
El mítico Federico "Freddy" Storani comenzó a transitar un nuevo camino de cara a la renovacion partidaria en la UCR. Junto a sus principales allegados (el ex diputado Alejandro Echegaray es su correligionario de más confianza) trabaja para que el radicalismo bonaerense dé pelea al PRO en las próximas elecciones legislativas. Quiere encabezar la anhelada Lista 3 que permitió a Raúl Alfonsín ser el Presidente de la Nación de la reapertura democratica en 1983.
"Si hay acuerdo competiremos para ganar en las internas. Y si no hay acuerdo Freddy es ideal para encabezar una lista propia, porque no tuvo nada que ver con Cambiemos, donde fue rechazado y muy resistido. Incluso se mostró siempre más cerca de Roberto Lavagna que de Macri", explicó un dirigente de la Tercera Sección Electoral a PolíticaYMedios.
Además, Storani dialoga asiduamente con otro ex Junta Coordinadora: el sempiterno Enrique "Coti" Nosiglia, hombre clave de la UCR porteña. El Coti sueña con entronizar a Martín Lousteau en la Jefatura de Gobierno de la CABA, y cree, junto a Storani, que los planetas se alinearon en favor del partido de Alem e Yrigoyen luego de la salida complicada que tuvo Macri del gobierno .
Hacen este razonamiento: para las elecciones de medio término, legislativas (2021), Horacio Rodríguez Larreta no va a tener mejor candidato que Lousteau. Y en la Provincia, si bien el PRO tiene algo de territorio, el macrismo es mucho más débil que la UCR. En el mejor de los casos, Storani vencería al dirigente amarillo que se le cruce. Y en un escenario no tan favorable dejaría a la UCR muy pareja con el partido que preside Patricia Burrlich, lo que permitiria dejar al radicalismo con mayoría a nivel nacional.
Ya casi no quedan dirigentes entusismados con la políitica de "no hacer olas" que tan bien representaron Danuiel Salvador y dirigentes nacionales como Ernesto Sánz.
Freddy Storani sabe que su figura tiene buena imagen en un partido que acompañó a Mauricio Macri con extrema disciplina, y que él, el ex pibe de oro de la reapertura democrática, que en los 80 hacía vibrar a la Juventud Radical, a la Franja Morada y al progresismo más vehemente (encuadrado en la JCN primero y después en la Corriente de Opinión Nacional, CON) no tiene manchas amarillas.
Es una buena forma de empezar, sobre todo para los más decepcionados ante el pésimo destino al que arribó aquella esperanza por "el cambio", que en estos días tiene un sabor muy amargo entre los acólitos de Don Raúl Alfonsín.
Además, en el radicalismo hay mucha desazón por el último tramo de la gestión macrista. La incorporación de Miguel Ángel Pichetto, que se demostró desafortunada, o por lo menos, inútil, y el despilante video que circuló donde el expresidente le echa la culpa "a los radicales" por su fracaso económico generan escozor y hasta dolores de barriga en los más pragmáticos y seguidistas de la nueva derecha argentina.
Hay nostalgia de socialdemocracia a viva voz, de progresismo descarnado, de retorno a relaciones partidarias más lógicas (con el socialismo o el GEN, por ejemplo), y mucha fobia a los discurso altisonantes del macrismo de paladar negro, que simboliza mejor que ninguan otra la nueva titular del PRO y ex ministra de Seguridad.
Como muestra, en la capital bonaerense la UCR apenas acompañó al intendente recontramacrista julio Garro con un par de banderas. La ausencia de militancia radical en los palcos puso los pelos de punta al garrismo, que para colmo de males no atraviesa sus mejores días.
En ese escenario crece la imagen de Storani, y su oposición educada a las políticas que acompañó la UCR más derechosa lo hacen emerger de la derrota de Juntos por el Cambio con una fuerza renovada, y la imagen intacta.