Por: Miguel Di Spalatro
“En 61 años dedicados a la solidaridad nunca habíamos pasado estos aprietos”, se lamenta Mabel “Negri” Roldan, histórica referente del “Comedor Mateo” de Necochea. "La Negri", como le dicen en el barrio Aguas Corrientes, con sus 78 años recién cumplidos, asiste a 76 familias que encuentran en la mesa solidaria del centro comunitario un plato caliente.
Desde que asumió el nuevo gobierno, cada vez son más las personas que no pueden pagar su comida y recurren a los comedores barriales. En los tres primeros meses del año, en Necochea, la canasta básica de alimentos tuvo un incremento del 46,32%, según un informe de la consultora Bicentenario.
Según el análisis de la consultora, realizado en comercios de Necochea y Quequén, una familia tipo compuesta por dos adultos y un adolescente debe contar con $607,015 para evitar caer por debajo de la línea de pobreza y para no caer en la indigencia el monto necesario es de $305,032.
Todos los sábados, el comedor Mateo entrega mercadería a quienes necesiten. Además, ofrece ropa y calzado y se reponen los útiles escolares que gastaron los nenes y nenas en la semana. Asiste a un total de 264 personas. "En la semana continuamente viene la gente a pedir", explica Roldan y agrega: "Acá todo es gratis. No aceptamos plata, a veces sí mercadería o donaciones en general".
La postal de este comedor de Necochea se replica en las barriadas populares de todo el país. En algunos casos son las iglesias o los movimientos sociales, en otros vecinos solidarios como la “Negri” de Necochea, las que día a día enfrentan a la pobreza en su propio territorio.
El plan del gobierno liberal de Javier Milei, "pretende desarticular definitivamente a las organizaciones territoriales, llamadas a encabezar la resistencia contra sus aspiraciones de ajustes y dolarización”, opina el periodista Nicolás Salas en Noticias de Necochea.
Una prueba del odio de clases que el liberalismo promueve fue la violenta represión a la que fueron sometidos ayer, por la policía de la ciudad, los miles de trabajadores y trabajadoras que se habían congregaron frente al ministerio de Capital Humano para reclamar la restitución de los alimentos para los comedores populares.
La situación se tornó mas compleja con el trasladó del Servicio Alimentario Escolar (SAE) de la órbita del Ministerio de Capital Humano de la Nación a la Secretaría de Educación.
El ministro de Desarrollo de la Comunidad bonaerense, Andrés Larroque, ya había expresado su preocupación por esta decisión “unilateral e intempestiva”, que “implica empezar una nueva articulación y las transferencias llegarían a más de la mitad de iniciado el ciclo lectivo”.
“Hoy estamos llegando a 2.400.000 chicos y chicas en toda la Provincia, con una inversión mensual de $52 mil millones del Estado provincial, mientras que el Estado nacional tiene previsto invertir en el servicio alimentario escolar para todo el año y para todas las provincias $47 mil millones, menos recursos de lo que nosotros invertimos en un mes”, advirtió Larroque.
Los programas SAE y MESA (Módulo Extraordinario para la Seguridad Alimentaria) pertenecen a la Dirección del Sistema Alimentario Escolar y están destinados a alumnos que concurren a los diferentes establecimientos de gestión estatal en la provincia de Buenos Aires y su objetivo es contribuir con el derecho a una alimentación adecuada, saludable y nutritiva a fin de promover que los estudiantes bonaerenses se desarrollen y crezcan en un ambiente saludable y seguro.
Por decisión del gobernador, Axel Kicillof, todos los esfuerzos presupuestarios están destinados a atenuar la situación de crisis provocada por las políticas de ajuste de Javier Milei, que afectan a los más vulnerables. Es por eso por lo que la provincia llevó el presupuesto mensual de 27 mil millones a más de 52 mil.
Hace 25 años la angustia de un grupo de madres, debido a que muchos niños no se alimentaban los fines de semana fuera del ámbito escolar en el barrio Aguas Corrientes, derivó en la creación del Comedor Mateo.
“Todas mis compañeras trabajan. Tienen su casa, sus hijos, sus nietos, más la labor que desarrollan en el comedor”, cuenta Mabel.
Los comedores no son solo para llenar la panza. El deseo de superación, de mejorar la calidad de vida habita en cada ciudadano y ciudadana sin importar su condición social, aunque se trate de estigmatizar a quienes viven en los barrios populares: “La transformación de comedor a centro comunitario se produjo porque no solamente se daba de comer, sino que se empezó con apoyo escolar, luego inglés y con el Centro de Formación Profesional 401 de Quequén conseguimos que se aprendieran diversas tareas, tales como modista, confección bolsos y mochilas, bijouterie, peluquería, cocina, jardinería y paisajismo. Obtienen diploma del Ministerio de Educación, con una profesión u oficio que les cambia la vida”, dice con entusiasmo la “Negri” Roldan.
Debajo del andamiaje, construido desde las redes sociales por el presidente y sus ministros de economía y capital humano, donde prevalece un “argentino de bien” convertido en avatar, subyace un pueblo solidario que no es indiferente al hambre y el sufrimiento. Cómo reza la canción: “En el fondo de la olla va nadando la arveja esperanza” mantenida a flote por el corazón sensible del pueblo humilde y trabajador.