La transición energética sigue generando cada vez más tensiones geopolíticas. Los combustibles fósiles, principalmente el petróleo, han sido las fuentes energéticas que impulsaron el crecimiento económico mundial en el siglo XX. Sin embargo, este crecimiento fue desparejo y hoy los países desarrollados, precisamente gracias a la energía abundante y barata de los combustibles fósiles, quieren imponer la agenda climática del net zero a un mundo que quiere crecer y desarrollarse para mejorar la calidad de vida de sus habitantes. Esta tensión se verá en la próxima cumbre climática de Glasgow, incluso ya se está viendo antes del encuentro. Xi Jinping y Putin dieron a entender, por diversas vías, que no concurrirán a Glasgow el mes próximo y ponen así en duda el éxito del encuentro. La crisis energética actual que viven Europa y Asia ha fortalecido sus argumentos para oponerse a una transición acelerada y muy costosa que los países en desarrollo no pueden asumir.
La realidad está desafiando a los objetivos de la cumbre. A pesar de que el actual gobierno de Washington, bajo las órdenes de Joe Biden, y las figuras políticas más poderosas dentro de la Unión Europea están implementando políticas para disminuir el uso de los combustibles fósiles, el petróleo, el gas natural y el uso del carbón han aumentado este año. Algunos activistas ambientales plantean, para justificar esta situación que golpea su narrativa, que esto se debe a los intereses de las grandes empresas petroleras. Sin embargo, el renacer de los combustibles fósiles en 2021 no se debe a una conspiración elaborada, sino a una mala planificación de la transición y al hecho incontrastable de que las fuentes de energía alternativas aún no son lo suficientemente eficientes o baratas como para hacerse cargo de la energía que necesita nuestra civilización.
Por ejemplo, el uso de carbón en EEUU está en camino de aumentar un 23% este año, por primera vez desde 2013. Durante el mandato de Donald Trump, el consumo de carbón por parte de las empresas de servicios públicos había caído en un 36% a pesar de todos los esfuerzos de Trump para apoyar a esa industria. Por el contrario, Biden asumió el cargo con la promesa de reducir la dependencia energética estadounidense de los combustibles fósiles y llevar a cero el uso del carbón. Sin embargo, con Biden, esa disminución se ha revertido a un aumento del 23% en el consumo de carbón. Paradojas de una transición forzada donde la realidad se impone.
La semana pasada, el Bank of America publicó uno de sus extensos tomos de “Investigación Temática” sobre el mundo conocido como “Transwarming”. Esta publicación desató una tormenta de reacciones entre los que están a favor y en contra de la transición forzada ya que sirve como una introducción clave a la realidad net zero de hoy. Fundamentalmente por ser uno de los primeros bancos en cuantificar el costo de alcanzar el objetivo de cero emisiones.
La conclusión: se requerirían no menos de unos impresionantes US$ 150 billones en nuevas inversiones de capital durante 30 años para alcanzar un mundo net zero, lo que equivale a unos US$ 5 billones en inversiones anuales, esto es el doble del PBI mundial actual.
El sector privado no tiene ni de lejos el capital requerido para completar esta inversión, por lo que el Bank of America estima que todos o parte de la factura tendrían que ser sustentado por los bancos centrales en forma de decenas de billones en QE (Quantitative Easing). Y dado que la QE es esencialmente la monetización de la deuda, y dado que US$ 150 billones en nueva deuda tendrían consecuencias devastadoras en la economía, el Bank of América calculó cuán inflacionario sería este proyecto: en el escenario de monetización completa, donde los bancos centrales inyectan US$ 5 billones en liquidez cada año a través de QE durante 30 años, resultaría en un aumento del 3% de la inflación durante más de una década.
Acá llegamos a un punto fundamental del que no se habla en la narrativa naif de la transición. Si la investigación del Bank of America es acertada, nos mostraría que la cruzada contra el cambio climático, la doctrina ESG, el mundo "Net Zero", o como se quiera llamar, implica dar luz verde al mayor episodio de monetización de deuda de la historia. Esta situación sólo es posible envuelta en la narrativa de luchar por salvar a nuestro planeta, pero en realidad tal vez sea el mayor esquema de transferencia de riqueza de la historia. ¿Pueden los países en desarrollo seguir este esquema de endeudamiento? ¿Se discutirá de esto en Glasgow?
[¿Petróleo a US$ 100?]
Varios analistas de la industria coinciden en que la baja de la inversión en nuevos proyectos de petróleo y gas, luego de la crisis de 2015 y la presión sobre las empresas petroleras para que reduzcan sus emisiones y se pasen a las energías verdes, conducirán a un pico en la producción mundial de petróleo antes de lo imaginado. Esto sería una gran noticia para los defensores de la Transición Energética acelerada y las agendas del net zero sino fuera por un simple hecho: la demanda de crudo no para de crecer luego de la caída, debido a la pandemia, y establecerá un nuevo récord de consumo mundial el año que viene.
La inversión en la industria de los hidrocarburos el año pasado cayó a un mínimo de los últimos 15 años. En 2020, la inversión global upstream se hundió a solo US$ 350 mil millones, según estimaciones de Wood Mackenzie de principios de este año. Tampoco se espera que la inversión repunte materialmente este año, a pesar de que los precios del petróleo ya superan cómodamente los US$ 80.
Los diversos proyectos gubernamentales sobre emisiones netas cero han llevado a la mayoría de las agencias especializadas en la temática a pronosticar que el pico de demanda de petróleo se produciría antes de lo pensado. Sin embargo, si se mantienen las políticas actuales de inversión, podríamos ver primero cumplirse el pico de producción de crudo, generando un desbalance en el suministro de la principal fuente de energía del mundo que conduciría a un proceso de volatilidad con precios muy por encima de los valores actuales para los próximos años.
Nuestra forma de vida se sostiene en un altísimo consumo de combustibles fósiles y así lo seguirá siendo por varias décadas. El consumo de petróleo está lejos de haber alcanzado su máximo, con varios analistas pronosticando por lo menos que seguirá creciendo hasta mediados de la década que viene. La Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP) estima que la demanda mundial de crudo continuará aumentando por lo menos hasta 2035, hasta los 108 millones de barriles diarios, después de lo cual se estabilizará hasta 2045, según la última perspectiva anual de la organización.
La industria petrolera mundial necesitará inversiones masivas durante los próximos 25 años para satisfacer la demanda, según afirma la OPEP. La misma necesitará inversiones acumuladas a largo plazo relacionadas con el petróleo, upstream (producción), midstream (transporte) y downstream (refino) de US$ 11,8 billones de dólares para 2045, afirma la analista Tsvetana Paraskova de Oil Price, tomando datos de la OPEP.
Patrick Pouyanné, CEO de la francesa TotalEnergies, señaló en el Energy Intelligence Forum de este mes que los precios del petróleo se “irán por las nubes” para 2030 si la industria dejara de invertir en nuevos proyectos, como sugieren algunos escenarios de net zero para 2050. “Si dejamos de invertir en 2020 y dejamos todos estos recursos en el suelo... los mismos se irán por las nubes”. El año pasado, los precios del petróleo en Estados Unidos se ubicaron en US$ -32. Tan solo un año y medio después la idea de que el crudo supere los US$ 100 comienza a ser una realidad.