
La Unión Cívica Radical será el árbitro de la nueva discusión de la ley ómnibus y, como acostumbra, afronta una nueva interna, con actores bien definidos: de un lado están los gobernadores de mayor rodaje, decididos a mantener diálogo con el Gobierno; y del otro quedaron quienes no quieren aprobar proyectos del Gobierno a libro cerrado.
Se alinean en esta última postura legisladores identificados con el presidente del partido, el senador Martín Lousteau; o rebeldes sin jefes como los diputados Julio Cobos y Mario Barleta. Tampoco están dispuestos a ayudar al presidente quienes conservan un vínculo con el ex gobernador de Jujuy, Gerardo Morales.
La interna tiene todos los condimentos. Los mandatarios dialoguistas, liderados por Alfredo Cornejo (Mendoza) y Gustavo Valdés (Corrientes), miran encuestas a diario y observan un dato inquietante: el mismo votante que los consagró en sus provincias optó por Milei en la elección presidencial y reclama un trabajo coordinado. No acepta que se peleen y hasta puede vincular a un gobernador rebelde como socio del kirchnerismo. Todo pérdida.
Cornejo logró que su posición sea la del jefe del bloque de Diputados de la UCR, Rodrigo De Loredo, quien hasta hace unos meses respondía órdenes de Lousteau. El último jueves, el cordobés mostró sus cartas: fue a la Casa Rosada a reunirse con el ministro del Interior, Guillermo Francos, acompañado del presidente de la Cámara baja, Martín Menem; y del jefe del PRO; Cristian Ritondo. Francos les anticipó el contenido de la nueva versión de la ley ómnibus.
Fue un claro apriete, porque el proyecto original no se aprobó porque casi la mitad del bloque de De Loredo no quiso votarlo. “Sólo puedo garantizar 18 de 34”, fue la confesión que le hizo a Menem, el día previo a la sesión.
Los díscolos se opusieron a fragmentos de la ley ómnibus que el gobierno quiere volver a discutir, cómo la emergencia administrativa, que habilita al Gobierno a intervenir organismos públicos a gusto.
Las diferencias continúan, pero De Loredo decidió jugar fuerte y anticipar que está dispuesto a dar la cara por Milei, quien no ahorra adjetivos para definir a la UCR. En las últimas semanas, el presidente fue más preciso y apuntó sólo a Lousteau y a Morales.
El diputado cordobés sufre el mal del antikirchnerismo: si se corre un milímetro del rol de aliado del Gobierno, puede ser acusado de jugar en tándem con Máximo Kirchner. Su problema es que, a diferencia del gobernador Martín Llaryora, no tiene la bandera del cordobesismo para excusarse.
El mandatario de Córdoba habló con su colega bonaerense Axel Kicillof para bajar la ley ómnibus y está convencido de no haber pagado un costo alto con su electorado. Su colega de Santa Fe, el radical Maximiliano Pullaro, fue más precavido: contrató a expertos en redes sociales para protegerse de los trolls de Milei.
Pullaro fue miembro de Evolución, la línea interna de Lousteau, evita la intransigencia del senador, pero no se pliega al colaboracionismo ciego de Cornejo-Valdés. El brote de violencia por narcotráfico lo acercó a la Rosada, aunque no tiene mucho que ofrecer: sólo le responde una diputada.
Lousteau, en cambio, arrastra fieles de las listas legislativas que patrocinó en 2021 y 2023, sobre todo en Diputados. En el Senado no tiene quien le responda, pero entre los 13 integrantes hay varios rebeldes que pueden seguirle el juego. El principal es el fueguino Pablo Blanco, quien firmó una nota con los partidos provinciales para pedirle a Victoria Villarruel que convoque a sesión para debatir el mega DNU de Milei. Blanco trabajó con Morales hasta hace un año, ahora se define sin jefe, lo suficiente para no preocuparse por lo que piensen los gobernadores.
El bloque del Senado de la UCR lo preside Eduardo Vischi, correntino y cercano a Valdés, quien además se siente padrino de otro gobernador: el chaqueño Leandro Zdero, artífice de uno los batacazos de 2023, cuando después de ganar la interna a la lista de Ángel Rozas, superó a Jorge Capitanich.
Zdero fue el único radical que hizo valer su colaboracionismo con el Gobierno y consiguió que le financien un mes su deuda, después de estar unas horas en default. Valdés ya había enviado señales favorables a Milei: lo recibió a los abrazos e insultó a Lousteau en los medios locales.
La interna radical se traslada también al destino del mega DNU en el Congreso: los dialoguistas habían propuesto una ley espejo para modificar algunos artículos, pero nunca decidieron presionar a fondo para que Milei los escuche.
El conflicto por la falta de fondos en Universidades puede ser la explosión definitiva de la UCR. Lousteau lidera el grupo cercano a Franja Morada, dispuesto a tomar las calles si a mitad de año se agota el presupuesto. Es lo que ocurrirá si Milei no lo actualiza. Los conflictos universitarios suelen desgastar a los gobiernos. Le pasó a Carlos Menem, sobre el final de su gestión. También a Fernando de la Rúa. Milei tiene las fichas puestas para ser el próximo. Un sector de la UCR está dispuesto a llevarlo a esa situación. Otro no.