Por Patricio Ballesteros Ledesma
Javier Milei ingresó al Gobierno diciendo que su prioridad era desarmar la bomba de las Leliqs heredada, que generaba una descomunal deuda cuasi fiscal para el BCRA y, a la vez, presionaba sobre la inflación por ser un importante factor de expansión de la base monetaria.
Aunque la idea original de la anterior gestión era tomar el dinero de los depósitos bancarios, que por la alta tasa de interés no estaba al alcance del público para ser tomado como créditos productivos o personales, y generar pasivos remunerados desde la autoridad monetaria para que esa masa de fondos no se fuera a la compra de dólares y elevara el tipo de cambio.
El problema es que con las sucesivas renovaciones de esos préstamos al sector público, incentivados por jugosas tasas incluso mayores a la inflación, esa aspiradora de pesos del mercado implicaba una exorbitante emisión mensual para pagar los intereses, mientras que el pasivo del BCRA se incrementaba billonariamente cada 30 días.
Luego, cuando se pasaron de las Leliqs de corto plazo a los Pases a un día, la bola de nieve llegó a hipertrofiarse, el balance del banco profundizó su desequilibrio, ya no había tasa lo suficientemente alta como para retener a los acreedores para la renovación, y al asumir Milei tenía un BCRA con reservas de divisas negativas y pasivos en pesos enormes.
Entonces, en su afán de ir hacia una dolarización de la economía, el problema no era sólo la falta de dólares sino el exceso de deuda en pesos de la entidad, que en ambos casos impedían o retrasaban el camino a la liberación del tipo de cambio en forma eficaz, más allá de continuar o no con la idea de dinamitar al banco que supo tenerlo como pasante a los 20 años.
Sin embargo, en lugar de encarar esta situación como había reiterado en campaña que era su objetivo prioritario, el presidente de la Nación y el ministro de Economía Luis Caputo decidieron ir a fondo con el control del gasto público primero, y luego con la intención de lograr una desaceleración del alza de precios.
Con brutales ajustes en todos los órdenes y artimañas contables presentaron en los dos primeros meses de gestión completa sendos superávits, primario y financiero, que no convalidaron los economistas y analistas fuera del ámbito oficialista por tratarse de resultados forzados e insostenibles.
Pero el tema de los pasivos remunerados del BCRA no sólo no se soluciona sino que se agrava, con la emisión de miles de millones de pesos diarios para pagar intereses, y el paso de esa deuda a otra del Tesoro nacional en pesos y dólares, que compromete a futuro al Estado nacional.
Y el incordio es que, a pesar de que Milei y Caputo insisten en que cada vez se está más cerca de levantar el cepo, los pasivos monetarios del BCRA aumentaron más rápido durante su corta gestión que la capacidad de la entidad de compensarlos con ingresos de divisas vía compra o liquidación de exportadores.
Sólo se fue bajando la tasa de política monetaria para repeler la apuesta de los fondos de inversión y bancos por estos títulos de deuda en las renovaciones periódicas, que ayer pasó del 80% al 70% nominal anual, y como el dólar está virtualmente quieto (y la brecha es acotada) no tuvo que enfrentar una corrida de esos pesos hacia la divisa estadounidense que en todas sus cotizaciones se mantiene estable.
Pero el saneamiento del BCRA, que es condición necesaria para liberar el cepo es todavía una ilusión. El pasar deuda propia a las arcas del Tesoro, a la inversa de lo que se venía haciendo en la anterior gestión, tampoco cambió demasiado la ecuación, y a futuro compromete de una forma peligrosa a las arcas públicas.
En cualquier caso, lejos de tener una situación de la entidad mejor, los números marcan un rojo preocupante para los que siguen estos números. La masa de dinero que la entidad mantiene como deuda con los tomadores del mercado tanto en pesos como dólares es enorme. Al 9 de abril del corriente, el stock de Pases pasivos del BCRA supera los $33,9 billones y las Notas del banco unos módicos $138.555 millones.
Y aunque viene en descenso desde que asumió Milei, en marzo último el pago de intereses por los Pases más las Nobac alcanzó a $1,97 billones, lo que significó la emisión y aspiración del 16% de la base monetaria, que al cierre de ese mes alcanzó $12,46 billones. Pero en abril, la toma de deuda continúa y si bien antes lo más buscado eran los títulos dólar linked, ahora son rechazados de entrada.
Ayer, en la primera licitación de abril, Economía colocó $2,92 billones en una nueva licitación de deuda en pesos compuesta por cuatro títulos. El resultado implicó un financiamiento neto del 84%, ya que los vencimientos a cancelar los próximos días rondaban los $470.000 millones.
El excedente más la liquidez acumulada en el Tesoro, informó la Secretaría de Finanzas en un comunicado, se utilizará para la compra de dólares al BCRA, con los que se garantizará el pago de los próximos compromisos en moneda extranjera.
El ministro Luis Caputo y el secretario de Finanzas Pablo Quirno ofrecieron, al igual que en la anterior subasta de instrumentos públicos del Tesoro, dos nuevas letras a tasa fija capitalizable (LECAP) con una tasa menor al 5% mensual, muy usadas durante parte del mandato de Mauricio Macri, una con vencimiento en octubre de 2024 y otra en febrero del año próximo.
Además, se reabrieron las emisiones de un bono ajustable por inflación, con cupón cero al 15 de diciembre de 2025 (BONCER TZXD5) y un título dólar linked a junio de del año entrante (TZV25), el que se declaró desierto tras recibir demanda de apenas US$73 millones.
Aún con tasas de corte más bajas que en la licitación previa, algo que festejan en el Palacio de Hacienda por marcar una desinflación y a lo que se resignaron los tomadores a falta de mejores opciones de inversión, la letra más corta captó $687.893 millones a una TEM del 4,75%, mientras que en la LECAP a mediano plazo se adjudicaron $626.761 millones al 4,5%.
Sin embargo, a diferencia de las LECAP, que son instrumentos no indexados tal como pidió el FMI en el acuerdo, la gran estrella de la licitación fue el BONCER, que pese a la tasa real negativa del 13,97% capturó $1,68 billones en la adjudicación de sus bonos.
Así, con la brusca baja de la tasa de interés de referencia en 10%, algo que el FMI no había convalidado en su último reporte técnico, aunque sí la migración de títulos indexados a otros a tasa fija, el Gobierno apunta a licuar la deuda pública, aunque los pasivos remunerados y la base monetaria continúan aumentando.
Al mismo tiempo, impulsa más a la baja la tasa para los plazos fijos en el sector bancario, que el mercado descuenta que rondará el 60% anual o menos en los próximos días, y que era el último refugio de los que tienen unos pesos depreciados depositados con la intención de no perder más poder adquisitivo, frente a una inflación acumulada en el primer trimestre superior al 50%.