El lunes previo a las elecciones, feriado, la entonces candidata presidencial de Juntos por el Cambio, Patricia Bullrich, le contó al país que estaba hundida. Anunció, como si nada, que su exrival en la interna de agosto, Horacio Rodríguez Larreta sería su jefe de Gabinete si llegaba a la presidencia, un escenario que ninguna encuesta vaticinaba.
El domingo se supo los motivos de ese acto improvisado: Bullrich obtuvo 23 puntos, la peor marca histórica de Juntos por el Cambio, la alianza entre el Pro, la UCR y la Coalición Cívica, creada en 2015 y ya sin razón de ser. La historia dirá que fracasó como oficialismo y como oposición.
Bullrich se sabía derrotada desde el día siguiente a las elecciones primarias. Su plan había fracasado: esperaba que JxC fuera el frente más votado del día, el libertario Javier Milei el tercero y le regalase al principal frente opositor el voto útil para su consagración.
Nada de eso pasó: los indecisos que registraban las encuestas se volcaron a La Libertad Avanza. La sociedad nunca perdonó el mal gobierno de Macri. El voto útil, con estos resultados, era el que perdería Bullrich.
La exministra nunca superó anímicamente ese escenario adverso que le dejó el 13 de agosto y sufrió represalias por su virulenta interna. No la acompañó casi nadie: viajó con Laura Alonso, Hernán Lombardi y el diputado electo Damián Arabia.
Los voceros casi no se trasladaban y Bullrich llegó a responder preguntas de la prensa en soledad, en la calle, como si fuera una dirigente menor. Pasó en la costa atlántica y en Chaco, cuando fue a celebrar el triunfo del radical Leandro Zdero.
Macri tenía encuestas que confirmaban un deterioro de Bullrich y un triunfo de Milei, a quien eligió públicamente en entrevistas y conferencias. Se preocupó de no pelearse con él, interesado en tener una puerta abierta para insertarse en el sistema libertario, una opción que al resto de JxC poco le interesaba.
Bullrich tenía más recursos y capacidad fiscalizadora que Milei, pero quedó lejos en votos porque no fue una opción potable para jóvenes y sectores vulnerables enojados con el Gobierno.
Se mordía la lengua para no contestar sus agresiones y así cumplir con el consejo de su asesor, Derek Hampton, quien aseguraban que el libertario podía crecer si lo atacaban. Sólo le permitieron denunciarlo por acusarla de montonera asesina.
Para ese entonces, se supo después, Macri intentó juntar a Milei con Bullrich dos veces, para que hicieran las paces. No lo logró. El domingo de la derrota, el ex presidente le ordenó a Bullrich anunciar que no votaría a Massa, dejando la puerta abierta para un acuerdo con Milei. El jefe de la UCR, Gerardo Morales, vapuleado por La Libertad Avanza en Jujuy, no lo soportó y se negó a subir al escenario. Fue el principio de la ruptura definitiva de JxC.
El martes a la noche Macri recibió en su casa de Acasusso a Bullrich y Milei, junto a Cristian Ritondo y Diego Santilli, quienes llegaron sin saber con quién iban a encontrarse.
Hubo un minuto para que los candidatos hicieran las paces y luego fueron a los papeles: un acuerdo para planear la campaña, la fiscalización y hasta una idea de gobernar en equipo.
Al día siguiente Bullrich, junto a su excompañero de fórmula Luis Petri, anunció el respaldo a Milei en una torpe conferencia de prensa. Leyó su explicación y respondió preguntas con dificultades.
La UCR estalló. Gerardo Morales, su presidente, anunció que no apoyaría a Milei. "Es mi límite", sentenció. Martin Lousteau lo acompañó. Los diez gobernadores de JxC fueron más pragmáticos: pidieron no pronunciarse y sostener el rol opositor.
Lo necesitan para negociar sus asuntos. Macri se convirtió en operador full time de Milei, con ambiciones de ser jefe. Sabe explorar su fragilidad. Le garantizó el respaldo de la mayoría de los diputados que tendrá el Pro en diciembre. No pudo con los senadores, pero lo intentará. Es su momento estelar en la campaña. El que esperó todo el año.