
En el verano de 2011 Mauricio Macri se debatía entre ser candidato a presidente o pelear la reelección en la Ciudad.
Buena parte de la dirigencia que lo había acompañado quería estar en la Casa Rosada, pero su consultor Jaime Duran Barba creía que era dar un paso en falso. “La economía está bien y gobierna una viuda. Sólo podés perder”, trataba de convencerlo.
Marcos Peña respaldaba al ecuatoriano. Macri miraba encuestas y escuchaba opiniones y una lo inclinó para seguir en la Ciudad: “¿Acaso tenés algún candidato para la provincia de Buenos Aires?”, le preguntaron, con el dato de que allí vota el 40% del padrón nacional.
El ahora senador Humberto Schiavoni le había llevado a recorrer el país, pero casi sin pisar el conurbano. Un papper de sus equipos lo impactó: supo, recién en ese momento, que en La Matanza votan más de un millón de personas y no había representantes del PRO.
Macri se bajó de la carrera presidencial y dos años más tarde, en las elecciones legislativas, tampoco tuvo juego en Buenos Aires, donde el opositor triunfante fue Sergio Massa.
Peña puso manos a la obra, llamó a María Eugenia Vidal y junto al entonces jefe de Gobierno le marcaron su destino: caminar dos años tierra bonaerense y competir para ser gobernadora.
La historia tuvo un final feliz y un aprendizaje para el PRO: un candidato instalado en Buenos Aires puede empujar una victoria presidencial. Pero lleva tiempo.
Sin Peña ni Durán Barba, en Juntos por el Cambio nadie parece recordar las decisiones que los llevaron a ser Gobierno. A menos de un año para las elecciones primarias (si las hay), no hay definido un candidato a gobernador de la provincia de Buenos Aires.
Hay varios dispuestos a competir, pero con un final abierto y sin liderazgos. La esperanza es concentrar un votante anti Gobierno que elija a cualquier vencedor de las primarias. Pero hay desorden y se nota.
En el PRO hay tres candidatos, uno por cada aspirante a la presidencia: los diputados Cristian Ritondo y Diego Santilli, respaldados por Vidal y Horacio Rodríguez Larreta; y el intendente de General Sarmiento Javier Iguacel, respaldado por Patricia Bullrich.
La UCR no tiene a nadie. Facundo Manes, que levantó al partido como nunca en 20 años en su interna contra Santilli en 2021, recorre el país y sueña con una candidatura presidencial, alejado del PRO. No habla más de la provincia.
Ningún radical aprovecha su buena imagen entre los bonaerenses para instalarse como alternativa. Hay mucha crítica al PRO, pero escasa o nula voluntad de un cuerpo o cuerpo.
Un dato: ninguno de los 3 aspirantes tiene un alto nivel de aceptación entre los bonaerenses. Ritondo y Santilli cargan un archivo peronista que complica la llegada al votante del interior bonaerense, que el año pasado se inclinó por Manes. Es sólo el 30% del padrón de la provincia, pero una elección pareja pesa. Vidal lo aprovechó para ganar en 2015.
En el Frente de Todos creen que cualquiera de los PRO es ganable con Cristina Kirchner en una boleta. No así el neurólogo, pero duermen tranquilos cuando lo ven pasear por el país.
Mauricio Macri no se mete y dice que se hizo todo mal: hubiera preferido que Vidal continúe en la provincia, pero Larreta la presionó para jugar en la Ciudad y ni siquiera la retuvo.
Ritondo es el candidato con más movimiento: viaja todos los fines de semana en alguna localidad del interior bonaerense, donde poco se sabe de él.
Santilli camina menos, pero Larreta le asegura financiamiento de la campaña hasta el último día. Es su principal capital. Para muchos, el único, porque Bullrich empezó a medir mejor en algunas encuestas.
Iguacel levanta una bandera: ser el único intendente que bajó tasas municipales durante la pandemia.
Nadie sabe cómo, pero Bullirch le asegura salidas en programas de TV. El arte de pertenecer hace mucho tiempo.
Santilli y Ritondo lo ignoran y se pelean entre ellos. El exministro de Seguridad bonaerense usó sus contactos en la Legislatura porteña que presidió para quitarle quórum a Larreta y se sumó a la lista de denunciantes de compra de voluntades por parte del jefe de Gobierno.
El ex de Nancy Pazos despliega estructura y recursos para contener a los intendentes, una sólida y silenciosa construcción PRO: los hay del conurbano (Lanús y Tres de Febrero) y de las principales ciudades del interior (La Plata, Mar del Plata y Bahía Blanca).
Apropiarse es el lema del larretismo: esta semana lanzó el Instituto República de Santilli, que en realidad ya existía y reportaban figuras de todas las líneas internas. Nadie se animó a aclararlo.
En Buenos Aires no hay ballotage, por lo que la unidad del voto opositor es clave para ganar en octubre de 2023.
Cualquier dispersión favorece a Axel Kicillof. Algunos kirchneristas empiezan a mirar con simpatía a los jóvenes liberales que quieren competir en provincia junto a Javier Milei.
José Luis Espert estará en cualquier esquema de Juntos para no dividir, pero no sabe si su votante de 2021 lo seguirá. ¿El liberalismo bonaerense es antiK o anti casta? Se verá en la siguiente elección, con los candidatos definidos. Es una moneda en el aire.