La Economía Social tiene múltiples expresiones, que van desde cooperativas a finanzas solidarias, pasando por otras muy diversas y, algunas, con formas novedosas. Estas trayectorias se van entretejiendo en el territorio y potenciándose entre sí. Quienes impulsan y comercializan en estas redes son, en su mayoría, mujeres que intentan encontrar una alternativa más humana para compatibilizar las múltiples funciones que desempeñan.
Las ferias nacieron en gran parte por la necesidad imperiosa de llevar el pan a casa. En momento de crisis fueron las jefas de hogar las que, acompañadas por sus hijos, se acercaban a esos espacios de comercialización para vender lo que se producía en sus propias casas. Así, con el paso de los años, estos espacios se han convertido en fuentes de ingresos genuinos que se ha institucionalizado en la mayoría de los municipios argentinos.
Por supuesto que cada territorio organiza y legisla en base a sus características sociales y económicas. Pero el espíritu de las ferias populares es brindar esa herramienta de comercialización y visibilización de productos y servicios a consumidores que buscan alternativas al mercado comercial. Los miles de consumidores de ferias encuentran en estos lugares todo lo que necesita a un precio relativamente más bajo. Además, buscan productos totalmente distintos: desde su proceso de fabricación artesanal, hasta la personalización puntual de lo que este necesitando.
Ese encuentro entre el Feriante y el consumidor, humaniza de cierta manera el proceso económico de intercambio de bienes y servicios. Genera esa relación entre las partes, que provoca la satisfacción no material del intercambio. No solo eso, sino que, como se mencionó anteriormente, el hecho de que en su mayoría sean mujeres las que participan en el proceso de feriar, construye una cultura que es apropiada y genera identidad en miles de Feriantes que se transmite a sus hijos.
Los Feriantes -como sujeto económico que hace años que viene aportando y construyendo desde el costado de la economía formal- son hoy la piedra angular de una política que debe estar centrada en practicar otra forma de comercializar e intercambiar bienes y servicios. Y esto se afianza mucho más con las medidas de contención y de aislamiento social que impuso el COVID-19.
La pandemia y la crisis heredada de las políticas económicas del macrismo, arrojan como resultado que muchos trabajadores registrados empiecen a pensar como salida económica y de sustento familiar convertirse en trabajadores de la economía social. Además, como resultado de la escalada de precios, muchos han tenido que recurrir como segundo ingreso participar de estos encuentros.
Por supuesto que los protocolos sanitarios recomiendan el aislamiento y el distanciamiento social y que, en ese panorama, muchos arriesgaron que las ferias populares podrían tender a desaparecer para ser reemplazadas por el comercio electrónico. No obstante, lejos de eso, los Feriantes han aprovechado las bondades tecnológicas para potenciar esos entrañables encuentros con sus consumidores. Lo han hecho tanto por redes sociales, como así también por las nuevas herramientas y plataformas, como Zoom, WhatsApp y Facebook. No dejaron, sin embargo, que esa modalidad reemplace al encuentro tan rico que produce el consumidor con el productor. En la mayoría de los Municipios de Argentina, han habilitado las ferias con estrictos protocolos y con los cuidados necesarios para cuidar tanto al consumidor como al trabajador de la economía social.
Ahora este escosistema de la Economia Popular y Solidaria está esperando que el Estado Nacional ponga en funcionamiento la línea de Microcréditos o de financiamiento para reactivar los procesos productivos, tan necesarios para mantener viva las ferias populares. Hasta ahora son anuncios sin presupuestos: el tiempo pasa y la economía no espera.