Mientras el ministro de Economía y el Presidente trabajan para ordenar las cuentas públicas, buscar inversiones y préstamos del exterior y cumplen con las metas acordadas con el FMI, un parte cada vez mayor de la población se ajusta el cinturón y espera resultados concretos que le impacten positivamente en su vida diaria.
Desde las esferas oficiales se resalta el descenso de la desocupación, el aumento del empleo y el crecimiento de la actividad en casi todos los sectores de la economía, sin embargo, al mismo tiempo, cada vez más personas y familias pierden poder adquisitivo mes tras mes y así aumentan los índices de pobreza e indigencia.
Cuando se mira la distribución de ingresos, un mínimo avance en el desequilibrio no es una buena noticia porque la pérdida de participación del trabajo sobre el capital registra uno de los peores indicadores históricos.
La brecha entre el 10% de la población con mayores y menores ingresos se redujo de 16 a 13 veces y el coeficiente de Gini del ingreso per cápita familiar disminuyó decimas entre el segundo trimestre del año pasado y este, pero esta leve mejora en los hogares populares no tiene ningún impacto significativo.
En la evolución de la distribución del ingreso que mide la encuesta permanente del hogares realizada por el INDEC, en el segundo trimestre de este año, el ingreso per cápita familiar de la población llegó a una mediana de $31.125 y dentro de ese universo seis de cada diez individuos (el 61,7% de las personas con algún ingreso), lograron una media de $53.000.
La macro y la microeconomía no se encuentran, los ajustes técnicos encaminados y las promesas de un futuro mejor contrastan con una realidad cotidiana insostenible y desesperante en muchos casos. La inflación incontrolable lo complica todo, y de manera irreversible para vastos sectores sociales.
La senda de restringir el gasto público, moderar la emisión monetaria y la caída de los subsidios encarada todavía no muestra efectos visibles, pero el control de la inflación tampoco, y por el contrario el último índice confirma que lejos de bajar sigue en aumento.
El Índice de Precios al Consumidor de agosto registró un aumento del 7%, por lo que acumuló una suba del 56,4% en los primeros ocho meses de 2022 y del 78,5% en los últimos 12 meses.
La trepada en el rubro Alimentos y bebidas no alcohólicas, con el 7,1%, resultó la de mayor incidencia en todas las regiones y, como es lógico, en las personas y familias con menores ingresos. Los desocupados sin contención estatal están fuera del sistema
En lo que va del año, este segmento de consumo básico aumentó sus precios el 58,8% y un 80% en los últimos 12 meses. En la evolución, sólo puede esperarse el diagnóstico de desaceleración del ministro Sergio Massa al asumir o, como hasta ahora, padecer las consecuencias del incremento sistemático y fuera de control.
Otro dato destacable es el aumento acelerado en los rubros Prendas de vestir y calzado y en Transporte, que conforman la canasta básica total y miden la delgada línea que separa la pobreza de una situación un poco mejor.
En relación a la indumentaria, el incremento de precios alcanzó al 71,9% en lo que va del año y 109% en los últimos 12 meses. En Transporte, la suba llegó al 50,1% de enero a agosto y al 71% a nivel interanual.
El costo de la canasta básica alimentaria aumentó en agosto 7,1% (igual que el IPC mensual), por lo que una pareja con dos hijos necesitó percibir $52.990 para comprar la cantidad mínima de comida y no caer en la indigencia.
La canasta básica total, que marca el límite entre evitar o ingresar en la pobreza, fue de $119.757 el mes pasado, con un aumento del 7,6% con relación a julio.
En los primeros ocho meses del año, el valor de la CBA se incrementó el 60,8%, mientras que la CBT avanzó 57,3%. Esta diferencia entre ambas canastas se debe a que los precios de las tarifas del transporte y los servicios públicos tuvieron incrementos por debajo de los alimentos.
Entre agosto de 2022 e igual mes del año pasado, el precio de la CBA se incrementó un 81,4% y el de la CBT el 75,2%, en línea con las alzas del IPC general y el de alimentos en igual período.
Con los últimos incrementos de los pasajes de colectivos, subtes y los combustibles, más la quita de subsidios en electricidad, agua y gas en progreso y los aumentos en prepagas, telefonía celular, servicios de internet, cuotas escolares, el costo de la CBT se irá ajustando hacia arriba en los próximos meses.
El miércoles próximo, el INDEC publicará los valores totales para la primera mitad del año y podrá verse cuál fue la evolución, aunque la calle ya muestra la tendencia.
Durante la primera quincena de septiembre, en buena parte de los supermercados de Capital Federal y el Gran Buenos Aires, la Secretaría de Comercio detectó aumentos de precios de entre 20% y 85% en alimentos, bebidas y artículos de higiene personal.
Por su lado, la asociación Consumidores Libres, que releva cada quince días una canasta básica de alimentos en negocios de cercanía en el área metropolitana y suburbana porteña, difundió incrementos promedio del 2,88% en la primera mitad de septiembre y arroja un aumento acumulado del 56,48% en el año.
NdR (nota del redactor): Es lamentable el fallecimiento el domingo 18 a los 89 años del Dr. Héctor Polino, fundador y representante legal de Consumidores Libres, quien se dedicó como abogado, funcionario y diputado nacional a denunciar los monopolios, los abusos de posición dominante y los saltos de precios, además de defender a los usuarios y promover la acción cooperativa y el comercio justo).
A fines de 2021, el 37,3% de la población era pobre y el 8,2% indigente, eso significa que los primeros podían tener una alimentación relativamente digna, pero el segundo grupo ni siquiera tenía los medios económicos para sobrevivir.
Esos valores mostraban una mejora relativa con relación a los del primer semestre del año, cuando la pobreza alcanzaba al 42% de los habitantes y un cuarto de ellos era indigente. Sin embargo, esos promedios esconden que algunos tienen mejoras comparativas, pero otros están cada vez peor y con perspectivas de seguir cayendo.