocador y la planta industrial de Villa Mercedes, San Luis al empresario argentino fundador del fueguino Grupo Newsan Rubén Cherñajovsky. El director financiero a nivel global de P&G ya había adelantado el freno que significaba para su objetivo de generar valor el difícil contexto macroeconómico interno.
Más allá de las estadísticas oficiales, la caída del consumo se profundiza no sólo por el nivel de los precios de los productos masivos sino por la pérdida generalizada del poder adquisitivo de los ingresos. Desde la consultora advierten que en comparación con el año pasado, será imposible que haya una recuperación en los próximos meses.
En el análisis de la variación interanual continuará la caída en el consumo de doble dígito, ya que el año pasado tras las PASO se dio una crisis económica y política, con el dólar paralelo en aumento y una gran incertidumbre que se trasladaba a precios.
Pero gracias a medidas como los aumentos en la asistencia social, la devolución del IVA y otras medidas de contención, una parte importante de la población comenzó a stockearse y los índices de consumo se dispararon.
Ya había indicadores de estanflación, pero el salto del tipo de cambio oficial del 20% en agosto impulsado por el FMI y la cercanía de las elecciones generales habían motorizado algunas estrategias oficiales de morigeración del impacto de la crisis y apuntalamiento de los salarios..
Sin embargo, con el cambio de gobierno, la mega devaluación, el fuerte recorte del gasto, la ola de despidos y el enfriamiento de la economía con la profundización de la recesión, transformaron una situación previa de incertidumbre en otra de crisis generalizada para la mayoría de los sectores productivos y la población en general.
En el primer trimestre del año el consumo en locales de proximidad tuvo una baja menor en comparación a lo que sucedió en las grandes superficies y a partir de junio se revirtió esa lógica. La caída ahora es para todos, pero un poco menos acelerada en las grandes superficies, porque en esos comercios hubo mayor cantidad de promociones que impulsaron las ventas.
Ante la realidad de ahorristas de clase media quemando sus dólares para mantener el consumo, cadenas mayoristas como Diarco, colocaron carteles en sus locales aceptando el pago con billetes estadounidenses a un precio superior a la cotización del blue, ya sean de cara chica o estén deteriorados.
En los últimos meses se pronunció la migración entre categorías, ya que el consumidor reemplaza un producto por el de otra categoría, y además, entre marcas, con una caída mucho más acelerada de las primeras marcas.
Frente a estos datos, y la expectativa de que no habrá mejoras este año, los supermercadistas están apelando a todo tipo de estrategias de promociones y descuentos para lograr una reversión de la tendencia.
En algunos casos, se observó algún tímido repunte en julio respecto del mes previo, pero la realidad es que hoy el foco está puesto en lograr que las ventas no sigan cayendo.
Y es que en julio pasado las ventas ya se habían derrumbado el 16,1%, con relación a igual mes del año pasado, pero con los datos parciales de agosto de caída promedio del 22,6% y el pico en la tercera semana del 27,6%, la tendencia demuestra que todavía no alcanzó su piso.
Así también lo marca el Índice Banco Provincia de Consumo, que releva el gasto promedio que realizan los clientes de la entidad mediante tarjetas de crédito y débito, y la billetera digital Cuenta DNI y lo deflacta por el IPC del INDEC. Cayó un 20,8% en junio y el 23,4% en julio.