Cierra el año con 95% de inflación, 40% de pobreza y 5% de crecimiento - Política y Medios
12-12-2024 - Edición Nº6159

ANÁLISIS

Cierra el año con 95% de inflación, 40% de pobreza y 5% de crecimiento

En el balance de la Argentina del 2022 hay indicadores positivos y negativos, pero algunos muy relevantes. El Gobierno enfrenta su final de gestión con un proceso eleccionario y muchos desafíos para mantenerse competitivo en las urnas.

Por Patricio Ballesteros Ledesma 

 

Los que apostaban por el colapso del país, hicieron todo lo posible para que ocurra pero no lo lograron, al menos en la medida de sus predicciones apocalípticas que daba pie a su imprescindible entrada salvadora.

Los que buscaban reorientar la situación en base a diálogos y consensos se quedaron cortos, porque aunque algunos cambios corrigieron desequilibrios y permitieron ordenar descalabros, los temas centrales permanecen casi sin resolver.

Hay muchas formas de ver las cosas, incluso con un mismo dato se pueden sacar conclusiones contrarias o paradójicas. Un ejemplo clásico es que el desempleo puede bajar aunque no aumente el empleo, porque el desocupado deja de buscar trabajo o porque recibe un subsidio estatal. 

O que puede aumentar la actividad sin nueva inversión o más empleados, sólo con utilizar más capacidad instalada ociosa. O que haya más riqueza y crecimiento del PBI pero el capital retenga para sí una porción más grande en detrimento del trabajo, como ocurrió en los últimos años.

Existen muchas maneras de exponer las realidades y otras tantas para esconderlas. Pero hay números que duelen por su permanencia y porque se visibilizan en todos lados, ya forman parte de una cotidianeidad indiscutible pero a la vez inamovible.

En la historia reciente, la inflación así como el dólar van y vienen, como los gobiernos más liberales o más estatistas, sin embargo los millones de ciudadanos que oscilan entre la pobreza y la indigencia se mantienen en más de un tercio de la población y confirman una inequidad estructural. 
 
 

Un problema estructural que sigue sin resolverse

En este punto es mejor hacer una reseña amplia que un balance anual, y para eso es interesante revisar algunos indicadores de un informe del Instituto de Sociedad de Economía de la Facultad de Ciencias de la Gestión de la Universidad Autónoma de Entre Ríos.

Desde el retorno de la democracia, la medición de la pobreza con datos oficiales tuvo subas y bajas pero unos meses antes de la asunción de Raúl Alfonsín como Presidente, en el GBA alcanzaba al 22% de los hogares y tres años después bajó al 14%, según marcaba el Centro de Población, Empleo y Desarrollo de la UBA.

Por la hiperinflación y el deterioro de la calidad del empleo, dos meses después de asumir Carlos Menen, el índice había trepado al 38% de los hogares, pero según el INDEC en el GBA alcanzaba al 47% de la población. A mediados de 1995 logró bajarla al 22% y al culminar su mandato subió al 27%.

El presidente Fernando de la Rúa dejó el índice en el 47% nuevamente al abandonar el Gobierno en 2001, los tres mandatarios que se sucedieron en una semana no lograron contenerla ni tampoco Eduardo Duhalde que la vio llegar al 66%. 

Cuando Néstor Kirchner encabezó el Poder Ejecutivo recibió al país con el 62% de pobreza y al dejar su cargo logró reducirla al 37%. Al asumir Cristina Fernández logró bajarla de ese valor al 22% en su primer mandato, aunque en el segundo volvió a trepar al 30%.

Los datos del INDEC durante el mandato de Mauricio Macri reflejaron que la pobreza siempre siguió en subida desde su asunción y al final de 2019 llegó al 35,5% de la población y la indigencia al 8%.

 

Asalariados pobres, cuentapropistas indigentes y desocupados excluidos

Los primeros datos de la gestión de Alberto Fernández muestran que en el primer semestre de 2020 la pobreza aumentó hasta el 40,9% y la indigencia subió al 10,5%, en gran parte por la inercia del año anterior pero también por los efectos de la pandemia del coronavirus. 

Pero al terminar el tercer año de mandato ambos indicadores siguen rondando esos valores y en el caso de la pobreza, más de la mitad de los menores de 14 años del país pertenecen a hogares bajo esa línea. Hay que aclarar que sin la ayuda estatal, el porcentaje de pobres estaría cercano al 50% de la población del país.

La pobreza fue del 36,5% en la primera mitad del año (17,3 millones de personas), mientras que la indigencia alcanzó al 8,8% de la población, según el INDEC, que todavía no tiene los datos finales de 2022 pero que seguro estarán más altos por la suba de las canastas básica alimentaria y total en el segundo semestre.

Al 20 de diciembre el valor de una CBT tipo 2 según el INDEC es de $145.948, lo que explica porque alrededor de 2 millones de de asalariados o empleados registrados son pobres, y también el despropósito que significaba que hasta no hace mucho tuvieran que pagar Ganancias sobre sus ajustados ingresos.

Sin embargo, de acuerdo con el Observatorio de la Deuda Social de la UCA publicado a inicios de diciembre, la pobreza (monetaria) ya alcanzó al 43,1% de la población (18 millones de personas) y la indigencia al 8,1% (8,5 millones). 

Esas diferencias podrían significar que una parte de los más relegados mejoraron su situación sea por más ingresos o por planes sociales, de acuerdo a los porcentajes, pero no es concluyente. También hay que incluir a los más de dos millones de personas con posibilidades y capacidades para trabajar pero que están desocupadas.

 

La variable que más afecta a los que menos tienen

Claro que con un índice de precios al consumidor anual cercano al 95%, que para alimentos y bebidas superará el 100% en 2022, la situación de esos argentinos que tienen problemas para tan siquiera comer algo todos los días no sólo los ancla en ese destino estadístico aciago sino que les complica la supervivencia. Más allá de la salud mental, la física está en riesgo.

Hay que ganarse la vida, dice un refrán popular, mientras que otro señala que nadie tiene la vida comprada. Aunque tenga dos manos y una salud aparente, no siempre hay algo para hacer y el desocupado está más expuesto a la desesperación.

Un ex ministro de Desarrollo Social, que durante la pandemia y después hablaba hasta el hartazgo de los que hacían changas y de cómo ayudarlos desde el Estado, estaba enfocado en el territorio de los sectores populares más castigados pero con ansias de progreso.

Pero como sus ambiciosos planes no terminaban de implementarse, ni se aprobaban los millonarios fondos necesarios para llevarlos a cabo, prefirió presentarse como diputado nacional bonaerense el año pasado y al ganar tuvo que renunciar a su cargo.

En la primera mitad de este año y pese a lo acordado con el FMI, el anterior ministro de Economía mantuvo un aumento del gasto primario de dos dígitos mes tras mes y no logró bajar la inflación, ya que el plan con el fondo era de por sí alcista. Su salida intempestiva provocó una corrida cambiaria, entre otros desajustes, lo que permitió el ingreso de un sucesor que venía a proponer cambios.

 

El aire renovador que buscó el Gobierno ante la crisis

Desde la entrada de Sergio Massa al Palacio de Hacienda su discurso ponía el acento en el orden fiscal, el cuidado de las reservas, el fondeo estatal en pesos, bajar la emisión monetaria, congelar los empleos públicos, controlar la inflación y el moderar el gasto. Esto último lo hizo mes tras mes hasta llegar a bajarlo en dos dígitos en forma interanual.

Su proyecto de moderar la inflación, tras innumerables reuniones con diversos sectores y los controles de precios acordados con varias industrias, todavía está en ejecución. Con un crecimiento del PBI para el año aproximado al 5%, segundo con signo positivo para el Gobierno, las políticas y medidas implementadas generaron cambios y podrían mostrar resultados más claros en 2023.

Sin embargo, el año entrante será electoral a nivel local y, de acuerdo a analistas internacionales, bastante complejo a nivel global. Las subas de tasas en Estados Unidos y varios países de la UE jugarán en contra de la atracción de inversiones hacia la Argentina y a su vez de las exportaciones de materias primas locales.

Si el fútbol es lo más importante de las cosas menos importantes, está genial disfrutar y festejar que la Argentina haya resultado ser otra vez campeona del mundo, después de tantos años de intentar y estar a punto de lograrlo. 

De ahora en adelante, e imitando al equipo que consiguió llegar a ser el mejor, sería acertado avanzar con humildad, inteligencia y trabajo para que cada vez más argentinos y argentinas puedan recuperar la alegría de vivir con dignidad.
 

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