El Ejecutivo nacional viene manejando la chance de liberar las limitaciones rígidas y obligatorias imperantes, luego de que culmine la fase de cuarentena “administrada”, el próximo 10 de mayo.

La base de esta decisión tendría lugar en el entrecruzamiento de las diferentes estadísticas que arroja la pandemia en el país: cifras de contagios y muertes confirmadas, los testeos masivos en las terminales más acaudaladas de personas, los cálculos epidemiológicos que se hacen en el Ministerio de Salud, y el constante contacto de Alberto Fernández con el comité de expertos en epidemiología.

El avance sobre esta medida dependerá del comportamiento que presenten los contagios en los próximos días. Según se sabe, si la duplicación de casos continúa al ritmo que viene llevando, el gobierno cuenta con el visto bueno de los expertos y el apoyo de la oposición para permitir el retorno de la circulación y de ciertas actividades, resaltando la necesidad de sostener las acciones de prevención.

Sin embargo, desde Olivos buscaron no generar falsas expectativas, e ir revisando en primer lugar cómo se desarrollan los contagios en los próximos días.

De sostenerse el lento ritmo de contagios, las autoridades procederán a establecer la cuarentena “optativa”, que implica un gran depósito de confianza sobre el accionar ciudadano. Los argentinos deberán continuar cuidándose, mantener hábitos de higiene estrictos y un aislamiento social lo más sostenido posible para evitar un rebrote (o un brote incluso superior al de las etapas de cuarentena “obligatoria” y “administrada”).

Cabe aclarar que, incluso en el hipotético caso de establecer esta nueva fase más liberada del aislamiento social, se encuentra contemplada la posibilidad de que las cifras de contagios repunten sensiblemente, y automáticamente se daría marcha atrás nuevamente hacia una nueva fase “administrada”.

He aquí la importancia de la responsabilidad ciudadana de concretarse la tan mencionada flexibilización del aislamiento social, preventivo y obligatorio. La cuarentena continuaría, las medidas de prevención continuarían, pero correrían por cuenta de cada individuo. Y de la misma manera, si el comportamiento social no es el adecuado, y los contagios se disparan, se restaurará su obligatoriedad.