En octubre de 2019, Chile, el país que los neoliberales usaban como bandera para mostrarle al mundo hacia dónde debían ir los modelos políticos, sociales y económicos, estalló por los aires. ¿El disparador? los 30 centavos del aumento en el metro (subte). Lo que había debajo, sin embargo, eran los 30 años de un modelo neoliberal que había convertido a Chile en uno de los países más injustos del mundo.
El 25 de octubre de ese año más de un millón de personas llenaron la Plaza Italia y las calles principales de Santiago de Chile en la manifestación más grande de las últimas décadas en ese país. Hubo diversidad de reclamos, repudio al modelo económico y accionar del gobierno del entonces presidente Sebastián Piñera y todo se canalizó en una propuesta: una nueva Constitución que reemplace a la Carta Magna impuesta durante la dictadura de Augusto Pinochet.
Las protestas continuaron y la brutal represión no pudo detener el reclamo social. “Chile despertó”, se podía leer en los carteles y las banderas de los manifestantes.
La movilización social llevó a que el gobierno de Piñera convocará a un plebiscito para el 26 de abril de 2020 para que el pueblo decida si quería poner fin a la Constitución pinochetista. La respuesta de los chilenos fue contundente, el 78% voto a favor de crear una nueva Carta Magna y la gran mayoría decidió que el órgano que debía estar encargado de hacer el nuevo texto debía ser una Convención Constitucional
Un año después, el 15 y 16 de mayo de 2021, el pueblo eligió a los convencionales encargados de trabajar en la propuesta para el nuevo texto constitucional. Las fuerzas progresistas ganaron la mayoría de los escaños en disputa.
El 20 de diciembre de ese año, en una elección histórica, Gabriel Boric, el candidato de la coalición de izquierda Apruebo Dignidad, fue electo presidente de Chile (y se transformó en el mandatario más joven de la historia de ese país). Obtuvo más del 55 % de los votos y superó por 11 puntos de diferencia (55,9 % a 44,1 %) al candidato de la ultraderecha, José Antonio Kast, del Partido Republicano.
Boric asumió el 20 de marzo de 2022, pero rápidamente las enormes ilusiones que se gestaron entorno a su elección se fueron diluyendo día a día. En la actualidad el mandatario chileno cuenta con un muy bajo nivel de aprobación. Según la encuestadora Cadem, la imagen positiva de Boric solo alcanza el 27%, mientras que su imagen negativa llegó al 65%.
En ese marco de desilusión y desorientación social se realizó un plebiscito el pasado 4 de septiembre, para aprobar o rechazar la propuesta de Carta Magna redactada por la Convención Constituyente. El pueblo chileno rechazó de manera contundente (62% contra 38%) la propuesta para la nueva Constitución.
En abril de 2002, Chile ya decidió que la Carta Magna impuesta durante la dictadura debía ser cambiada, pero mientras no se apruebe un nuevo texto Constitucional las bases estructurales sentadas por el texto pinochetista siguen vigentes.
Tras el contundente rechazo en el plebiscito (que también fue tomado como un plebiscito sobre el funcionamiento del gobierno) el presidente Boric aseguró: “Estoy profundamente convencido que durante nuestro período tendremos una Constitución de la cual todos y todas, más allá de nuestras legítimas diferencias, podamos sentirnos orgullosos. Yo confío firmemente en la sabiduría del pueblo y eso significa no despreciar, no ningunear las decisiones que toma el pueblo, porque a diferencia de hace 49 años (en relación al golpe de estado del 11 de septiembre de 1973), la derrota que sufrimos en las urnas quienes estábamos por la opción que fue derrotada, el Apruebo, fue una derrota democrática”.
La desorientación prevalece. El cambió es necesario, pero el camino y los tiempos que tenderá aún son inciertos y la posibilidad de que el descontento social reactive la movilización popular parece cada día más firme.