
Mientras Mauricio Macri diseña un plan para presidir el PRO, fusionarlo con la Libertad Avanza y controlar el Gobierno, en el resto de la oposición no peronista surgió un sector que dejó de llamarse dialoguista y está dispuesto a confrontar con el presidente Javier Milei.
Sus actores son los partidos provinciales, referentes de la UCR y el bloque de Diputados Hacemos Coalición Federal, que agrupa a la Coalición Cívica, el bloque de Córdoba y ex PRO que responden a gobernadores como Rogelio Frigerio (Entre Ríos) e Ignacio Torres (Chubut).
Por impericia de los operadores oficiales, estos grupos entablaron diálogos durante el debate de la ley ómnibus y pueden coordinar acciones que molesten a Milei. Cuando lo supo, el ministro del Interior, Guillermo Francos, decidió recibirlos por separado, pero nunca pudo controlarlos: las demandas siguieron hasta minutos antes de la votación en particular y Milei, desde Israel, debió cancelar la sesión.
Con las cartas sobre la mesa, el PRO se convirtió en el único grupo aliado fijo del Gobierno y la UCR se partió en dos. Por un lado quedaron los dialoguistas, representados por los gobernadores más antiguos, como Alfredo Cornejo (Mendoza) y Gustavo Valdés (Corrientes). Chocaban con quienes ganaron sus bancas de la mano del presidente de la UCR, Martín Lousteau, y su antecesor, Gerardo Morales.
Los radicales rebeldes tienen como referente en el recinto a Facundo Manes; y exhiben como peso territorial al mandatario de Santa Fe, Maximiliano Pullaro. Aprobaron el proyecto en general pero luego bocharon incisos claves, como la eliminación de los fondos fiduciarios y las facultades para reformar el organigrama del Estado.
Imitaron el juego los partidos provinciales, la nueva llave de cada Gobierno para abrir o cerrar el recinto. Se trata de un fenómeno silencioso que crece en volumen y se torna decisivo. Hasta hace dos décadas, sólo en Neuquén había gobernadores sin relación con líderes políticos nacionales.
Luego se sumaron casos similares en Misiones, Córdoba; y más recientemente en Río Negro, Salta y Santa Cruz. En San Juan y en San Luis gobiernan figuras que llegaron de la mano de Juntos por el Cambio, como Marcelo Orrego y Claudio Poggi. También juegan a ser llaneros solitarios.
El negocio de ser un partido provincial cierra perfecto: ante cada debate legislativo, aparece una demanda local como moneda de cambio. Milei no lo entendió y fue uno de los motivos que lo dejó sin chances de aprobar la ley ómnibus. Intentó vincular a sus verdugos con el kirchnerismo, pero en los laboratorios de LLA aún no tienen claro si consiguieron hacer daño. Es una acusación trillada.
Golpeado, el presidente tampoco quiso prorrogar las sesiones extraordinarias y volverá a probar suerte en el Congreso desde marzo, cuando ya no domine la agenda y la oposición, dialoguista y no tanto, tendrá poder para exigir tratar temas en el recinto.
Será en ese momento cuando los díscolos que bloquearon la ley ómnibus tengan la alternativa de unirse a Unión por la Patria e imponer temas. La presión empezó la última semana, cuando la UCR y los partidos provinciales obligaron al presidente a revisar su decisión de no pagar el incentivo docente, un refuerzo a los sueldos de los maestros que los presidentes abonan sin chistar desde 1999. Milei quiere ser el primero en guardárselo y, si insiste, tarde o temprano, deberá dar el debate en el congreso. No tiene cómo evitarlo.
Otro desafío parlamentario de Milei es sostener el DNU 70/23, firmado en diciembre, que deroga o reforma más de 300 leyes. Si ambas Cámaras del Congreso lo rechazan, queda anulado. En el Senado, el peronismo pidió dos sesiones especiales para tratarlo y la vicepresidenta, Victoria Villarruel, no las convocó por temor a una derrota. No podrá repetir la estrategia desde marzo, cuando las sesiones tendrán fecha fija.
La UCR ofreció apurar el debate del DNU en la bicameral de trámite parlamentario o, de ser necesario, anularlo y reemplazarlo por leyes. Milei no aceptó ninguna de las propuestas y tal vez deba escuchar al partido centenario en el corto plazo para no sumar otra derrota legislativa. Sabe que el PRO es el único bloque dialoguista. Y no alcanza para ganar.