En su primera negociación parlamentaria, Javier Milei no logró fracturar a la oposición, como marcan los manuales de conducción política, pero sí consiguió incomodarlos en un escenario político que no parece tener lugar para los residuos de Juntos por el Cambio, que intentaron moverse en grupo y no evitaron mostrar sus diferencias.
El PRO se consolidó como aliado fijo de La Libertad Avanza, sin autoridad para marcar la cancha. Su intervención en la negociación final del dictamen fue inocua, con diputados del bloque conducido por Cristian Ritondo que circularon por el despacho de Martín Menem para reclamar modificaciones que nunca llegaron. La principal era la garantía del aumento de la coparticipación para la Ciudad de Buenos Aires. No fue incluida.
Milei consiguió que el PRO no se rompa y se mantenga aliado, con figuras como María Eugenia Vidal y Diego Santilli colaborando para que el Gobierno tenga su ley. Se trata de dos ex laderos de Horacio Rodríguez Larreta, quien se mantiene aislado y sólo participa con comentarios en twitter. Sus otras figuras cercanas en la bancada ni siquiera replican sus posteos. Para el Gobierno, aunque no haya habido fusión de los bloques, los 40 diputados del PRO (tres de ellos aliados) y los 8 senadores, son parte de la estrategia.
La UCR quedó en el lugar más incómodo, casi al filo de la extinción. El presidente de su bloque, Rodrigo De Loredo, quedó atrapado en una interna entre los referentes de los gobernadores, que no quería romper con el Gobierno; y emisarios de otras figuras del partido, como el presidente Martín Lousteau y el exgobernador Gerardo Morales, que usan sus satélites para complicar los acuerdos.
Hubo siete radicales que responden a estas terminales que no quisieron firmar el dictamen de la ley ómnibus, ni siquiera con las disidencias, y amenazan con complicar la votación en el recinto. La figura de los rebeldes en el bloque es Facundo Manes, dispuesto a no votar nada que pida el Gobierno.
El radicalismo, como siempre, tiene la vocación de mostrarse unido, aunque se vea casi roto. El gran problema es Lousteau, quien ignora lo que plantean los gobernados del partido: mientras Milei siga midiendo bien en sus provincias, no hay negocio a la vista enfrentándolo. La escena podría erosionar la base electoral de los mandatarios.
El momento de salirle al cruce, entienden, será cuando la opinión pública empiece a darle la espalda al Gobierno por las dificultades económicas. Estiman que esa situación llegaría antes del segundo semestre y podría dejar a Milei con menos de la mitad del país avalando sus medidas.
El resto de los ex JxC tampoco tienen una hoja de ruta sencilla. Hay varios exPRO que armaron el bloque Hacemos Coalición Federal (HCF), entre ellos los gobernadores Rogelio Frigerio (Entre Ríos) e Ignacio Torres (Chubut).
Esta dupla juega en tándem con la UCR: mientras Milei tenga su luna de miel, no se lo toca, aunque son más duros para pedir por los intereses de sus provincias. Miguel Pichetto y Nicolás Massot, referentes de esa bancada, se cruzaron fuerte con los funcionarios del Gobierno durante la negociación de la ley ómnibus. Comparten bloque con los cordobeses, liderados por Martín Llaryora, que no tienen jefes fuera de su provincia.
La Coalición Cívica quedó aislada, con 6 diputados en el bloque HCF, que por ahora mantienen una postura equidistante: no bloquean al gobierno, pero tienen sus propuestas y no ceden. Por eso presentaron dictamen propio en la ley ómnibus, con temas como la eliminación de todas las facultades delegadas.
Elisa Carrió se mantiene refugiada en su chacra de Exaltación de la Cruz, de donde dice que no saldrá hasta Semana Santa. Quiere evaluar a Milei cuando pase un tiempo de su gestión y la relación con la gente empiece a deteriorarse. La jugada más repetida.
Entre medio de los resabios de JxC aparecen los partidos provinciales, una fuerza dispersa que cada vez se siente más ante la falta de líderes fuertes. Neuquén, Rio Negro, Misiones, Salta, Santa Cruz y San Juan se anotan esa lista, con votos en el Congreso que negocian por cada tema. En el Senado tienen la llave del quórum y por lo tanto siempre deben ser escuchados. Tienen una contra: suelen pedir recursos para sus provincias, lo que Milei no quiere dar, porque dice que no hay plata. No le importa que no pueda consolidar un grupo de aliados fijos que le abra los recintos del Congreso. Sabe que, entre ellos, tampoco están del todo unidos.