
Por: Patricio Ballesteros Ledesma
En diciembre concluye la cosecha fina (lleva el 12% de avance), que este año será compensatoria del desempeño logrado en la pasada, por la mayor área sembrada, mejores condiciones de implantación, más alta producción pese a menores rindes y el salto en la cotización del cereal.
Si para la cadena agroindustrial, y el Fisco por los derechos de exportación, la soja representa el oro verde que sustenta el gran negocio, el trigo se dice que es la caja chica de fin de año de los propietarios de tierras y los productores agrícolas, porque ayuda a mantener las cuentas del ejercicio comercial en equilibrio.
Aunque en las últimas campañas pasó de ser un cultivo de relleno para contar con un ingreso extra a fin de año, a representar una opción rentable y con gran potencial en los planteos de doble cultivo, con soja de segunda o maíz.
El trigo argentino representa el 7% del mercado global del cereal, mientras que el país vende el 5% de la harina de este origen del mundo. Sin embargo, en los productos panificados y fideos la participación no llega al 0,5% de la demanda mundial.
Frente a este panorama, en el sector aclaran que si bien el potencial de crecimiento es muy grande, a medida que se le agrega valor a las manufacturas derivadas del trigo se pierden condiciones de competitividad, porque las ventajas que da la tierra se esfuman en el laberinto de costos y burocrático del país.
Pero además, por ser un commodity exportable, el precio del trigo siempre se establece como el responsable de la inflación en sus productos derivados, aunque al indagar en la estructura de costos, se advierte que su incidencia en el precio desde la salida del campo disminuye conforme pasa por los diferentes procesos de transformación.
[Hay temor a que aumenten las retenciones]
Para graficar con un ejemplo típico, el cereal representa apenas el 12,3% del precio final del pan, mientras que el 5,9% le queda al molino, el 24,9% son impuestos y el restante 56,9% corresponde a los costos de la panadería, según un estudio de 2020 de la Fundación Agropecuaria para el Desarrollo de Argentina (FADA).
Por lo tanto, si se establece un precio máximo al trigo, no se logra en forma automática y prolongada una baja del valor al consumidor final, porque además en la cadena amplia de los panificados participan otros eslabones que nada tienen que ver con la elaboración del producto, como marketing, publicidad, logística, distribución, mayoristas y minoristas.
Además, sobre toda la cadena pesa la amenaza latente de que los derechos de exportación pueden incrementarse al 15% o restringirse las ventas al exterior del cereal en cualquier momento, por la Ley de Emergencia o ante cualquier incremento del precio interno de la harina o el pan.
Desde la asociación Argentrigo comentan que, para los productores, el cereal tiene como contraindicación que es un cultivo sensible en cuanto a la economía, porque sufre amenazas de intervención del Gobierno por la mala fama de ser el responsable del aumento del pan y la inflación de los alimentos.
Por otro lado, a la desconfianza por las políticas que podrían aplicar se sobre el cereal, al inicio de cada ciclo se analizan los aumentos de los insumos, la competencia de la cebada, el factor climático y la evolución del precio.
Sin embargo, a diferencia de la soja, muy mecanizada en enormes extensiones y poco intensiva en mano de obra, la cadena del trigo es muy variada y genera el 10,4% del empleo de toda la agroindustria, según datos de la FADA.
Desde los insumos hasta la comercialización, el cereal involucra más de 385.000 puestos de trabajo directo e indirecto, e incluye 150 molinos harineros distribuidos en toda el área productiva.
[El saldo exportable ya tiene compradores]
Para evitar la presión en el precio de la harina para consumo local frente a la cotización internacional del trigo, desde hace unos años se estableció que, antes de exportar el cereal (que a diferencia de la soja, se consume en el país), se debía asegurar el abastecimiento interno con un volumen suficiente de acuerdo a la demanda proyectada.
El consumo interno se encuentra estable entre 6,5/7 millones de toneladas, por lo que en la actual campaña habría un saldo exportable de 13/13,5 millones de toneladas, que tiene a Brasil como el principal destino con más del 40% del total del volumen enviado al exterior.
De acuerdo con el Sistema de Información Integrada Agrícola (SISA), este año la producción mundial de trigo se proyectó en 780 millones de toneladas, por lo que ocupó el segundo lugar, después del maíz (1.145 tn) y antes del arroz (514 tn), y es el insumo alimenticio más consumido en el mundo occidental desde la antigüedad.
Analizando las expectativas del grano en la pre campaña 2020/21, se estimaba al inicio que el área a sembrar podría ascender a 7 millones de hectáreas, la tercer mayor superficie implantada con trigo de las últimas 20 campañas.
Esa expansión se proyectaba por un clima favorable y un escenario económico positivo, que permitía a los productores un aumento del área y la inversión, pero ambos incentivos se transformaron en limitantes por la pandemia y el registro de altos niveles de sequía más daños por heladas.
Finalmente, el área sembrada llegó a 6,7 millones de hectáreas y la cosecha sumó 17,6 millones de toneladas, se registraron menos productores y los rendimientos a cosecha menguaron notablemente por las bajas precipitaciones, que impactaron sobre el rinde y la superficie cosechada (cerca de 6,3 millones de ha).
[La zona núcleo bonaerense apostó fuerte]
En la actual campaña, la provincia de Buenos Aires, que contiene a casi la mitad de los trigueros y sembró el 43,78% del total del grano fino, fue la única que aumentó la superficie implantada con relación a la anterior y al cereal alcanzar la mayor área en el país en dos décadas.
No es menor que el 6,5% de las exportaciones de todo el sector agroindustrial corresponde al trigo, que en 2020 logró ingresar divisas al país por US$2.121 millones, de acuerdo a cifras del INDEC, pero que este año será dará un salto.
Y en la campaña 2021/22, que arranca con la trilla en diciembre próximo, según estimaciones de la Bolsa de Cereales porteña, los embarques reportarían US$3.500 millones, y alrededor de US$500 millones de ingresos fiscales por retenciones.
Por estos días el trigo superó los US$300 por tonelada en el mercado de Chicago y alcanzó su precio más alto en casi 9 años: consolidó su tendencia alcista y logró un valor que no tenía desde diciembre de 2012, según apuntan las corredoras de granos.
El último informe mensual de Oferta y Demanda de Productos Agrícolas (WASDE), publicado por el Departamento de Agricultura de Estados Unidos (USDA), indica para el trigo dos factores que marcan el ritmo de las subas semanales de casi el 7% en las principales plazas referentes.
Por un lado, el organismo prevé una mayor demanda y una menor producción, y por el otro marca la incertidumbre respecto de las exportaciones rusas.
En su reporte de noviembre estima un consumo global en 787,4 millones de toneladas, 300.000 más que la cifra proyectada el mes anterior, que ya era un récord histórico.
[La demanda global dispara la cotización]
De acuerdo a la Bolsa de Comercio de Rosario (BCR), esta suba de la demanda se conjuga con una menor producción estimada a nivel mundial, ahora en 775,3 millones de toneladas, lo que redunda en una drástica caída de los stocks por segunda campaña consecutiva.
Por otro lado, el mercado se encuentra expectante respecto a si Rusia, el principal exportador mundial, podrá cumplir con el cupo de embarques de 31,5 millones de toneladas que finaliza en junio de 2022, lo que de no conseguirse generaría mayor presión sobre la oferta.
Desde la BCR señalan que, en línea con el mercado externo, el precio del trigo en la plaza local es el mayor desde 2013 para el mes de noviembre, con valores negociados entre US$240/245 por tonelada disponible.
“A poco de generalizarse la trilla sobre la zona núcleo, el cereal atrajo las miradas a Rosario, con precios que se encuentran en su valor más alto para el empalme de cosechas desde aquel año”, aseguran los especialistas de ese mercado bursátil.
Ahora, todos los cañones apuntan a tener una campaña 2021/22 récord en términos productivos. Según la última estimación de la Guía Estratégica para el Agro de la BCR, el país totalizaría una cosecha de trigo de 20,4 millones de toneladas.
Y aunque esto implica una baja de 300.000 toneladas con relación a la estimación de octubre, producto de una revisión a la baja de los rindes en Buenos Aires y Santa Fe, la campaña apunta a superar el anterior récord de la 2019/20 por casi un millón de toneladas.
[Las caídas de stock globales en la mira]
El sector exportador intenta asegurarse la fluidez en el ingreso de los camiones con el grano fino a las plantas y terminales del Gran Rosario, de cara a la importante campaña comercial externa que se le avecina.
En total, las Declaraciones Juradas de Ventas al exterior de la presente campaña alcanzan ya las 9,07 millones de toneladas, algo más del doble de lo que se llevaba exportado en la campaña previa.
Además de este volumen, que se calcula sobre los embarques programados a partir de diciembre, inicio formal de la nueva cosecha, se llevan declaradas otras 700.000 toneladas para enviarse en el corriente mes.
Todos los operadores miran cada vez más de cerca los stocks con los que cuentan los principales países exportadores del cereal, que son quienes deberían salir a responder en los mercados externos ante subas en la demanda global de importación.
Si se suman los stocks al final de la campaña 2021/22 para Argentina, Canadá, Australia, Estados Unidos, Rusia, Kazajistán y la UE, se puede ver que las existencias proyectadas serían las más bajas desde 2007/08. Este ajustado nivel de inventarios es el que sostiene e incrementa la cotización global del trigo.
Desde el exterior y a nivel local, si no median cambios inesperados de último momento, se estiman exportaciones de trigo argentino por al menos US$3.500 millones en esta campaña (según el actual esquema de precios), que además le reportarían al Fisco cerca de US$450 millones por el 12% de derechos de exportación.