La relación entre Mauricio Macri y Patricia Bullrich está rota, tal vez para siempre: la ex ministra de Seguridad define el momento en el que podría confirmar que volverá a ocupar ese cargo en el Gabinete de Javier Milei, sin siquiera haber consultado a su supuesto líder político, que supo de la oferta en un hotel de Arabia Saudita, donde viajó para buscar inversores para Boca Juniors.

Bullrich se reunió con Milei sin Macri de intermediario y no rechazó la oferta de sumarse al Gabinete, pero pidió tiempo para dar el anuncio, que haría después de hablar este jueves con el presidente electo. Antes dio señales de estar dispuesta a aceptar, con una foto que se tomó junto a Waldo Wolff, el elegido por Jorge Macri para ser ministro de Seguridad en la Ciudad.

El ex presidente activó los teléfonos desde el reino saudí y las cosas no terminaron bien: intercambió recriminaciones y pases de facturas con Milei y Bullrich, quienes se resignan a identificarlo como un jefe. Macri no sabe actuar de otro modo y tanto es así que es capaz de irrumpir en el Hotel Libertador para exigir que el jefe de Estado electo interrumpa la agenda para recibirlo.

A Milei su acuerdo con Macri le trajo frutos para ganar el ballotage, pero le ocasionó problemas para contener a la tropa propia en la previa de las elecciones. Soportó una desautorización subida de tono de su armador nacional, Carlos Kikuchi, electo senador en la provincia de Buenos Aires. El clima no mejoró después de la victoria y la cumbre que el economista tuvo con el expresidente aumentó los reproches internos. Hubo segundas líneas de LLA que se fueron molestas por la irrupción de la dirigencia amarilla.

Mientras Macri y Milei se reunían a solas, a pocas horas del ballotage, Bullrich confirmaba en televisión que nunca había recibido una oferta para integrar el Gabinete y que ni siquiera sabía si aceptaría. Pronto supo que Macri ni la había mencionado y el vínculo entre ambos se rompió, tal vez para siempre.

La excandidata presidencial fue la que más cedió con su respaldo a Milei en el ballotage: olvidó las duras acusaciones que él le había realizado durante la campaña, como la de haber bombardeado jardines de infantes durante su militancia juvenil en Montoneros.

Pragmática, Bullrich dejó atrás esas peleas para abocarse a su mejor futuro posible: un triunfo de Sergio Massa, interpretó, podría traerle problemas en la justicia, más importantes de evitar que cualquier rencor personal. La humillación personal de ceder ante el economista no tuvo límites e incluyó actos compartidos y hasta un discurso en el cierre de Córdoba.  No podía ser gratis.

La oferta a Bullrich de ocupar la cartera de Seguridad, le costó a Milei el vínculo con su compañera de fórmula, Victoria Villarruel, quien como desafío visitó a las cúpulas de la policía federal, una provocación al futuro presidente pero que bien podría haber sido considerado como un desafío directo por el actual Gobierno.

La pelea entre Macri y Bullrich llegó a su punto máximo cuando la ex candidata presidencial envió un mensaje al programa de televisión de Viviana Canosa con un mensaje contundente: “Yo no me someto a Mauricio Macri”, le pidió leer. No parece haber vuelta atrás.

La dirigencia del PRO quedó sin liderazgo, desperdigada en figuras sueltas que pujan por la suya. Rogelio Frigerio, gobernador electo de Entre Ríos, reclamó la renuncia de Bullrich a la presidencia del PRO si se sumaba al gobierno por las suyas.

Lo planteó en la reunión de gobernadores de Juntos por el Cambio con legisladores y provocó un ida y vuelta de reproches que impidió seguir la reunión. Nadie habla de Macri pero son muchos los que le temen porque lo ven sin límites. “Estas enfermo de poder”, lo acusó el gobernador de Jujuy, Gerardo Morales, en un tuit previo a las elecciones. Son muchos los que piensan igual.

El problema es quien coordinará el futuro del PRO. Si es Bullrich, podría ser parte del Gobierno con varios funcionarios y legisladores. Es por eso que pide que Florencio Randazzo sea el presidente de la Cámara de Diputados. Macri sólo puede mandar a los gritos y ya no hay quien no quiera esquivarlo. Los gobernadores e intendentes electos prefieren resolver sus asuntos. Y es así como el partido que protagonizó la política argentina este siglo, está a punto de quebrarse. Ya nadie sabe bien qué es.