El enorme potencial económico y ambiental del hidrógeno argentino - Política y Medios
08-10-2024 - Edición Nº6094

ANÁLISIS

El enorme potencial económico y ambiental del hidrógeno argentino

Se prepara un nuevo marco legal para promover inversiones y avanzar en el desarrollo de este gas como fuente de energía renovable. Normativa, posibilidades y horizonte industrial para el combustible verde con mayor futuro. El consorcio H2.ar impulsado por YPF y los incipientes proyectos extranjeros.

Por: Patricio Ballesteros Ledesma

 

Hace unos años, cuando se decía que en el futuro los autos iban a usar como combustible el agua sonaba raro, aunque no resultaba tan irreal recordando a las locomotoras impulsadas a vapor que ya tenían casi dos siglos como transportes. Y de hecho, el hidrógeno en particular, es usado desde hace décadas en las naves de las misiones espaciales de la NASA. Eran épocas en las que se hablaba de que se tenían que buscar nuevos combustibles porque los fósiles se estaban terminando, o al menos, quedaban pocas décadas de recursos extraíbles a costos razonables. 

El problema era quedarse sin combustibles y no, como después se fue comprobando con alarmas de todo tipo, quedarse sin planeta. El cambio de paradigma hacia la descarbonización inaugura una era en la que, más allá de que reste petróleo por extraer, los países deben migrar hacia fuentes de energías renovables, que disminuyan la contaminación actual y futura, y sean más limpias punta a punta en su producción. El tema es que el hidrógeno no se encuentra solo en la naturaleza, siempre está acompañado de otros elementos y, para generar energía, debe ser aislado de los demás. Ese proceso requiere de mucha energía a su vez y, por lo tanto, todavía tiene un alto costo si se busca la opción más limpia.

Están las opciones del hidrógeno negro/gris/marrón, azul/rosa, pero la verde es la que hoy tiene más interés a futuro por ser neutra en carbono. En cuanto a su disponibilidad como recurso renovable, es interesante saber que el hidrógeno es el elemento químico más abundante del universo, creado durante los procesos que sucedieron al Big Bang y considerado el iniciador del resto de los elementos químicos. Si bien en la atmósfera terrestre se lo encuentra en una parte por millón, su extracción desde el agua es ilimitada. Y su potencial energético es muy elevado, tiene tres veces más energía que la nafta, 120 más que las baterías de litio y su combustión libera agua en lugar de CO2 y otros gases de efecto invernadero (GEI).

[El desafío del país en el escenario global]

Más acá en el tiempo, el hidrógeno se plantea como una alternativa en la migración de los combustibles fósiles hacia otros limpios y sustentables. De hecho hay automotrices que desarrollaron vehículos eléctricos de celdas de combustible (hidrógeno), con una mayor autonomía (mínimo 650 km) y menor tiempo de carga que las unidades eléctricas (similar al GNC), y sin punto de comparación ambiental con los hidrocarburos convencionales. 

El Hyundai Nexo SUV y el Toyota Mirai son dos que ya se venden por más de 65.000 euros en el mercado europeo donde hay estaciones de carga. La socia de la japonesa en estos desarrollos es la alemana BMW, que presentó el prototipo BMW i Hydrogen NEXT y del que producirá las primeras 300 unidades en 2022. Además, en el mercado asiático está el Honda Fuel Cell Clarity y se prepara el hypercar Hyperion XP-1 creado por una start-up californiana, aún en fase de pruebas. 

A nivel global, petroleras como Shell y Chevron también incursionaron de manera experimental con el hidrógeno y hoy trabajan en la viabilidad de su uso comercial. Además, como el H2 puede almacenarse y distribuirse con facilidad, la Argentina podría aprovechar la gran infraestructura existente para expenderlo en forma gaseosa mediante la red de GNC y en forma líquida con etanol a través de los surtidores. Pero antes se necesita armar toda la estructura productiva previa.

Así como se viene haciendo con el litio en el país, desde el Gobierno avanzan las estrategias tendientes a acelerar el desarrollo del hidrógeno como un vector energético y como insumo para otras industrias. Como ha ocurrido con muchos temas y en varias épocas, su desarrollo a nivel local se ha visto postergado. La desidia sistemática con respecto a este recurso muy estudiado pero nada explotado ahora le está dando paso a la acción. Hace quince años se sancionó la Ley 26.123, de Promoción a la Producción de Hidrógeno, pero nunca fue reglamentada por la Secretaría de Energía y este año finaliza su vigencia. 

Por eso, y con el objetivo de diseñar un nuevo marco normativo, se encaran reuniones y proyectos para transformar su enorme potencial en una actividad industrial sustentable y con posibilidades de exportación. A mediados de mayo, Gustavo Béliz, secretario de Asuntos Estratégicos de la Presidencia y presidente del Consejo Económico y Social, organizó el foro “Hacia una estrategia nacional hidrógeno 2030”, en el que participaron los principales expertos nacionales y extranjeros del ámbito productivo y tecnológico, para terminar de definir una estrategia productiva local. “Aspiramos a que en el próximo semestre tengamos la estrategia nacional acordada, consensuada y puesta en marcha en la República Argentina”, declaró el funcionario.

[Preparan el marco legal para atraer inversiones]

Se busca impulsar al hidrógeno como una industria mientras exista lo que se conoce como ventana de oportunidad, es decir, antes de que otros países, como Chile sin ir más lejos, logren avanzar con sus planes más rápido y acaparar las inversiones extranjeras interesadas en apostar a este recurso a nivel global. El vecino trasandino corre con ventaja: a fines de septiembre anunció la construcción de Haru Oni, la primera planta integrada del mundo de combustibles ecológicos a partir de la electrólisis, con la alemana Siemens Energy. 

Pero además, para la Argentina es vital no comprometer el futuro del comercio exterior del país, por barreras ambientales en los mercados de destino derivadas de la actual matriz energética. “Queremos que el marco regulatorio permita cubrir las necesidades del mercado interno, dada la necesidad de reducir nuestro nivel de emisiones y protegernos de futuras medidas que podrían afectar nuestras exportaciones”, advirtió en ese foro Daniel Schteingart, director del Centro de Estudios para la Producción. 

Este funcionario estimó una necesidad de inversiones cercana a los US$100.000 millones en el largo plazo, para poder desarrollar el potencial del hidrógeno en el país. En esa línea, Matías Kulfas, ministro de Desarrollo Productivo, presentó un proyecto de ley para crear un régimen de promoción a 20 años, y con una amplia disponibilidad crediticia a partir de la creación de un fondo fiduciario, como ya se hizo este año con los biocombustibles y se está en proceso con el litio. El borrador puesto a disposición de la oposición y del sector privado interesado se estructura sobre cuatro objetivos: impulsar la producción y exportación de hidrógeno neutro o bajo en emisiones de carbono (verde, azul y rosa), promover su utilización en el transporte público, desarrollar una cadena de proveedores nacionales e incentivar la investigación tecnológica.

[Beneficio ambiental local y con demanda global]

Desde diferentes ámbitos oficiales se ilusionan con que la Argentina podría generar 50.000 puestos de trabajo y lograr exportar US$15.000 millones en este rubro para el 2050, un año clave según el Acuerdo de París para los países que lo firmaron. Esta hipótesis tiene un antecedente, como lo es el desarrollo de Vaca Muerta, en donde las expectativas de máxima y el potencial del yacimiento todavía no llegaron a atraer suficientes capitales por diversos motivos, incluida la pandemia.

En el caso del hidrógeno, sin embargo, la relativa facilidad del proceso industrial, el beneficio ambiental local y la demanda global creciente permiten ser más optimistas. Y es que las posibilidades del hidrógeno son inmensas, como así también sus formas de obtención a partir de los recursos fósiles y renovables existentes (energía solar, eólica, biomasa). La opción más común hasta ahora es además la más contaminante, por eso se la conoce como hidrógeno negro, que se obtiene a partir hidrocarburos y por eso libera grandes cantidades de CO2. 

De este derivan el gris, que se produce desde el gas natural y es un gran emisor de GEI, aunque hasta hoy el más difundido. Y el marrón, generado a partir de la gasificación del carbón y que está cayendo en desuso. El proceso del hidrógeno azul es muy similar a éstos, aunque captura y almacena gran parte de las emisiones y neutraliza su impacto en el ambiente. Su costo es muy competitivo, porque parte de yacimientos de gas natural, por eso es el más utilizado por la industria y tiene bajas emisiones de CO2. El rosa es el que utiliza energía nuclear y es carbono cero, pero casi no se utiliza.

[Una tecnología disruptiva que será el estándar]

Finalmente está el hidrógeno verde que, a diferencia de los anteriores, deja de lado al gas natural y se enfoca en fuentes 100% renovables en su etapa productiva. Se obtiene mediante la electrólisis del agua, sin liberación de GEI y la electricidad utilizada puede obtenerse de los parques eólicos y solares, como los del sur bonaerense, Patagonia, el NOA y Cuyo. De esta manera también puede resolverse el problema de la falta de almacenamiento y la intermitencia de las energías renovables, en una estrategia de aprovechamiento con doble beneficio. 

El grupo energético nacional Capsa/Capex tiene desde 2008 una planta en Comodoro Rivadavia, que opera su subsidiaria en renovables Hychico y produce hidrógeno y oxígeno mediante electrólisis. Por tratarse de un gas, el H2 puede utilizarse como una alternativa al gas natural en la generación de energía eléctrica y es complementario de las fuentes eólica y fotovoltaica. También funciona como una variante de propulsión para el transporte de carga y urbano de pasajeros, donde ya se viene migrando con intensidad hacia las opciones eléctricas y con biocombustibles. 

Para las grandes flotas de transporte pesado tiene como ventaja que las baterías eléctricas actuales pesan 8.000 kilos y restan capacidad de carga, mientras que el tanque de hidrógeno es más liviano que el de nafta o diesel, más allá de su mayor autonomía y rapidez de recarga en viaje. Según el presidente de la Asociación Española del Hidrógeno, Javier Brey, la ecuación económica como combustible ya muestra valores competitivos: con un kilo de H2 se pueden recorrer 120 kilómetros. Si el kilo se vende a 8,5 euros, un viaje de 100 km cuesta 7 euros. A nivel industrial, los números también cierran: si el hidrógeno se obtiene a partir de energía solar, fotovoltaica o eólica se puede producir a 4 euros por kilo. 

Además, el hidrógeno tiene aplicación como insumo en industrias que hoy lo generan casi en totalidad en su versión negra y azul, para sintetizar amoníaco para fertilizantes, refinación de petróleo, hidrogenación de aceites, producción de metanol, fabricación de fibras sintéticas, entre otras. Pero en el proyecto de la nueva normativa argentina se establece que deberán acelerar su transición, porque a partir del quinto año de sancionada la ley estará prohibida la producción de todo hidrógeno que no sea neutro en carbono.

[La energía que necesita el desarrollo sustentable]

Está claro que el país se encuentra en las instancias preliminares con el hidrógeno verde, pero lo positivo es que hay signos de avance y las posibilidades a la vista son alentadoras. La transición energética global hacia las fuentes renovables es un hecho y todos los expertos señalan que el hidrógeno neutro será el gran protagonista cuando el mundo migre hacia la descarbonización. YPF, la gran petrolera con mayoría estatal, como ya lo hizo con las otras fuentes energéticas, está planificando su estrategia con esta alternativa limpia y renovable. 

A través de Y-TEC, su alianza tecnológica con el CONICET, organizó en julio pasado un encuentro con 100 participantes de 30 empresas interesadas, con el objetivo de lanzar un consorcio para desarrollar la cadena de valor del hidrógeno. En ese encuentro se analizó como puede la Argentina aprovechar su potencial y sumarse a un negocio que ya tiene diferentes niveles de avance en países como Chile, Alemania, España, Noruega, Australia, China, Japón y Corea del Sur.

“El consorcio H2.ar permitirá a las empresas socias tener acceso a información de frontera, potenciará la generación de capacidades técnicas propias y posibilitará crear negocios innovadores en un sector que tendrá un rol central al interior del sector energético en la próxima década”, indicó Santiago Sacerdote, gerente general de Y-TEC, en el lanzamiento.

[Ya hay interesados en apostar al verde argentino]

En los considerandos de la renovación normativa propuesta se garantiza la devolución anticipada del IVA para la adquisición de bienes de capital u obras de infraestructura, la amortización acelerada de Ganancias para las inversiones durante la primera década de vigencia de la ley, un tope del 5% para los derechos de exportación en hidrógeno verde y del 7,5% en azul. 

También se permite la libre disponibilidad de las divisas para el 50/80% de las exportaciones que surjan de los proyectos de inversión, siempre y cuando esos montos de capital superen los US$50 millones. Además, el régimen exime a las empresas del pago de impuestos sobre la distribución de dividendos si son reinvertidos, de derechos de importaciones o tasa estadística y del impuesto a los combustibles líquidos.

Mientras la anterior ley está próxima a caducar y la nueva todavía no ha sido presentada en el Congreso, los inversores no esperan. A través de sus embajadores, Alemania y Japón mostraron su interés pero Corea del Sur dio el puntapié inicial en el negocio local del hidrógeno. La gigante acería surcoreana Posco, que ya tiene desarrollos de litio en Salta, sumaría inversiones en la Argentina para producir hidrógeno verde local y abastecer su cadena de suministro global. 

Por otro lado, de la mano de Agustín Pichot, excapitán de Los Pumas y director ejecutivo para América latina de Fortescue Future Industries, la división renovable e industrial de la minera australiana avanza con un proyecto en Río Negro, que implica varios desarrollos en energías renovables, incluido el hidrógeno verde.
 

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