El Parlamento peruano nuevamente presenta una “moción de vacancia” para destituir al Presidente de la República. El desencadenante en esta oportunidad, es por acusaciones de sobornos que habría aceptado Martín Vizcarra hace unos años, para contratar un grupo de constructoras cuando era gobernador regional. La anterior interpelación fue a partir de la costosa contratación de miles de dólares, del músico Richard Swing para dar una serie de charlas.
La votación en esta nueva oportunidad se va a realizar el próximo lunes (9 de noviembre), y el primer mandatario deberá presentarse en el Congreso, afrontando nuevamente un proceso de interpelación que si alcanza los 87 votos determinará su destitución. Recordemos que el actual Presidente vino a sustituir al destituido Pedro Pablo Kuczynski, quien fue desbancado también por corrupción.
Este mismo Congreso es el que surgió a partir de la disolución que realizó el propio presidente el año pasado. El parlamento actual, con menos color político tradicional como el que tenía el colegiado anterior, está a las puertas de devolverle el golpe institucional -previsto en el orden constitucional peruano- al propio ejecutivo.
No puede dejar de pensarse en la clara intencionalidad electoral que esta jugada posee, sobre todo desde sectores de la oposición que no siempre tuvieron una vocación democrática demasiado visible, donde hay representantes de Acción Popular y de Fuerza Popular, como también de Podemos Perú. La nómina de personalidades que nutren este Congreso es más que llamativa.
Entre ellos está Daniel Urresti, un hombre procesado por el juicio que se le sigue en su contra por el homicidio del periodista Hugo Bustíos. Así también figura Edgard Alarcón, vinculado a varios delitos de corrupción. Es un Congreso con intereses corporativos y privados, con protagonistas de hechos lamentables y pasados repletos de sombras y negociados, que parecen buscar impunidad a sus fechorías, o carta blanca para próximas tropelías, más que bienestar para la República. Incluso algunos de estos personajes no tienen pruritos en acercarse a los cuarteles militares para “sondear” empatías y filiaciones, lo que también podría acarrear un procesamiento por “sedición” a más de uno.
Pero no creamos que el Congreso anterior al que estos señores reemplazaron brillaban por sus oropeles de transparencia. Todo lo contrario. En el Congreso anterior hubo también varios parlamentarios con procesos penales mientras cubrían funciones, e incluso algunos con sentencias. Entre los primeros estaban Benicio Ríos y Zacarías Lapa, y entre los últimos Edwin Donayre, quien fue procesado por el robo de gasolina al Ejército Peruano y sentenciado a cinco años de prisión.
Desde la destrucción de la república que propició el “outsider” Alberto Fujimori en los noventa, con autogolpe y tinelización cultural de por medio, pasando por la corrupta gestión de quien iba a “limpiar” el país de las lobregueces del fujimorismo como lo fue Alberto Toledo, el país ingresó en una vorágine de polarización y desenfreno fraudulento. Posteriormente, con las gestiones del malogrado Alan García, el embaucador Ollanta Humala, y el destituído PPK, el Perú no puede encontrar un liderazgo portable que lo saque del empantanamiento de neoliberalismo corporativo y corrupto.
Con Fujimori condenado por delitos de lesa humanidad, Toledo procesado y prófugo, García inmolado por sus vínculos con Odebrech, Humala a punto de recibir dos décadas de cárcel por lavado de dinero, y Kuczynsky desbancado también por corrupción, el país andino está apunto de agregar un nuevo nombre a la lista de condenados, agigantando la vergüenza y la desilusión con la política.
En estos momentos, parece que de a poco regresan las posturas políticas más dicotómicas, cuando parecía que con el liderazgo de PPK o de Vizcarra podría el Perú salirse del juego de suma cero del fujimorismo – antifujimorismo.
Hoy las posturas e ideologías son aún más polarizadas. Si en un frente tenemos al neo-fujimorismo, en el otro, justamente aparece el partido que promovió este “nuevo pedido” de vacancia, nada menos que Unión por Perú, espacio atípico para las plataformas tradicionales del partidismo peruano. Unión por Perú tiene a la cabeza a Antauro Humala (hermano de Oyanta Humala), e hijo de Isaac Humala, fundador del Movimiento Etnocacerista Peruano, con el cual Antauro suscribe su mirada nacionalista étnica, cercana a ciertas posturas programáticas del viejo velasquismo, y con fuerte prédica en ciertos sectores de las Fuerzas Armadas.
El padre y el hermano de Ollanta, Isaac y Antauro respectivamente, no le perdonan haber traicionado la doctrina que lleva el nombre de Andrés Avelino Cáceres. Y hoy son algunas de las voces críticas del andar errático de esta República que no encuentra una salida. Antauro, quien fue condenado inicialmente a la cárcel por el levantamiento de Locumba, y posteriormente condenado a casi veinte años de cárcel por la toma de la comisaría de Andahuaylas, no descarta postularse también a la presidencia de la República.
Con un Congreso cuestionado y con poca credibilidad social, escasa transparencia y extendido prontuario, con un Presidente sumamente golpeado, sin bancada propia y en proceso de interpelación, con partidos políticos débiles, desestructurados, con bajísimo nivel de representatividad y andamiaje social, la reconstrucción del país es cada día más difícil.