Mauricio Macri maneja el PRO a su antojo, tanto o más que cuando era presidente de la Nación. Controla la agenda, define la estrategia legislativa y hasta eligió un nuevo consultor para refinar el discurso.

Ni siquiera pasó un año desde que Horacio Rodríguez Larreta se plantó y definió los candidatos en provincia y Ciudad de Buenos Aires, con Macri en Zurich.

Ambas elecciones se ganaron, pero pasaron cosas: las deslucidas campañas y el ascenso de los liberales dejó a Juntos por el Cambio sin la certeza de un triunfo en 2023.

Por estos días circulan encuestas que aterran a sus referentes de Juntos. Colocan a Macri con los mejores números, pero una alta imagen negativa; a Larreta en caída libre y a Patricia Bullrich sólida, pero con pocas chances de crecer.

El liberal Javier Milei se roba parte del electorado que siempre acompañó al PRO en las zonas urbanas, suficiente para impedirle un triunfo en primera vuelta.

El radical Facundo Manes puede crecer y nadie lo rechaza. En su entorno muestran hasta 25 puntos de intención de voto, pero no alcanza: el círculo rojo no le tiene confianza y le apaga los micrófonos.

A Macri tampoco lo toleran demasiado entre los dueños de la Argentina. La cámara de la construcción le advirtió a su amigo José Torello que no le daría otra oportunidad. Los referentes no le perdonan haber pasado por la cárcel en la causa de los cuadernos.

El flamante gurú del expresidente es Guillermo Raffo, radicado en Brasil, a quien presentó como el nuevo Jaime Durán Barba en una cumbre junto a Larreta y Bullrich. Ninguno dijo nada.

Raffo les reclamó al PRO la autocrítica que Macri por sí mismo no quiso hacer. Les recordó que perdieron en 2019 por los errores de su gobierno y si no lo reconocen los votantes se inclinarán a terceras fuerzas.

“El PRO, como novedad, no existe más”, enfatizó el consultor estrella. El expresidente asintió.

Convencido de no tener detractores de peso, el exmandatario también se involucra en el día a día del Congreso. Logró que los diputados del PRO no firmaran el dictamen de la ley de alquileres trabajado en el interbloque, porque quiere la derogación.

Si hay sesión, Macri ordenará no votarlo y nadie lo enfrentará. En las asociaciones de inquilinos creen saber los motivos: los principales desarrolladores inmobiliarios son sus amigos y la ley detiene sus inversiones, porque les pone techo a las ganancias.

Concentrado en su campaña por la provincia de Buenos Aires, el jefe del bloque PRO en Diputados Cristian Ritondo ya no enfrenta a Macri como en 2020, cuando se animaba a ponerle un freno. Tenían charlas telefónicas tensas.

Esta semana, el exministro de Seguridad de la provincia abandonó la cautela que mantenía en la bicameral de fiscalización de organismos de inteligencia y cruzó un pedido de información que hizo Leopoldo Moreau a la jueza de San Nicolás María Eugenia Maiztegui por una causa contra dirigentes de Camioneros.

Ritondo reaccionó después de un posteo de Macri en respaldo a la magistrada y a denuncias penales contra Moreau de diputados de la Coalición Cívica.

Nada se hace sin el respaldo del expresidente, quien, teléfono en mano, baja órdenes. Lo supo Emilio Monzó, cuando intentó destrabar la ley de alquileres con una reunión y se quedó a mitad de camino.

Y tuvo que remar más de lo que esperaba para tener la ley de boleta única: no sabía con quién hablar. Optó por no aparecer como el gestor de la sesión que emplazó el tratamiento en comisión, para no herir susceptibilidades.

La semana terminó con una reunión de la mesa nacional de Juntos por el Cambio en La Matanza, tierra prohibida para los no peronistas, donde el PRO, la UCR y la Coalición Cívica pudieron verse las caras. Macri no estuvo, pero sí Patricia Bullrich. Sabe que igual manda.