Lousteau y Carrió, en busca de un progresismo no peronista - Política y Medios
15-06-2025 - Edición Nº6344

LA INTERNA, DESDE ADENTRO

Lousteau y Carrió, en busca de un progresismo no peronista

Lilita y Lousteau disputan el campo de la centroizquierda porteña, que ya tiene una parte de su electorado repartida en Unión por la Patria y la izquierda. El senador repite a sus colegas del Senado un diagnóstico lapidario sobre su futuro: “Perdí el voto de derecha, si no me vota el progresismo, me tengo que retirar”.

 

Luego de la sanción de la ley Bases y la reforma fiscal, los diferentes actores de la oposición que aportarán los votos decisivos intentarán reconfigurar sus espacios para no quedar hundidos en el rol de dialoguistas sumisos y hacer pie en la discusión electoral de 2025.

Mauricio Macri arma un plan de diferenciación de Javier Milei, con una agenda republicana que pueda captar el voto antikirchnerista. Propondrán temas en el Congreso como ficha limpia -la prohibición a competir en elecciones de quienes tengan condena en segunda instancia- o el voto a residentes en el exterior. Entre otras cuestiones.

La UCR quedó partida entre su presidente, Martín Lousteau, y el resto de sus actores centrales, que son gobernadores e intendentes y buscan una alianza permanente con el Gobierno para sobrevivir en sus provincias. No tienen claro aún cómo conciliar esa demanda con el juego de las próximas elecciones legislativas.

Lousteau, a su vez, choca con Elisa Carrió en un desafío: armar un espacio progresista no peronista en la ciudad de Buenos Aires, que compita contra la alianza o fusión que harán el PRO y La Libertad Avanza. 

Lilita puso primera: brindó una entrevista en el diario La Nación, donde dejó implícita su vocación de ser candidata a senadora por la Ciudad en 2025. Dejó varias críticas a Lousteau por haber dado quórum en el Senado, aun cuando su bloque, en Diputados, fue garante de aprobar los proyectos del Gobierno.

Carrió jugó fuerte todo el año para diferenciar a la Coalición Cívica del Gobierno: antes de la votación de la ley ómnibus en Diputados, anunció que separaría sus representantes en la Cámara baja de Hacemos Coalición Federal, una cooperativa coordinada por Miguel Pichetto creada a sólo fin de repartir lugares en las comisiones. 

Antes, Lilita ya había mandado a los suyos a jugar fuerte contra el Gobierno, forzando el debate por la recomposición de los haberes jubilatorios. Intentó una sesión especial que se frustró por falta de quórum, pero sirvió para activar el tratamiento en comisiones. 

Recién llegó al recinto el 4 de junio y eso no hubiera ocurrido si Carrió no hubiera tenido una iniciativa, desde su residencia de Exaltación de la Cruz, que también funciona como búnker. Arrastró a todo el espectro de la oposición dialoguista y le propinó una dura derrota a Milei, quien se prepara para asumir los costos del veto presidencial. 

Lilita y Lousteau disputan el campo de la centroizquierda porteña, que ya tiene una parte de su electorado repartida en Unión por la Patria y la izquierda. El senador repite a sus colegas del Senado un diagnóstico lapidario sobre su futuro: “Perdí el voto de derecha, si no me vota el progresismo, me tengo que retirar”, pronostica. 

Es por eso que empezó a empatizar con el kirchnerismo en los debates legislativos. Coincidieron en rechazar el DNU 70/23, la ley bases y la reforma fiscal, aunque en los dos últimos casos Lousteau ayudó con el quórum. 

Es el doble juego que tanto confunde a su electorado. Habla cada tanto con las referentes de UP, Anabel Fernández Sagasti y Juliana Di Tullio, con la expectativa de conciliar posiciones y luego tratar de posicionarse en el medio. Lo más difícil.

Lousteau tiene que renovar su banca en 2025 y sólo es posible si sale segundo. O sea, debería ganarle a UP y a Carrió, de mínima. La fusión PRO-LLA difícilmente pierda el primer puesto. 

Un acuerdo entre la economista y la chaqueña no parece tan fácil de lograr, al menos por las últimas declaraciones de la exdiputada, quien define al senador como un converso poco confiable.

En el resto del país, un progresismo que juegue fuera de Unión por la Patria -o como se llame- es una misión casi imposible. Al menos si el objetivo es superar el techo de la izquierda.

La UCR, lejos del área metropolitana, está dominada por discursos conservadores, incluso de sus gobernadores. La única excepción, tal vez, es Maximiliano Pullaro, de Santa Fe, pero no se anima a jugar fuerte contra Milei. No es negocio. Hasta le incomodan las posturas belicosas de sus socios socialistas.

En Córdoba el antikirchnerismo todo lo puede: la fusión PRO-LLA amenaza con hundir a la UCR, que hasta hace una década parecía con chances de volver al poder. Ni siquiera está claro que pueda renovar bandas en 2025.

En Buenos Aires, Axel Kicillof acaparó todo el campo progresista y obliga a una simbiosis entre el Gobierno y el macrismo, que puede derivar en una crisis en lo que hasta ahora es una sólida alianza parlamentaria. En el resto de las provincias no hay aventuras progresistas con autonomía del peronismo gobernante. No es fácil que las haya.

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