Los empresarios de elite argentinos, esos que controlan los recursos estratégicos asociados a cada Gobierno y a los que Mauricio Macri bautizó como “círculo rojo”, se convirtieron en la última esperanza de Horacio Rodríguez Larreta para ser presidente de la Nación.
Las encuestas que lee la dirigencia de Juntos por el Cambio no lo ayudan: no es bien recibido en algunas provincias y el votante duro del PRO le desconfía.
Para imponerse como candidato natural, su equipo más cercano hace sonar los teléfonos calientes del país, sos que suelen agruparse en la Asociación empresaria argentina.
El pasado jueves, Larreta fue invitado a exponer en la cumbre del Consejo Interamericano de Comercio y Producción (CICyP), realizada en Alvear Icon Hotel con la presencia de los empresarios que cortan el bacalao: industriales, banqueros, laboratorios y referentes del agro. Lo escucharon y le hicieron preguntas, pero no encontraron nada nuevo.
Sus consignas fueron alejarse de los populismos y buscar un acuerdo nacional con pautas fiscales, sin prisa y sin pausa. Lo de siempre, acompañado de fotos y abrazos de ocasión.
Entre los comensales estaba Gustavo Weiss, presidente de la Cámara de la Construcción (CAMARCO), por donde circulan exdetenidos por la causa de los cuadernos. Ninguno quiere volver a ver en la Casa Rosada a Mauricio Macri, testigo silencioso de aquel escándalo.
Larreta los frecuenta desde 2020, cuando Diego Santilli se ofreció como nexo para garantizar los habituales aportes de campaña. Los consiguió, pero no pudo despejar algunas dudas que aún persisten.
La principal, y no menor, es como le iría mejor que a Macri si todavía responde a sus órdenes y no maneja su partido, dirigido a mano de hierro por Patricia Bullrich.
Para llegar a la reunión del Alvear con alguna respuesta, dejó trascender unos días antes que el diputado mendocino Omar De Marchi será su armador en el país, un cargo para el que en enero había anunciado a Emilio Monzó.
El bonaerense, que asumió en la lista de Facundo Manes porque Larreta no le hizo lugar en la de Santilli, no lo desmintió, pero jamás tomó esa posición. “Yo te ofrezco asociarte”, lo tentó Bullrich y logró que recalculara.
En esos días de verano, la presidenta del PRO se había cruzado fuerte con el jefe de gobierno, cuando le insinuó que nunca podría financiar una campaña presidencial. “No tengo tu dinero, pero te puedo ganar igual”, le replicó la exministra.
De Machi, que es jefe del PRO en Mendoza, se peleó con Bullrich durante la campaña, pero mantuvo un vínculo estrecho con Macri, a tal punto que fue quien lo promovió como vice de la Cámara en 2020.
Desplazó esa vez al larretista Álvaro González y volvió a dejarlo sin nada el año que viene.
De Marchi tiene otro motivo para dar el volantazo: la buena relación de Bullrich con sus dos rivales en la interna mendocina: Alfredo Cornejo y Luis Petri, quien sin cargo vigente logró una reunión con Macri.
A diferencia de Monzó, De Marchi confirmó con un comunicado su pase al larretismo, pero sus recorridas por el país no están definidas. Nadie las conoce bien.
Tampoco su vínculo con los laderos de Larreta, un grupo que lidera Eduardo Macchiavelli.
Según el jefe de gobierno, el frondoso presupuesto de la ciudad y los vínculos con el poder real les permiten recaudar para una campaña presidencial y eso los diferencia. Sólo eso.
Pero tal vez el gesto de la elite empresaria que más celebró Larreta fue en el horario central de TN, durante una entrevista de Eduardo Constantini, referente del mercado inmobiliario y financiero.
El dueño del Malba pidió que el próximo presidente sea de Juntos por el Cambio, pero no se llame Macri. Difícil que una proclama así no haya sido consentida previamente por Héctor Magnetto, pulmotor del círculo rojo. No mencionaron a Larreta. Pero él creyó oír su nombre.