Por: J.NyE
El sorpresivo aumento de las dietas que se aprobó en el Senado acrecentó las diferencias en la oposición, con un síntoma que se repite: el PRO alineado al Gobierno y la UCR dividida entre quienes siguen esa línea y quienes ya no tienen reparos en mezclarse con Unión por la Patria. Los partidos provinciales oscilan entre uno y otro bando, con el foco puesto en sus intereses locales.
Las dietas en la Cámara alta no podrían haber subido sin una ruptura de la UCR, que el gobernador de Mendoza, Alfredo Cornejo, intentó evitar hasta último momento. Instruyó a sus dos senadores, Mariana Juri y Rodolfo Suárez, a votar en contra y, si es posible, convencer a sus compañeros de imitarlos.
El mapa del Congreso tiene a la UCR como árbitro en las votaciones de las dos Cámaras y en la definición de las dietas no fue la excepción. Si los 13 senadores del partido centenario expresaban su rechazo con antelación, no había chances de alcanzar los dos tercios para habilitar la resolución.
Juri lo intentó: participó de la reunión de labor parlamentaria del día anterior en la que habló del tema y anticipó su rechazo. Tenía órdenes de Cornejo, quien teme sumar un elemento que lo aleje de las chances de ganar las elecciones legislativas, en las que figuras libertarias están mejor posicionadas.
El ministro de Defensa, Luis Petri; y el secretario de relaciones parlamentarias, Omar de Marchi, se anotan para tomarse revancha. Diferenciarse de la casta que se sube sueldos puede ser un auspicioso inicio de campaña para el liberalismo mendocino.
Cornejo intentó convencer a su colega de Corrientes, Gustavo Valdés, de intervenir en el bloque y alejarlos de la idea de cobrar más. No lo logró: el jefe de bancada, Eduardo Vischi, correntino y aliado de Valdés, empujó el salariazo y lo votó con la mano en alto. El proyecto lo habían firmado sus correligionarios Pablo Blanco y Daniel Kronoberger, aliados hasta hace un año de Gerardo Morales. Estaban cansados de viajar a pérdida a Buenos Aires y no oían excusas.
El senador Martín Lousteau, presidente de la UCR en los papeles, pero no en el ejercicio, quería aprobar el aumento, pero no se animaba. Apagó el teléfono cuando se filtró el proyecto, le anticipó a Vischi que votaría a favor y lo hizo con timidez, enseñando la palma a media altura. La santafesina Carolina Losada desistió a tiempo. Había estampado su firma en el proyecto y luego la retiró.
Con códigos, Villarruel no pidió levantar los brazos arriba para exponer a los ambiciosos y de esa manera terminar de quebrar a la UCR.
La vicepresidenta había presenciado el punteo de los votos en la última reunión de labor parlamentaria y sabía que estaban las 48 voluntades, pero no se preocupó en ponerle nombre y apellido. Un favor que los radicales deberían agradecer.
En su cuenta de twitter, Javier Milei agradeció a sectores del ya extinguido frente JxC que votaron contra la suba de dietas, sin identificarlos. Hubiera tenido que nombrar a radicales y al PRO, que se opuso desde el primer momento y no estampó ninguna firma en el proyecto. El libertario Bruno Olivera Lucero cayó en trampa y suscribió. Creía que su nombre no iba a trascender, porque, en verdad, no sabe bien cómo funciona la ruta interna de los proyectos. El cordobés Luis Juez, jefe del PRO, se opuso desde el minuto uno porque, como Cornejo, le teme a la ola libertaria en su provincia.
Le costó convencer a la porteña Guadalupe Tagliaferri, cansada de escuchar como sus amistades que trabajan en el gobierno de la Ciudad la triplican en ingresos. Dio quórum en la votación, pero no levantó el brazo en alto.
Las esquirlas de JxC que pueblan el recinto de la Cámara alta terminaron siendo claves para llegar al número. Presionó fuerte Lucila Crexell, ahora convertida en aliada de su gobernador de Neuquén, Rolando Figueroa.
Con más temor, avaló el salariazo la chubutense Edith Terenzi. Los residentes en provincias alejadas de CABA eran los más interesados en aumentar sus ingresos: dicen que no pueden pagar ni siquiera una habitación de hotel.
Juan Carlos Romero es el ex JxC más interesado en que al gobierno le vaya bien y, además, fue el autor de la resolución. Dejó desorientado a Milei, quien si lo maltrata con nombre y apellido puede quitarle un voto clave a Villarruel, a quien no le sobra nada.
Las diferencias son elocuentes: en el PRO no quieren ser casta y en el resto de la oposición no peronista empezaron a ver ese mote como una chance de desmarcarse del Gobierno e iniciar una nueva etapa. Es casi imposible que estén unidos en 2025.
Quedó claro en el Sendo, donde a muchos radicales y exfiguras de JxC no les hace nada de gracia trabajar a pérdida por las fuerzas del cielo. En el macrismo, no ven una mejor opción. Por ahora.