La pandemia amplía la brecha entre ricos y pobres - Política y Medios
21-01-2025 - Edición Nº6199

ANÁLISIS

La pandemia amplía la brecha entre ricos y pobres

El riesgo sanitario puso al descubierto una mayor fragilidad social en un mundo que ya estaba económicamente desequilibrado, pero que bajo este escenario comienza a demostrar una ampliación en la brecha entre ricos y pobres.

Por: Esteban Pastoriza (Técnico Universitario en Comunicación Social -Licenciado en Ciencia Política)
 

Una de las pocas esperanzas que había generado la llegada de la COVID-19 a un mundo cargado de fragmentaciones sociales e inequidades distributivas, estaba asociada a la idea de permitir el nacimiento de un capitalismo más humano y una salida de la pandemia enmarcada en consensos colectivos.

Sin embargo, una vez superado el primer año de convivencia mundial en un contexto de crisis semejante, observamos que lo viejo no termina de morir y lo nuevo no nace. Pues, la realidad actual expone una desigualdad social que no solo permanece inalterable; sino que además, da cuenta de una recuperación socioeconómica en distintas velocidades.

En relación con ello, el estudio desarrollado por Oxfam International explica que “las mil mayores fortunas del mundo, han tardado solamente nueve meses en recuperar su nivel previo a la pandemia; mientras que las personas en mayor situación de pobreza podrían necesitar más de una década para recuperarse de los impactos sociales y económicos de la crisis”.

De esta forma, el riesgo sanitario provocado por el coronavirus ha puesto al descubierto una mayor fragilidad social en un mundo que ya estaba económicamente desequilibrado; pero que bajo este escenario comienza a demostrar una ampliación en la brecha entre ricos y pobres y evidencia una concentración de la riqueza netamente relacionada con la normalidad pre-pandemia.

El informe explica que el capital acumulado por las diez personas más ricas del mundo desde el inicio de la crisis, “es más que suficiente para evitar que ninguna persona del mundo se vea sumida en la pobreza a causa del virus, así como para financiar la vacunación contra la COVID-19 de toda la población mundial”.

El poder económico que concentra esta elite a nivel mundial expone una riqueza conjunta que asciende a casi 12 billones de dólares y que equivale a la suma total que los Gobiernos del G20 han movilizado para responder a la pandemia.

Un caso paradigmático, es el del director ejecutivo de Amazon, Jeff Bezos. Tan sólo en septiembre de 2020, podría haber pagado a cada uno de sus 876 mil empleadxs una bonificación de 105 mil dólares, y seguir siendo igual de rico que antes de la pandemia.

[América Latina: entre ricos y pobres]

Enmarcada en una amplia inequidad en la distribución de la riqueza y en fuertes asimetrías sociales en el acceso a los recursos básicos para la subsistencia, Latinoamérica se expresa como la región más desigual del mundo.

Los últimos datos de la revista Forbes exponen que el número de individuos milmillonarios se ha disparado un 40% desde el inicio de la pandemia.

A principios del 2020, tan solo 76 latinoamericanos superaban los 1.000 millones de dólares como patrimonio personal y en conjunto acumulaban 284.000 millones en moneda estadounidense. Sin embargo, en la última actualización realizada a mediados de mayo de 2021 se expone que unas 107 personas lograban acumular una riqueza que superaba los 480.000 millones de dólares.

La contracara de este fortalecimiento económico reducido a un puñado de habitantes en nuestro continente, demuestra que son los estratos sociales más bajos los que soportan hasta donde pueden el cimbronazo que el coronavirus está generando en sus ingresos.

La proyección que realiza el Banco Mundial sobre el incremento de la pobreza extrema en América Latina, afirma que las personas que se sitúen en un escenario de inseguridad alimentaria pasarán del 24% al 27,6% entre 2019 y 2021.

[“La desigualdad no es inevitable, sino una mera elección política”]

Es interesante tomar algunas ideas de la politóloga estadounidense, Wendy Brown, para analizar el modelo político y económico internacional en el que el coronavirus se hace presente.

La autora del libro “En las ruinas del neoliberalismo”, explica que hay una decadencia en la confianza hacia la democracia porque “las regulaciones estatales desaparecieron” y la forma de organizar a la población por medio de la política comenzó peligrosamente a ceder las decisiones hacia los mercados y la concentración de la riqueza.

Lo que se observa en este escenario de profundas problemáticas globales, es la existencia de “un ataque a la democracia en términos de justicia social, redistribución y de igualdad”.

Esta condensación minoritaria con fuerte poder económico y con capacidad real de interferir en las decisiones políticas de los países, es para Brown “el asalto plutocrático a los poderes institucionales”; que se muestra antagónico a la democracia, pero que se vale de esa injerencia política para “crear una economía que le garantice su propia posición monopólica en la acumulación de capital”.

En línea con ello la directora ejecutiva de Oxfam International, Gabriela Bucher, analiza que los Gobiernos  de todo el mundo deben aprovechar esta oportunidad para construir economías más equitativas e inclusivas que sirvan para proteger el planeta y poner fin a la pobreza.

En este sentido, Bucher enfatiza que “la desigualdad no es inevitable, sino una mera elección política” y es por ello que “las medidas asumidas no deben se soluciones temporales”, que se aplican solo durante situaciones desesperadas como la pandemia; sino una “nueva normalidad” para que nuestros modelos económicos estén verdaderamente al servicio de todas las personas, y no solo de una minoría privilegiada.

Hemos observado que una de las pocas certezas que ha instalado la pandemia es el incremento de la desigualdad y la expansión de la brecha entre ricos y pobres.

La pobreza tiene su contraparte en la ampliación de una riqueza extremadamente concentrada en una elite mundial que desestima los efectos socioeconómicos que ha generado el coronavirus y solo ve en este escenario una nueva oportunidad de dominación económica con interferencia en las decisiones políticas de los Estados.

Ahora bien, parte de la magnitud de este incremento y la velocidad a la que puede reducirse, con el objetivo de lograr una mayor equidad, depende de la firmeza con la que cuenten las políticas estatales de todos los países del mundo.

Según el Banco Mundial, si los Gobiernos permiten que se produzca un incremento de la desigualdad de dos puntos porcentuales al año, en 2030 habrá 501 millones de personas más que vivan con menos de 5,50 dólares al día; y el número total de individuos que se encuentren por debajo del umbral de la pobreza será mayor que antes de la crisis.

Por el contrario, si los países empiezan desde ahora a adoptar medidas para reducir la desigualdad en un 2% cada año, la pobreza podrá volver al nivel previo a la crisis en tres años; generando que en 2030 haya 860 millones de personas menos bajo dicha problemática social.

Lamentablemente, entre las miles de historias particulares que pudo haber ocasionado la pandemia, su recuerdo estará posicionado en los casi cuatro millones de vidas que se ha cobrado en todo el mundo y en los cientos de millones de personas que profundizaron su precaria situación económica debido a una carencia de recursos que los sumergió en la pobreza.

En consecuencia, podría suceder que la pandemia de la COVID-19 se instale en la historia mundial como la primera vez en que la desigualdad socioeconómica se ha incrementado al mismo tiempo en todos los países.

Desde este punto de vista, es el sector social más golpeado por el coronavirus el que espera con ansías la generación de nuevas políticas de inclusión. Sin embargo, hasta el momento no hay grandes indicios de que exista algún cambio rotundo en ese sentido; pues en medio del caos pandémico, también la concentración de la riqueza se expande sin reparar en las desigualdades sociales que ocasione.

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