Progresar es cambiar de problemas. Es decir, problemas hay siempre. Lo único que podemos pretender es pasar de problemas graves a otros, quizás, más inofensivos. Existe algo así como una democracia a la Thomas Kuhn en donde el paradigma con el que se llega al gobierno (si se tiene pericia), resuelve los problemas de la coyuntura. Con el tiempo comienza a fallar. El paradigma empieza entonces a proponer soluciones Ad hoc para mantener el sistema funcionando hasta que finalmente sobreviene el colapso. El proyecto político ya no sirve y es reemplazado por otro paradigma.
En todo caso, es necesario pensar sobre qué bases se asientan esas ideas de progreso. Si es el progresismo liberal de centro izquierda o de derecha, todas las discusiones rodearan más o menos en torno a las libertades individuales. Si se asienta sobre ideas nacionales, sobre una soberanía sólida, seguramente se discutirá en torno a la justicia.
Independientemente de eso, es hora de entender que solo una cosa es irreversible y es el paso del tiempo. Así como la vida es todavía no estar muerto, en democracia tampoco hay victoria. La medida del éxito, en todo caso, es cuánto se tardó en fracasar. En el caso de Cristina, ni más ni menos que 20 años. Dos décadas: la ganada, y la devuelta. El paradigma político que triunfó post 2001 tenía ya demasiadas fallas como para reeditarse en 2019, sin embargo, se intentó nuevamente ponerlo en práctica con los resultados desastrosos que todos reconocemos. Del otro lado, el paradigma propuesto por el macrismo no sólo no resolvió los problemas existentes, sino que mejoro los que existían. Del mismo modo, con caras cambiadas, Milei intenta por el mismo camino, más rápido y con mayor profundidad. El resultado estaba cantado. El fracaso parece ser más veloz. En menos de 100 días su proyecto muestra toda clase de fisuras y comienzan a atacarse entre los propios. El gatopardismo parece estar tocando sus últimas notas. Cambiar algo para que nada cambie llevó a Macri a ser derrotado sin poder lograr su reelección. El gatopardismo kirchnerista que se intentó con Alberto ni siquiera logro éxito en la elección de medio término. Cada gobierno nuevo perfecciona el fracaso. Milei parece no querer ser menos que sus antecesores.
El 23 de marzo de 1976, el bisonte Alende decía en televisón: “Las dictaduras no resuelven ningún problema y los agravan todos”. Sin menospreciar el voto libertario, a la inversa del modelo de Thomas Kuhn, Javier Milei nos devuelve viejos problemas, agrava los existentes e inventa algunos nuevos que no existían.
Independientemente de cómo termine el proceso, es necesario que el peronismo también quiebre el paradigma que actualmente conduce el movimiento. De otro modo volveremos a volver con las mismas cosas y nuevamente no resolveremos nada y quizá inventemos algún problema nuevo.
Todos somos responsables de haber debilitado al único movimiento político que podía proteger los intereses de los sectores más vulnerables, de la clase media, de los pequeños comerciantes y los sectores PYMES. También de los empresarios nacionales. Estos sectores quedan librados a su suerte y en la más absoluta desprotección.
Comienza a surgir la necesidad de rescatar al peronismo de las patotas, de las concepciones nobiliarias y cortesanas y de los profesionales de la política. El peronismo se encuentra frente a un momento clave. Quizás, esta vez, el trasvasamiento generacional sí incluya la necesidad de tirar algún que otro viejo por la ventana. Nada se pierde con intentarlo y de seguir el mismo camino en cambio lo perderemos todo.
Si hay algo en común entre quienes desarrollan la gran política en Unión por la Patria y entre quienes simplemente desarrollan una labor testimonial, es que tanto unos y otros tienen la necesidad de ser escuchados, con la diferencia que algunos no tienen nada que perder y los otros sólo buscan obturar lo nuevo. Como decía algún poeta, nuestras nadas poco difieren. Es hora de la renovación o la nada será nuestro horizonte.