Por Patricio Ballesteros Ledesma
Por las crecientes entradas del impuesto PAÍS y un salto excepcional de Ganancias en mayo por una razón estacional, la recaudación tributaria de ese mes consiguió una suba en términos reales por primera vez tras ocho meses de caída, lo que se tradujo en un alza del 10,4%. Esta situación permitió mostrar un nuevo superávit fiscal pero no marcó un cambio de la tendencia retractiva desde el inicio de la gestión.
En junio continuó el drenaje del recurso tributario más activo, que pagan todos los importadores y los que solicitan divisas para pagar deudas con el exterior y que este Gobierno subió del 7,5% al 17,5%, pero el impuesto a las ganancias volvió a su performance habitual y nuevamente las cuentas nacionales registraron un resultado negativo, esta vez con una caída promedio del 15,6% real y en términos nominales por debajo de la inflación acumulada (221,2%).
Es interesante ver que en el Informe Mensual de la Recaudación Tributaria publicado ayer por la AFIP se muestran los incrementos interanuales en términos nominales, lo que podría ser leído por cualquiera como un logro, sin embargo esas subas en los montos son reales una vez que se ajustan por inflación y en cada caso muestran fuertes caídas comparadas.
Esta baja mensual en los ingresos que podría derivar en déficit no es porque haya aumentado el gasto público, al contrario, el Gobierno nacional continúa con su estrategia de reducir el Estado a su mínima expresión, y no sólo con despidos en la administración pública, sino sobre todo con los reiterados recortes de partidas en todas la áreas, la liberación irregular de los fondos coparticipables y el congelamiento de los haberes jubilatorios.
Más allá de que la contracción del gasto y la inversión pública tiene un límite, al secar la plaza también se enfrenta un arma de doble filo, porque la aspiradora de pesos del mercado establecida por el Gobierno sumada a la licuación de ingresos provoca casi de inmediato un freno de la demanda, la producción y las ventas que impactan sobre la recaudación tributaria.
Además, por la estrategia recesiva de la brutal devaluación inicial, ahora en camino a una depresión económica con desplomes de la inversión y el consumo, mes tras mes viene cayendo la recaudación de los tributos más relacionados con la actividad comercial, como el IVA (-19,5% en junio).
Desde Economía se entusiasman con la desaceleración del ritmo inflacionario y los forzados superávit gemelos, pero la realidad pura y dura de los números oficiales contradicen esas declaraciones del presidente Javier Milei, el ministro Luis Caputo y de aquellos que no ven los índices del INDEC y los datos de otros organismos públicos y privados, que se publican cada mes o a diario.
De hecho, el rebote de la inflación en V para junio es casi un hecho, no así el índice de actividad que sigue en picada mes tras mes (-5,09% en el primer trimestre) y se proyecta un año con una caída del PBI ajustado por la inflación de más del 3,8% según los más optimistas.
En dos semanas se publicará el IPC general del INDEC del mes pasado, pero aunque hayan pospuesto algunos fuertes aumentos, como en las tarifas de energía eléctrica, gas natural y el impuesto a los combustibles para atenuarlo, lo más probable es que supere al anterior de 4,2%.
El Gobierno se entusiasmó con el dato de deflación en la tercera semana de junio en Alimentos y bebidas que midió una consultora. Pero ese indicador aislado es poco serio, ya que esa semana tuvo dos feriados y encima otras relevadoras apuntaron importantes subas en muchos productos de la canasta básica.
La fuerte caída de la recaudación tributaria en junio informada por la AFIP es el fiel reflejo de todas los demás desplomes en la economía, menos de los precios. El ente recaudó ingresos por apenas casi $11,2 billones, lo que en términos nominales significa un salto del 221,1% interanual, pero que ajustado por la inflación implica una caída real del 15,6%.
Del total ingresado sólo la Seguridad Social tuvo un alza real interanual de apenas el 1,7% ($2,2 billones y una variación nominal del 233%), seguramente por la incidencia del pago del medio aguinaldo a los trabajadores activos y pasivos. Pero los demás ítems registraron fuertes bajas.
La recaudación de la DGI cayó el 14,1% y la de la Dirección General de Aduanas el 22,4%, con ingresos totales por $9,4 billones y casi $1,9 billones en cada caso. En la primera, la baja de recursos tributarios cayó el 18% y sumó $7,1 billones. Mientras que en la segunda, la caída en el ingreso por impuestos llegó al 13,9% y contabilizó casi $1,2 billones.
El gran desplome de la DGA se dio en Comercio Exterior con un descenso del 34% y apenas $674.000 millones, sobre todo por la poca recaudación de los Derechos de Exportación a los productos agropecuarios ($429.614 millones), que descansan en los silos y las bolsas esperando a que se mueva el dólar.
Mientras en el Gobierno y sus aliados festejan la aprobación de la Ley de Bases y el Paquete Fiscal, que en realidad los compromete a no tener más excusas frente al mercado, el FMI y a sus votantes, y el ministro de Economía y el presidente del BCRA salen el viernes a la tarde a dar una conferencia de prensa intemporal y con datos imaginarios, ayer se vivió un lunes negro en donde se dispararon las cotizaciones del dólar, la brecha con el oficial superó el 50%, cayeron las acciones y bonos y escaló el riesgo país.
Ante el importante vencimiento de julio con el FMI y el permanente drenaje de las reservas del BCRA, no hay blanqueo y RIGI que cambien la situación crítica de falta de dólares en lo inmediato y la presión del fondo por una nueva devaluación fuerte en lugar del crowling peg del 2% mensual. Ya antes incluso le había pedido al Gobierno que suspenda el llamado dólar blend, es decir la liquidación de los agroexportadores un 80% al dólar oficial y 20% al CCL.
Pero desde Economía dicen que no harán ni una cosa ni la otra, que la devaluación del 2% seguirá así y que el tipo de cambio de dólar especial para el campo no se tocará (en junio liquidaron menos de US$2.000 millones).
A esta altura surgen dos interrogantes, que no por viejos dejan de ser inquietantes: de dónde van a salir las divisas para cancelar las deudas y compras externas y, relacionado con esto, cuánto puede aguantar el atraso cambiario que el Gobierno niega pero que el mercado sí lo ve.