Por: Juan Pablo Peralta - DESDE CASA ROSADA
El tiempo se agota y los protagonistas de la fallida sociedad política que llevó como marca “Frente de Todos” deben tomar sus destinos individuales inexorablemente. Cada uno apuesta como en un casino que tiene a 46 millones de argentinos en la incertidumbre de una crisis económica que parece no tener fin. De hecho, los posibles sucesores, luego de la contienda electoral que arranca en agosto, no hacen más que prometer un menú de imprecisiones que sólo permite avizorar más preocupaciones.
Después de la derrota legislativa del 2021, Casa Rosada se convirtió en el tablero de una interna que nunca terminó. El porcentaje de poder con el que asumió Alberto Fernández comenzó a diluirse en esos días aciagos, y a siete meses de dejar el sillón de Rivadavia resulta absolutamente nulo.
Pocos entienden por qué lo que iba a ser una gestión de gobierno concluye en una especie de zafarrancho de camarillas, egos y ambiciones desmedidas. Los que se animan a responder esa pregunta aducen que la explicación está en la génesis de cómo se conformó la alianza que fue contra Cambiemos y obtuvo un único resultado positivo: Ganar la elección.
El fin de semana pasado, el hombre que fue ungido por la actual Vicepresidenta para relevar a Mauricio Macri –por imperio del voto popular- potenció las diferencias con su mentora. "¿De qué me sirve garantizar mi piso, mi tercio, y entrar en la segunda vuelta, si en esa instancia no sumo votos?”, le reprochó Alberto a Cristina (como hace siempre a través de un medio afín), cuestionando los dichos que horas antes ella misma había manifestado en un canal oficialista sobre que los comicios que se aproximan van a ser de tercios, por lo cual hay que garantizar el piso para entrar al balotaje.
Eso no molestó tanto como una frase del jefe de Estado que el Instituto Patria consideró descalificadora: “Perón hubo uno solo”, manifestó un Fernández tan despechado como crítico, que además objetó los “personalismos”, para rematar con la estocada que terminó con toda posibilidad de acercamiento entre ambos. Para él, CFK cometió “descuidos éticos graves” en el vínculo que mantuvo con el empresario de la obra pública Lázaro Báez, partícipe necesario de la condena judicial en la causa denominada Vialidad.
Vale decir que fue la primera instancia en que los, hasta ahora, leales al Mandatario, sintieron que esta vez se estaba cruzando una línea demasiado peligrosa en la relación con el kirchnerismo. “Alberto está jugado, pero no puede hundir a todos con él por plantarse tarde. Ojalá hubiera dicho estas cosas antes, cuando mucha gente lo habría bancado”, expresó un dirigente que supo creer y apoyar su ahora descartada reelección.
Como viene ocurriendo, el lunes Fernández volvió a tener una sola actividad en su agenda pública. Fue hasta la localidad bonaerense de Lomas de Zamora para encabezar un acto por el Día del Trabajador de Empresas Recuperadas. En ese contexto, reiteró que debe haber una definición interna en el peronismo para elegir a quién lo suceda en el cargo el 10 de diciembre. A su lado se encontraba Emilio Pérsico (secretario General del Movimiento Evita y alto funcionario del Ministerio de Desarrollo Social), otro que apostaba a la continuidad del “albertismo”, y que ha vuelto a ser punta de lanza del cristinismo. Al menos hasta el 10 de diciembre.
En el marco de estos desencuentros que develan el principio de un final anunciado, se ve casi todos los días entrar por Balcarce 24 a Alberto Pérez, quien supo ser jefe de gabinete de Daniel Scioli en la Provincia de Buenos Aires y hoy es su principal operador en la precandidatura presidencial del ex motonauta fogoneada desde la Rosada.
En el Palacio de Hacienda entienden que esa jugada tiene como único objetivo molestar a Cristina y a Massa, quien al igual que la Senadora, le va cooptando soldados al Presidente. Juan Manuel Olmos (vicejefe de Gabinete) hace rato que coquetea con el coyuntural protegido de la ex mandataria.
El otro funcionario que salió a la cancha a brindar un tibio respaldo a la insistencia presidencial por las PASO, fue Agustín Rossi, el ministro coordinador invisible, como lo llaman en los pasillos de la sede gubernamental. Sin demasiada pompa, el santafecino anunció que será otro precandidato a presidente, y que su lanzamiento será vía streaming. “Va a ser algo muy breve”, declaró en una radio amiga.
El “Chivo”, como lo conocen en su Santa Fe natal, no hace reuniones colectivas con sus ministros al estilo Manzur, y únicamente habla en off con usinas comunicacionales que elige a dedo. Desde que asumió, el 15 de febrero pasado, luego de dejar la AFI, nunca brindó una conferencia de prensa a los periodistas acreditados en Gobierno. Otro rehén del método que la portavocería impone a los albertistas.
Ese mismo martes, Fernández tuvo una fugaz actividad en el CCK relacionada a un congreso de líderes de la industria satelital y la conectividad. Luego recibió en su despacho al gobernador formoseño Gildo Insfrán, quien por decisión del último congreso del PJ Nacional, será el encargado de firmar las alianzas electorales peronistas que deben presentarse con fecha límite el 14 de junio.
Aunque lo nieguen en Rosada, el titular del Ejecutivo promueve especialmente a Scioli, y por eso aboga porque se utilice el sistema proporcional D’Hont para el reparto de cargos. Algo que el caudillo norteño y sus aliados del kirchnerismo saben, por eso bloquearán la iniciativa sin reparos.
En la previa al acto de celebración al cumplirse 20 años de la llegada al poder de Néstor Kirchner, al cual CFK decidió no invitar al Presidente, éste también se bajó de una actividad que compartiría con Sergio Massa en la localidad bonaerense de Malvinas Argentinas. Tampoco fue a Gobierno y se quedó en Olivos. La efervescencia iba en aumento, y a Fernández sólo le quedó el Tedeum del 25 de Mayo para no perder algún protagonismo en el día patrio.
Con un desanimado equipo que tenía muchas ganas de estar en el simbólico y gigantesco escenario donde horas después Cristina Kirchner daría su discurso, el jefe de Estado habló brevemente con la prensa acreditada en la puerta divisoria entre el Patio de las Palmeras y el Salón de los Bustos. Con cara de pocos amigos, cierta palidez y una manifiesta incomodidad, Fernández expuso que había que estar en la Plaza para recordar a Néstor porque “nos une”, pero subrayó que no iba porque no estaría en Buenos Aires. “Estoy terminando ahora y me voy a estar yendo porque tengo a mi familia en Chapadmalal”, aseveró, para rápidamente huir con los ministros del Gabinete nacional hacia lo que fue su última caminata por Rivadavia hasta la Catedral porteña.
Un cordón humano y vallados dividió a quienes hicieron vigilia -y otros que llegaban a la Plaza de Mayo- con la arteria por donde el Presidente marchó raudamente a escuchar al Arzobispo de Buenos Aires, Mario Poli. Sentado en primera fila, Fernández oyó al Cardenal Primado de la Argentina leer su homilía, en la que remarcó que "es de información pública que seis de cada 10 niños, niñas y adolescentes argentinos son pobres, y este porcentaje se visualiza más crudamente si consideramos que alcanzan a 8,2 millones de personas menores de edad, de los cuales hay más de 4,2 millones con carencias alimenticias".
Los gestos adustos de los presentes no alcanzaron para responder a los datos que dio el Prelado y que provienen del Observatorio de la Deuda Social de la UCA. Sobre el final, y de manera inédita, se le puso un micrófono al jefe de Estado con la finalidad de que agradeciera la invitación, y para remarcar que era una despedida suya y la del purpurado que termina su estadía en el Arzobispado. Asimismo, enunció que “tenemos que ser capaces de construir una convivencia democrática que nos falta, y no hemos sabido construir en todo este tiempo”. Un mensaje dirigido a opositores externos e internos.
A las pocas horas, una imagen viralizada lo mostraba bajando del Tango 01 en la zona costera bonaerense, acompañado solo por un asistente que le llevaba el estuche con su guitarra, y a él con su valija de mano. Una escena que graficó la secuencia terminal del experimento que todavía tiene más de 200 días frente a la administración del Estado.
Bajo la lluvia, y media hora antes de lo previsto, pasadas las 15:30, Cristina Fernández de Kirchner salió a escena con el telón de fondo de un costosísimo dispositivo que se había empezado a armar cinco días antes. En el escenario -de 46 por 23 metros- la esperaban familiares y dirigentes que buscan el calor de una sola conducción en el peronismo.
Autoexcluída de toda lista, la Vicepresidenta no dio pistas electorales, más que postales que muchos leyeron como posibles fórmulas presidenciales. Axel Kicillof a su derecha, y Eduardo de Pedro con Massa -a la izquierda- hacen de la especulación un llamado al “hagan sus apuestas”, sin embargo, el Patria (con la Senadora a la cabeza) sondea en el Conurbano la capacidad de votos que tendría una posible comunión entre el Ministro de Economía y el de Interior.
Lo que genera incertidumbre, es que los votantes duros del kirchnerismo en ese territorio prefieren al gobernador de la PBA como precandidato nacional y a Wado en su actual lugar. Al tigrense lo acepta el kirchnerista urbano, ese que pertenece a la clase media, según los datos que se han obtenido por el momento.
En la hora de exposición que Cristina le dedicó a su militancia, reiteró críticas a la Corte Suprema, a la que directamente calificó de “verdadero mamarracho indigno”.
Mauricio Macri y el radical Gerardo Morales fueron los opositores elegidos a la hora de las diatribas. El pedido de rever el acuerdo con el FMI volvió a salir de sus labios, y quien fue borrado del pasado, presente y futuro del kirchnerismo: Alberto Fernández, recibió la piedad de una simple frase: “Todos saben las diferencias que he tenido y tengo, y no es necesario explicarlas”.
El agua y la noche dispersaron a la movilización, y la Casa de Gobierno volvió a verse, a medida que los trabajadores desarmaban la inmensa estructura que la cubrió durante cuatro jornadas.
Ese lugar es el objetivo de una oposición que pareciera estar más dividida que el peronismo.
Está claro que la principal electora de esa fuerza será CFK, pese a algunas resistencias, como la de la mayoría de la CGT y algunos gobernadores. Lo que no se puede obviar, es que la suerte de las definiciones seguirá atada a las cifras de la inflación, la pobreza y la indigencia, que no dejan de aumentar.