En vísperas del Refenecimiento - Política y Medios
03-10-2024 - Edición Nº6089

OPINIÓN

En vísperas del Refenecimiento

Estamos ante un verdadero Refenecimiento. Es decir, retrocediendo del mundo de la ciencia, la razón y las artes. El candidato Javier Milei no es más que otra expresión de semejante descalabro.

Por: Nicolás Mujico - Politologo UBA- Maestrando en Defensa Nacional UNDEF

 

Señalaba Tocqueville en relación a los progresos alcanzados que “el mal que se toleraba pacientemente como inevitable, parece imposible de soportar desde el momento en que nos hacemos a la idea de que podemos escapar de él”.  ¿Estaremos en presencia del proceso inverso? ¿Habrá sido la pandemia la tragedia que nos acostumbró a la miseria, a la muerte en un hospital de campaña, la falta de trabajo y el beneficio de la limosna y la caridad estatalmente organizada? Luego la guerra, el desborde continuo de la violencia, las migraciones masivas y los sucesivos desastres naturales completan el fresco de un futuro al que nos deberemos acostumbrar. Nuestra generación, nacida y criada en el confort, se ve en la disyuntiva de encerrarse en su casa frente a un virus letal o abandonarla frente a la guerra, la inundación, el incendió, la bomba o alguna innovación macabra de la desgracia.

En esta nueva edad oscura, occidente retrocede ante un oriente de valores diversos. O mejor dicho, distintos. Una Rusia, no muy europea todavía, que avanzó al ritmo de las vacunas primero, y con los tanques después, con una geofagia que avanza sobre las granjerías europeas en ucranianas y que no parece poder detener la escuálida UE a la que cada vez le quedan más lejos los Urales. Una China poderosa con un socialismo de mercado, no muy acorde a los valores democráticos. Una India con su enorme potencialidad económica y su tan arraigada miseria. Medio Oriente, con una nueva generación lanzada al terrorismo y la guerra con sus daños colaterales que hacen que sea más seguro ser soldado que ciudadano.

El Refenecimiento se expande sin perspectivas que surja un proyecto superador que ponga límites al desconcierto. La Iglesia no puede generar un proyecto político tras de sí; no hay Carlo Magno que pueda interpretarlo tampoco. Occidente perdió lo que tenía de moderno, de integrado, de proyecto común. En el momento de mayor libertad y de mayor expansión, con la globalización triunfando en todos lados, aparecieron las grietas. Sus valores reducidos a un slogan de exportación, llevaron a imponer en el mundo la idea de democracia y mercado a las más diversas naciones. Los cuestionamientos eran hasta hace no mucho menores. Hoy el modelo implosiona desde el seno mismo del poder global victima de su propia obscenidad. La democracia pierde fuerza y los Estados apenas conservan un poder punitivo apoyado en leyes con cada vez menos alcance. Como en otros tiempos, el poder se relaciona más con la justicia que con la administración o la legislación.

La libertad promovida, atada al placer, elimina cualquier idea de destino sobre la cual las naciones se pusieron de pie. Por eso, la fuga hacia el costado. Los satisfechos culpan a los insatisfechos para evitar mirar lo que de verdad viene de frente.

El mundo, virtualmente a mano, recuperó su distancia por primera vez con la pandemia. Pangea nuevamente se parte y se desmigaja. La deriva continental actual pone cada vez más distancia con un mundo en donde la libertad y la justicia podían vivir en un tenso equilibrio mediado por la política. A la crisis económica descomunal y global, como alguna vez fue la del crack del 29, le siguió la guerra o las guerras (sean una o muchas las que actualmente se encuentran en curso.) Hoy quienes viven en otro continente están realmente lejos, aunque podamos hablar con ellos en cualquier momento del día. Europa es en verdad una frontera, aunque no lo parezca, entre el mundo que fue, y el que probablemente será, aunque todavía cueste saber cuál será su forma. La iglesia, que sabe de Edad Media y de edades oscuras tanto como de luminosas (como también de renacimientos), eligió oportunamente y por primera vez en su historia de dos mil años, un Papa de otro continente; uno lleno de carencias y, por lo tanto, de esperanza.

Estamos ante un verdadero Refenecimiento. Es decir, retrocediendo del mundo de la ciencia, la razón y las artes. El auge del terraplanismo, el movimiento anti vacunas, el veganismo y otras sectas oscurantistas no hacen más que revelar el renacer de la muerte. Se cree en cualquier cosa y se considera ridícula la Fe del Cristiano, del judío o el musulmán. La cultura del desencuentro se impone.

El candidato Javier Milei no es más que otra expresión de semejante descalabro. Es una caricatura de Robespierre ensalzando la libertad como oportunamente el incorruptible ensalzó la razón. No destruirá ningún Estado, a lo sumo, en su ya cada vez más improbable victoria, lo utilizará para construir guillotinas donde irán a parar las instituciones y corporaciones que pacientemente supimos construir. Como todo juguete del destino, su invento se volverá contra sí mismo. 

Las artes tampoco pasan su mejor momento. No existe actualmente una capital cultural que tenga comparación alguna con la Florencia del Renacimiento ni con Roma, ni con ninguna ciudad renacida por aquellos años de transición entre la Edad Media y la moderna. Las personas que deberían protagonizar el ambiente cultural no tienen incidencia en el paisaje, ni en el lenguaje, ni en nada. Lo virtual se impone no sólo como moda, sino como medio de vida, como moral en las costumbres.  Lo que no se puede monetizar, se esfuma, se diluye y se pierde para siempre. En tiempos de reciclado, toda creación es efímera. Insumo de un artefacto futuro, sin calidad ni duración. Hasta la moneda se virtualiza y, en ocasiones, parece perder su carácter acumulativo y fungible.

Nada que exista hoy será descubierto mañana. El talento debe ser actual, reconocido y premiado, o muerto y sepultado sin resurrección. La novela debe ser betseller o guión de historias platafórmicas, el músico debe cobrar cada nota tocada, las ideas deben tener su cátedra. El humanismo del renacimiento fue reemplazado por el hedonismo y las redes sociales gobernándolo todo, dando sentido a todo, dogmatizándolo todo. El Hommo videns de Sartori era todavía un ser luminoso al lado nuestro, seres telemático céntricos.

¿Estaremos ante un nuevo y trascendente cambio de era o solo cambiará el orden mundial manteniendo el mismo orden económico? ¿Será un cambio gatopardista o uno verdaderamente trascendente? No fue sino hasta 10 años después del crack del 29, que el mundo entró en la guerra que generó el cambio de guardia, pero sustancialmente el mundo ya había cambiado. ¿Sabían los revolucionarios franceses que estaban generando un profundo cambio político, social y cultural? ¿Entendía por aquellos años el teniente Napoleón que estaba llamado a culminar la tarea? Además de San Agustín, ¿alguien más advertía que el orden romano se caía a pedazos? Atila, al advertir que el pasto no crecía tras su pisada, ¿era consciente del mundo que destruía? Decía Carlos Marx que la violencia es la partera de la historia, pero huelga decir, que sin embarazo no se llega al parto.

Argentina no es un país de mierda. No somos culpables de ninguna de las desgracias que aquejan al mundo. No llevamos a nadie al abismo de la guerra, no fuimos quienes esparcieron ningún virus provocador de pandemias, no expulsamos de nuestro país a nadie y recibimos a todos. Tampoco, por cierto, somos culpables del cambio climático. Deberíamos sentir orgullo y no soportar con vergüenza la hostilidad con que algunos sectores internos e interesados intentan martirizarnos. Siempre seremos el país de la esperanza.

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