Ley Ómnibus: dura derrota y salto al vacío - Política y Medios
26-07-2024 - Edición Nº6020

ANÁLISIS

Ley Ómnibus: dura derrota y salto al vacío

Pese a que los bloques aliados venían avisando desde principios de enero que no estaban los votos para aprobar una gran parte de la Ley Ómnibus, Milei consideró que el apriete a los gobernadores, la luna de miel de 90 días y la buena predisposición de Miguel Pichetto serían suficientes para tener su primer gran triunfo político.

Cuando se aprobó el “dictamen fantasma” que nadie había visto pero todos habían firmado, Javier Milei pensó que podría llevar a las patadas a los bloque aliados. Para llegar a ese punto, Martín Menem, Santiago Caputo y Guillermo Francos habían presionado al límite para obtener un resultado antes del paro de la CGT, asegurando a sus interlocutores que había que darle una muestra de poder al Kirchnerismo.

Sin embargo, ese fue el punto en el que todo empezó a desmoronarse. Esa madrugada, el Ejecutivo decidió romper todos los acuerdos y manosear como nunca antes se había visto el dictamen. El ya célebre departamento de Recoleta, cercano al coqueto cementerio, se transformó en la tumba de la mega ley. 

Quienes convocaron a ese cónclave trataban de todas las maneras posibles de mantener la posición de los lobbys que originalmente habían redactado la ley, mientras que los aliados invitados se dieron cuenta que sólo los estaban llamando para convalidar el juego de otros. 

Todo lo demás solo agregó días de fermentación a una masa que estaba completamente pasada. La soberbia del "Tío Caputo" y su sobrino, las amenazas delirantes del ejército de trolls que maneja “La Pepona”, los dardos del propio presidente contra la UCR y los Gobernadores y la presión de las economías regionales, terminaron de colmar la paciencia de quienes habían tenido más de un gesto para con el gobierno.

Javier Milei debió prestar más atención a lo que realmente pensaban Pichetto, Rovira y Weretilneck de la Ley. Así hubiera comprendido que lo estaban acompañando “de milagro” y que no podía andar tirando mucho de la cuerda.  En una reunión de sectores productivos con el Bloque de HCF, Pichetto les había dicho a sus interlocutores: “Sturzenegger cree que la Argentina le debe a él una tercera oportunidad de fundirla, como ya hizo dos veces, por eso redactó esta ley que es un espanto”

El “Leon” debió mirarse en el espejo y preguntarse por qué los demás deberían adoptar un pragmatismo que él no estaba dispuesto a adoptar. Seguramente, en su marco teórico encontró el argumento de que la UCR era básicamente un grupo de arrastrados sin doctrina que lo acompañarían simplemente por miedo al qué dirán.

Es cierto que el centenario partido no se ha caracterizado por apegarse 100% a la doctrina, pero también es verdad que los nuevos emergentes radicales están pensando en construir un liderazgo a futuro y que, por ende, no podían quedar parados como los cortesanos de un gobierno que los detesta.

Esto, que para cualquier militante que haya ganado un centro de estudiantes es tan sencillo de ver, en el universo libertario parece física nuclear. “No se dejó ayudar”, repetían en los bloques dialoguistas una y otra vez. 

Así se llegó al día de la votación en particular y lo demás es historia conocida. Quedan las perlitas del desconocimiento de técnica legislativa y los papelones de Zago y Francos ante un grupo de periodistas de La Nación + que, a esa altura, estaban enardecidos ante la impericia de las fuerzas del cielo.

Pero lo más preocupante estaba por venir. Ante semejante derrota, la reacción lógica de cualquier dirigente que pretende sobrevivir sería la de parar la pelota, poner las barbas en remojo y diseñar una estrategia que le permita retomar la iniciativa. Para colmo, ni siquiera tenían que pensar mucho. Hubiese bastado con rebobinar el tape de la sesión y anotar la frase de Pichetto: “No hay que perder, hay que ganar”.

Con esa frase anotada en un papel, Milei podría haber convocado a los Gobernadores para construir un acuerdo fiscal y un plan de salida de la crisis. Sin embargo, optó por romper todos los puentes y refugiarse en un relato místico sobre la casta.

Ahora le queda gobernar por DNU y rezar para que llueva esta semana. Todo muy difícil para un Presidente que en temas tan complejos como la geopolítica, no elige visitar a sus socios comerciales y se va a un país en guerra acusado de genicidio en la Corte Penal Internacional.  

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