Cómo se mueve Macri y por qué es el principal problema de Larreta - Política y Medios
29-03-2024 - Edición Nº5901

LA INTERNA DE "JUNTOS"

Cómo se mueve Macri y por qué es el principal problema de Larreta

El expresidente no confía en que Horacio Rodríguez Larreta se anime a cuidarle su herencia.  Cree que su rechazo a la grieta deriva en una convivencia con el Frente de Todos que puede dejarlo de rehén.

Por: J. Nye.

 

Mauricio Macri no acepta su retiro. No le alcanza con el desprecio de sus ex dirigidos, las encuestas que lo colocan con una imagen negativa irremontable y un establishment que empieza a ignorarlo.

Lo desespera, además, no poder blanquear que su obsesión por sostener algo del poder tiene más fundamentos patrimoniales que políticos.

Desde que dejó la Casa Rosada las notificaciones judiciales menos felices las recibió de la justicia comercial y atacan los negocios de su familia con el Estado, una parte de su vida que la militancia PRO siempre prefirió ignorar.

Macri no confía en que Horacio Rodríguez Larreta se anime a cuidarle su herencia.  Cree que su rechazo a la grieta deriva en una convivencia con el Frente de Todos que puede dejarlo de rehén.

Luego de que lo relegara en la definición de las candidaturas de Juntos por el Cambio, sólo le pidió dos lugares en las listas, a modo de “favor personal”.

Reclamó un espacio en la Legislatura porteña para Darío Nieto, secretario privado durante su presidencia e imputado en la causa de espionaje ilegal. Y otro en el Congreso para Lombardi, a cargo de vaciar los medios púbicos hasta 2019.

Nieto necesita un sueldo y, sobre todo, fueros. Los testimonios que recolectó el juez federal de Lomas de Zamora, Federico Villena, lo ubican como nexo entre Macri y los espías que se habrían dedicado a reunir información sobre rivales y aliados, como el propio Larreta, Diego Santilli y María Eugenia Vidal.

Hace poco más de un año, Cristina Kirchner, otra de las espiadas, repasó cada documento en el despacho de Villena, quien cedió la investigación, pero el material recolectado giró entre dirigentes de todos los colores políticos. A Larreta le habría costado su matrimonio de dos décadas.   

Lombardi es un exmiembro del Grupo Sushi, aquellos jóvenes que secundaban a Fernando De la Rúa en su fallido Gobierno, y supo caer y levantarse en el PRO sin lastimarse.

Macri lo hizo lucir en la confortable secretaría de Cultura de la Ciudad, pero le facturó haber apoyado a Gabriela Michetti en la interna por su sucesión y lo castigó poniéndolo a cargo de la gestión de los medios públicos de la Nación, sin presupuesto y plagado de problemas gremiales.

Para entender cómo se convirtió en uno de sus confidentes, hay que remontarse a la holgada victoria de Alberto Fernández en las primarias de 2019. Lombardi fue quien lo convenció de salir a hacer campaña en las plazas para mejorar en octubre y abandonar los actos en gimnasios cerrados y con cacheos que organizaba Marcos Peña, temeroso a los escraches. Las movilizaciones del “Si se puede” no le alcanzaron a Macri para quedarse en la Rosada, pero sí para irse con mejor ánimo.

La otra figura que nunca falta en su quinta Los Abrojos o en la casa que alquiló en Acassuso es Fernando De Andreis, su exsecretario general y a quien conoce de pequeño porque es sobrino de su primera esposa.

De Andreis es el único nexo del macrismo con Peña, con quien era piel y hueso en la Rosada hasta el 10 de diciembre de 2019: cada vez que el entonces jefe de Gabinete hablaba con alguna figura política, el sobrino de Macri se sentaba al lado, escuchaba, y no abría la boca.

El destierro de Peña del partido que vio nacer es total: Patricia Bullrich no le dejó ubicar a nadie en el área de comunicación del PRO, perdió control de la juventud porteña y vio exilarse a sus amistades como Lucía Aboud, la ex enlace parlamentaria y ahora refugiada en Madrid.

Otro con lugar en la mesa de decisiones de Macri es Valentín Díaz Gilligan, quien era segundo de De Andreis en la Rosada y renunció cuando se le descubrió una cuenta secreta de 1,2 millones de dólares en Andorra.

El incidente no pareció molestar al entonces presidente, quien ni bien abandonó el poder volvió a ponerlo en la cabecera de su mesa. Hasta lo envió a Córdoba de “interventor” para imponer la candidatura de su exministro de Turismo Gustavo Santos a senador. No lo consiguió y debió confirmarse con que compita a diputado detrás de Mario Negri. Santos nunca fue un macrista de paladar negro, pero se hizo querer: arribó al Gabinete por gestión del fallecido conductor radial Mario Pereyra, a quien Macri quiso premiar por su eficaz militancia radial.

Sin Peña de tutor, no hay quien evite los sincericidios de Macri ante periodistas amigos. No tiene autoridad para couchearlo su nuevo vocero Gustavo Gómez Repetto, ex número dos de Jorge Grecco en la secretaría de comunicación y antiguo colaborador de Guillermo Dietrich.

Larreta y María Eugenia Vidal respiran hondo cada vez que Macri se planta ante un micrófono y exige reivindicar elementos polémicos de su gestión, como la abultada deuda externa que lo llevó al default. Por ahora no se animan a deslegitimarlo. Creen que tendrán más problemas que soluciones.

Enceguecido por mantener una cuota de poder, Macri los apunta como enemigos tanto a más que a Cristina. Empezó a perderles confianza ni bien dejó la Rosada y en 2020 la tensión con el jefe de Gobierno fue de menor a mayor: compitieron por los zooms en las provincias, pujaron por el contenido de comunicados y, en diciembre, dirimieron cuerpo a cuerpo las autoridades en el Congreso.

El expresidente siempre se salió con la suya y no pensó que pasaría algo diferente en la definición de las listas. Pero no fue así y su herida no cierra.

Cuando volvió de Zurich ni siquiera llegó a respetar la cuarentena y salió a hacer campaña. Se coló en un acto de Santilli, desfiló en Pinamar con Martín Yeza (de los pocos intendentes bonaerenses que le atiende el teléfono a Patricia Bullrich) y fue a Santa Fe a potenciar a Federico Angelini. Iría a Córdoba a colgarse de una eventual victoria de Negri, pese a que su plan A era dejarlo en Diputados. Necesita festejar.

Paciente, Larreta apuesta a su dilución. Cree que en 2023 nadie lo atenderá y dependerá de su suerte. Y que Bullrich, a quien Macri no controla tanto como muchos creen, sería funcional al Gobierno si lo desafía el voto duro del PRO en una interna nacional. No la imagina recaudando los miles de millones que hacen falta para caminar el país y movilizar fiscales.

Reducir a la jefa del PRO a tareas administrativas es otro de sus desafíos para moldear su candidatura presidencial. El principal, es controlar los movimientos de Macri. Tal vez la tarea más difícil que haya tenido.

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