Sergio Massa definió que Cecilia Moreau lo reemplace como presidenta de la Cámara de Diputados, pero no le avisó a nadie: ni sus compañeros de bloque ni los referentes de la oposición recibieron algún llamado para iniciar una gestión, teniendo en cuenta que ni siquiera unido el Frente de Todos cuenta con mayoría propia.
El jefe de la bancada Germán Martínez se sorprendió cuando leyó en los medios que Moreau estaba cerrada y dejó correr la versión de la fueguina Roxana Bertone como posible presidenta de la Cámara baja. Es la carta de los gobernadores. Ante la falta de un llamado, el vice Omar de Marchi, del PRO, especuló con una licencia de Massa para volver cuando quisiera y lo obligó a confirmar que renuncia.
Pero ni radicales ni macristas están con ganas de juntar una mayoría para quedarse con el control de Diputados y plegarse a un final de gobierno que no parece fácil para Alberto Fernández. Sería habilitar la teoría del complot, entienden. Por eso dejarán pasar la elección de la hija de Leopoldo.
Cristina Kirchner se reunió con Massa antes que fuera confirmado como ministro de Hacienda para asegurarse algunos ravioles en el nuevo organigrama, como la presidencia de la AFIP para Carlos Castagnetto; y garantizar que no interferirá en su gestión en Hacienda.
Así se lo hizo saber a la militancia de La Cámpora, que mira con cierta perplejidad cómo terminan del brazo de un dirigente que repudiaban en cánticos hace una década. Aceptan que crecieron en edad pero no el volumen político para quedarse con el control del país, en plena crisis presidencial.
La vice bajó un mensaje claro: es Massa o es el final de un gobierno peronista sin un golpe de Estado, un hecho inédito en la historia. Por ahora ningún camporista habló, pero tampoco apoyaron a rabiar, como los gobernadores. Será cuestión de ir midiéndose.
El lunes pasado el jefe de Gabinete Juan Manzur se veía afuera, con pasaje de retorno a Tucumán. Versiones periodísticas sobre el desembarco de Sergio Massa en su lugar con el albertista Juan Manuel Olmos de vice, sumada la fría relación con el presidente, lo alejaban de la Casa Rosada.
Pero el miércoles supo que estaba firme, a partir de una comunicación de su segundo Jorge Neme con Massa, quien para ratificar que no iba por su lugar y convocó a una sesión para que brinde el informe de gestión el 31 de agosto. Una antelación inédita.
La intención no era otra que anticipar que su futuro no estaba en la jefatura de gabinete, sino en un cargo de mayor relieve, como finalmente fue el Ministerio de Hacienda con el organigrama que tuvo en los años 90. Se llevó a su estructura a Neme, para liberar el cargo a Olmos. Pero Manzur sigue.
Los legisladores que en el último año se definieron como albertistas empezaron a bautizarse con otras siglas, no sea cosa que el cierre de listas los encuentre mal parados y no puedan siquiera captar un cargo de concejal. Hay diputados que deambulaban por la Casa Rosada y senadores que a través de sus gobernadores se diferenciaron de Cristina y quedaron cerca de Alberto, para respaldarlo cuando hacía falta. El acuerdo con el FMI fue un caso.
Pero con el presidente desdibujado por el arribo de Massa, más de un legislador dejó de enviarle mensajes y a mirar con mejores a ojos al tigrense y a Cristina, quien cerró su ingreso al Gobierno y hasta ubicó figuras propias. Esperan que en el debate del presupuesto Alberto no participe. No lo llamarán.
Hace 15 días la senadora kirchnerista Juliana Di Tullio tenía listo un proyecto para implementar un salario básico universal, similar al promovido por Juan Grabois pero casi sin costo fiscal, porque se reduciría a indigentes para reemplazar planes sociales existentes. Fue a pedido de Cristina, que lo solicitó en un acto público.
El texto fue discutido con organizaciones sociales, pero la llegada de Massa lo dejó en un limbo, porque al flamante ministro no le convence gastar tanto y lo hizo saber a través de prensa amiga. El proyecto se iba a presentar esta semana, pero ya no tiene fecha. Cambió el gabinete.