En los primeros meses de la presidencia de Javier Milei, su gobierno ha construido un poderoso “mito de gobierno” que lo posiciona como el líder mesiánico que guiará a la Argentina en una lucha titánica contra la “casta política”.
Esta narrativa estratégica es una herramienta clave en la comunicación política que unifica a sus seguidores y justifica tanto sus políticas como sus inacciones. A medida que se desarrolla esta administración de gobierno, es fundamental analizar cómo se configura, fortalece y, al mismo tiempo, enfrenta desafíos en su implementación.
El concepto, elaborado por el consultor político Mario Riorda, es una pieza central en la comunicación de gobierno ya que simboliza la dirección, la voluntad y la justificación de las políticas de un gobierno. Este mito trasciende la simple narrativa al ser apropiado por la ciudadanía, creando un consenso alrededor del proyecto gubernamental.
En el caso de Milei, este concepto se materializa en una épica cruzada contra la decadencia política y económica de la Argentina de los últimos años. Más aún con el mal desempeño del Frente de Todos en el último gobierno, conducido por Alberto Fernández, quien hasta el día de hoy continúa profundizando el deterioro de su imagen pública.
Milei ha reforzado su figura como un líder mesiánico al adoptar una narrativa que podría asociarse al mito bíblico de “David contra Goliat”, donde él se presenta como el héroe que enfrenta a los gigantes de la corrupción y el statu quo político. Este storytelling es clave para entender la funcionalidad de su discurso rupturista y refundacional, que apela a la indignación y al hartazgo de amplias capas de la sociedad.
En la práctica, este mito de gobierno ha justificado acciones y decisiones que, en otras circunstancias, podrían parecer contradictorias con los principios liberales que Milei pregonaba durante su campaña. Un ejemplo claro es la intervención en el mercado cambiario, medida que se aleja de la ortodoxia del libre mercado, aunque se justifica bajo la lógica conspirativa de actores del mercado con la complicidad de la “vieja política” para desestabilizar su gobierno. Este enfoque también se refleja en la defensa del cepo cambiario y la dilación de su eliminación, al argumentar que una salida prematura podría forzar una devaluación indeseada.
En el plano político, la narrativa anticasta se profundiza con la asunción del actual ministro de Desregulación y Transformación del Estado, Federico Sturzenegger, quien será el encargado de liderar una agenda reformista que incluye la derogación de leyes y derechos, como la desregulación del sector aerocomercial o la reforma laboral, entre otras iniciativas. Estas medidas buscan mantener la narrativa viva y activa, desviando la atención de los efectos negativos de la crisis económica, como la recesión y la inflación, hacia la prometida “tierra de la libertad”.
No obstante, esta estrategia comunicacional, aunque funcional a corto plazo, no está exenta de riesgos. La brecha entre las promesas de reformas radicales y la ejecución concreta de estas políticas podría debilitar la narrativa, especialmente si los resultados no se materializan con la rapidez esperada por sus seguidores. Además, la prolongación del mito de la “inflación cero” a cualquier costo, incluyendo el sacrificio de la reactivación económica, podría erosionar el apoyo público si la crisis económica se profundiza.
El desprecio por todos los organismos públicos y el Estado, sumado a un personalismo exagerado, también son parte de la esencia de su discurso y marcan una ruptura abrupta con las formas tradicionales de comunicación gubernamental. “Quemó todos los libros”, enuncian los especialistas en la materia.
Este enfoque le da aire a la confrontación y a la polarización, y enfatiza en el culto al líder. Tal cual sucedió con la cuenta oficial de la Casa Rosada, donde el Gobierno publicó un spot de menos de un minuto en la red social X, en el marco del “Día del Niño”. “Nuestro propósito es que todos los niños crezcan en un ambiente sano y seguro, lejos de quienes promueven la ideología de género, atentando contra su integridad”, enfatiza la voz en off de la producción audiovisual.
Todo esto sucede mientras Unicef advierte que 1,5 millones de chicos argentinos se saltean al menos una comida todos los días y un millón de ellos se va a dormir todas las noches sin cenar. Además el Ministerio de Capital Humano, conducido por Sandra Pettovello, sigue incumpliendo la orden judicial que la obliga a repartir los alimentos que mantiene acopiados en galpones mientras en los comedores populares no cuentan con los recursos para alimentar a todas las personas que se acercan a pedir ayuda.
Además, el Observatorio de la Deuda Social Argentina (ODSA), dirigido por la Universidad Católica Argentina (UCA), reveló otro dato desolador: el índice de pobreza llegó al 54,9% y la indigencia al 20,3% durante el primer trimestre de 2024.
Milei adopta una comunicación agresiva plagada de show, lo que algunos especialistas llaman la “electoralización de la comunicación de gobierno”, que reemplaza a la de una gestión de gobierno coherente y estable. Así, la estrategia discursiva del Presidente se basa más en la negación de identidades colectivas que en la formulación de un proyecto gubernamental coherente.
El mito de gobierno de Javier Milei se edificó como una herramienta poderosa en sus primeros meses de gestión; logró unificar su base de apoyo y justificó sus decisiones en medio de un entorno turbulento. Sin embargo, la solidez de estos ejes dependerá de su capacidad para traducir la narrativa mesiánica en resultados concretos que beneficien a los 47 millones de argentinos. La historia de Milei como un líder que desafía a “la casta” continuará siendo central en su estrategia de comunicación. El verdadero desafío será mantener vivo ese mito mientras navega en las complejidades de gobernar una Argentina en crisis.